Fragmentos de él

2776 Words
Aunque no poseía el talismán, el ambiente a mi alrededor parecía más allá de la evidente guerra susurrar honda tristeza. Habíamos cruzado el portal y volvimos al mismo punto donde Jirel me había atraído a él. El cielo se había nublado y el viento se arremolinaba salvajemente, me parecía que ya eran horas de la tarde por la manera en la que él sol se veía en lo alto. Me fijé en su luz que se movía por las densas nubes hasta notar que se oscureció, una mancha tan redonda como el lo cubría. Comprendí que atestiguaba un eclipse de sol. Baal se plantó ante mi de un salto sosteniendo una de sus espadas en manos en evidente actitud de esperar combate, casi de inmediato ante nosotros se abrió un acceso, tal cual el que acabábamos de cruzar. Me asombró notar a un Fénix de Caelum, cuyo lomo era montado por alguien que reconocí. Se trataba de Galimatías, delante de él venía Inés. Baal estaba dispuesto a combatir, pero lo sostuve de un brazo impidiéndoselo al darme cuenta que no eran adversarios. —¡Galimatías! —Dije en un susurro. El señor Baal volvió a envainar su espada al notar mi entusiasmo. Hasta entonces me aproximé a él abrazándolo. Él correspondió con ternura. —Me gusta cuando haces eso. —Indiqué con una sonrisa muy contenta de volverlo a ver. —También me gusta. Es cálido y me compartes mucho sin mencionar palabras. Me fije en su rostro. El capuz caía sobre su cabeza, aunque en la parte de su faz no se viera nada ajeno a una sombra con dos chispitas como las estrellas reluciendo.  El señor Baal como yo lo observaba. —Tal vez ya lo haya visto, pero es un amigo mío y alguien muy especial para Nigromante y para Jon. Todos cuanto ve son amigos nuestros. Él es Galimatías. Cubierto con la armadura de nuevo completamente, se cruzó de brazos asintiendo. —Ya veo. Inés se asomó bajándose del ave. Fijó su atención en el señor Baal, quien casi me doblaba en altura, le llegaba tristemente mi cabeza al abdomen. Siguió caminando lentamente hasta aproximarse a mí. —Alexia… ¿Dónde estamos? —En un reino antiguo y oculto. ¿Quién los trajo aquí? Galimatías retomó palabras cerrando el portal del cual habían salido. —Mi hermano Nigromante. Pidió que estuviéramos cuanto antes. Sé que está muy mal y necesita ayuda. Sentí mi corazón encogerse. El cielo seguía oscurecido parcialmente, el sol cubierto por la luna, así que todo a nuestro alrededor se veían como en algo similar a un atardecer y nublado. —Señor Baal, es necesario que ahora que ellos están aquí sea usted quien lo libere. Le ruego que no permita más el encierro de Nigromante, debe estar con nosotros. —¿Estarás bien? Asentí de inmediato. —Se lo afirmo. Con ellos estoy a salvo. Tal vez estamos a tiempo de cambiar algo. —Intenta invocarme si algo se sale de tus manos. No confíes en lo que parece ni en nadie que no sean quienes conoces. —Se lo prometo. Miré las arenas revolverse hasta cubrirlo y luego desaparecer. En cuanto las arenas volvieron a disiparse miré a grandes criaturas sostener lanzas en grupos de ocho con alguien como una sombra liderarlos. Parecía resguardarnos. Inés casi tenía la boca abierta. —¡Vaya Alexia que suerte la tuya con esos hombres! No sales de hallar uno para encontrar a otro más enigmático. ¿Quién es el que se acaba de ir? Suspiré. —Es un guardián, y aunque parece muy humano, te aseguro que no lo es del todo. Pero tienes razón no sé cómo consigo meter a tantos en mis embrollos. Sonrió ampliamente. —¿Dónde está Jon? —Justamente eso quiero decirte. Fue capturado y también Nigromante. Y si no hacemos algo, en menos de lo que imaginas Farga podría ser liberada. Inés debes confiar en mí. Necesitamos a Esteban de este lado con parte del Ejército del Alba. Mostró gran horror en sus ojos al verme fijamente. Galimatías se volvió a Inés, ella al verlo asintió. —Alexia no creo que se vaya a poder. Esteban comanda justo ahora al Ejército del Alba para apoyar Halvard, pues están invadiéndolo. Son grandes, legiones de legiones con armaduras rojizas y banderas del mismo color. Son fuertes e invulnerables al fuego. Pero no hace mucho ha llegado un increíble sujeto con apariencia enigmática y armadura oscura a quien parece que la oscuridad le obedece. Él lucha también cuando se valen de fuerzas descomunales y magia. A pesar de ser de día, él atrajo la noche al bosque y a las tierras de Halvard. Fue inevitable no sentirme abatida, se trataba de Daeven. ¡Cuánto necesitábamos de Nigromante y de Jon! Pero él podría darme algunas respuestas. —Sí sé quien es. Me da gusto que haya ido en nuestro auxilio. —Si lo ves bien, ahora no sitio seguro, creo que lo único que nos queda es combatir. Galimatías asintió como dando a entender que estaba de acuerdo. —Galimatías, dime algo. ¿Tienes el apoyo de Nigromante todavía para crear vórtices como el que pasaste con Inés? —No puedo convocar traspasos entre esferas, pero él me dejó dos formas entre esta tierra y Caelum. Y de Caelum a Halvard o el Alba, pero no se pueden abrir al mismo tiempo todos. Sino que él concede que sean uno en uno a la vez y conmigo como medio. De pronto Antia batió sus alas, para luego dar un estridente graznido. Galimatías sacó su espada mientras Inés veía aterrada al frente. —Seguramente Nigromante los trajo para que lo ayudaran a salir. Pero él ya esta con el señor Baal. Galimatías abre el portal antes que él pueda venir hacia nosotros. Debo ir con Daeven. —¿Quién es Daeven? —Preguntó Inés. Galimatías dio par de pasos al frente para luego envainar la espada y casi cargarnos a ambas de la cintura usando un brazo para cada una. De un salto nos trepó en Antia. El ave se elevó en el cielo de inmediato y entre las nubes pude notar que se abría de nuevo un vórtice para pasar, mientras que en el suelo aquellas criaturas que el señor Baal nos había dejado ya luchaban con varios soldados. Traspasamos el portal para llegar a Caelum. Me asombró no notar el palacio, pero si las montañas que solían rodearlo. Pero al posar mi vista en una de las montañas noté un destello. —¿Galimatías has visto lo que yo? —Si te fijaste en las montañas que velan, sí. Suelen mostrar un pequeño resplandor a quienes saben ver sobre lo que es. Comprendí que hablaba simbólicamente. Quizá se debía a Inés. Antia planeó hasta aterrizar suavemente sobre un claro del bosque. —Tu compañero es muy singular. —Se quejó Inés. —Habla diferente, pero sin duda es muy leal. —Desde luego que sí, sabe decir muy bien la verdad. Inés te ruego al llegar que en compañía de Galimatías vayan por Esteban. Que parte del Ejército lo acompañe hasta el lugar al cual llegaron. Seguramente cuando vuelvan ya estará Nigromante con nosotros. —¿Qué harás tú? —Preguntó seriamente. —No podemos dejarte. —Estaré bien, me veré con alguien que podrá apoyarme para volver. Ahora vamos. Galimatías obedeció. Iba al frente yo tras él e Inés tras de mí. El ave volvió a cruzar un portal oculto entre las montañas al volver a volar, hasta que vi al pasar densas nubes que tal como habían explicado, una vez más los soldados de ambos reinos se enfrentaban con los invasores. Esteban hacía protección con el Ejército del Alba, rodeando el castillo y no se había involucrado en la batalla. Pero a esa altura no veía a Daeven. Acerqué el rostro al cuello de Galimatías para hablarle en la oreja. —¿Has visto al hombre que describió Inés? Ese de armadura oscura. ¿Puedes llegar a él? —Sí. El ave planeó hasta aterrizar al lado de árbol que al alzar sus ramas parecía que me esperaba. El bosque me parecía más lóbrego que cualquier otro visto en mi vida. —Él te llevará al señor del mundo bajo la tierra. Asentí frunciendo el ceño, las ramas del árbol se alzaron. Salté y me cargaron cual si fueran brazos. Me aferré a uno de los troncos gruesos que parecían dedos de una mano gigantesca. —Vayan por Esteban y crucen el portal. Sé que los necesitaremos ahí. Pero antes, Galimatías te ruego que le hagas una petición a Nigromante. —Lo haré, dilo por favor. —Dile que necesito de su ayuda para que él pueda quitarle el Talismán a Asídemes.  Estoy segura que eso la ha ayudado a embaucar a Jon. Creo saber cómo atraerlo aquí. Dile que necesito que me conceda como a ti cualquier favor. Pero no se lo pidas ahora sino cuando puedan cruzar el portal hacia ese reino. Movió la cabeza en señal de asentimiento y luego de un breve silencio se volvió a mí. —Espero verte de nuevo. —Tengo fe en que así será. Inés mostró gran pesar en su mirada y luego cierta ira contenida. —Espero que esa tal Asídemes sea quien creo. Gracias Alexia por ser así. No lo entendí hasta ese día que me permitiste estar con mi hijo. No dudes que si debemos perecer lo haremos todos juntos y con una sonrisa. Somos tu familia y lucharemos a tu lado hasta el fin. En mi caso espero que se me dé la oportunidad de enfrentar a esa soberbia bruja de pacotilla. Sus palabras me conmovieron y también comprendí por qué Jon la había ayudado a redimirse. Era una mujer brillante con un gran potencial. —Gracias Inés. Los veré pronto. El ave emprendió vuelo mientras el árbol se aproximó arrastrándose con sus raíces mientras el suelo me parecía como un río al tener la tierra tan suave y en movimiento. Llegamos al pie de una pequeña colina que del otro lado dejaba ver como si fuera producto de una pesadilla poder ver cuanto se movía ahí. Era como si el infierno se hubiera desatado y cazara a cualquiera que se atreviera a cruzar ese lugar. La tierra atraía a muchos hombres que eran ahí devorados por seres terriblemente extraños y deformes. No me atreví ni a susurrar, temiendo en ser la siguiente. Me estremecí de pies a cabeza al escuchar una voz dirigirse a mí. —¡Vaya! Sigues en pie. Tienes mi admiración. Me volví sin dejar de sentir que el corazón me latía tan fuerte que sentía que me lastimaba las costillas. Él se mecía en el viento rodeado por esas humaredas oscuras que provenían de su armadura. —¡Daeven! Me alegra poder encontrarte. Nigromante ha dicho que en ustedes hay cierta afinidad. Necesito que puedas permitirme saber que ha pasado con Jon en estos últimos momentos. No puedo recurrir a él. No podía ver sus expresiones ni su rostro por estar tan cubierto. Tan sólo podía vislumbrar en la noche de ese lugar la intimidante armadura que lo cubría. —No puedo tocarte, la protección que tenías no te acompaña. Y lo necesito para compartírtelo. Incliné la mirada notando el destello suave en los anillos. Y al notar la piedra azulada con la oscura hecha un anillo. Sonreí. —Entonces cuéntame algo. ¿Qué clase de poder hay en estas piedras? Guardó silencio al cabo de un breve instante escuché su voz. —Mucho. Pero están en reposo. Permíteme. —Pidió tocando suavemente con su dedo índice la piedra azulada. —Es tal la manera que descansa que incluso para mí no fue evidente. Cierra los ojos. Casi al instante de hacer lo que me pidió, pude ver en mi mente cuanto había ocurrido. Deseé estar ahí para impedir lo último que fui capaz de ver. Quise incrustarle la espada de Jon justo en la garganta a Asídemes al ver lo que había hecho con él y hasta donde fue capaz. Al abrirlos sudaba, sentía el corazón latir con más fuerza que cuando me asustó la voz de Daeven. —No hace mucho que algo se rompió y donde él está ahora es como cualquier otro lugar. Esa protección que cubría esos lugares ya no es. Por eso me he enterado. En verdad es una pena, pero no creo que esté tan lejos de ti. Mis ojos se cubrieron de lágrimas. Me dolía, me quemaba la impotencia. —Daeven él es el único que tiene en sí la cualidad y el deber de devolver a cualquiera al Abismo. Pero si ese espíritu ve lo que él, y se hace pasar por él… ¿Cómo impedirlo? —No hay otro modo que valerse del mismo principio. O eso pensamos Baal y yo. Hay una leyenda que dice que sólo aquella que tenga el acceso al abismo y el cielo puede atraer a cualquier espíritu. Y tu tienes ambos. Parpadeé mi mente como raras veces quedó en blanco.   —Quizá la criatura que está por salir del abismo eso deseaba por eso buscaba constantemente poseer a Jon y a Nigromante. Pero no se enteró que, aunque ellos pueden no es una cualidad como la tienes tú ahora. Con lo que se da, debes permitir que tu cuerpo atraiga a dos espíritus que no están lejos pero sí sobre una dimensión diferente. No se han ido del todo y te deben el favor, ellos saben que no te has rendido y has velado como sólo un guardián puede, irónicamente protegiendo a los propios guardianes. Aunque te arrebaten los deseos de vez en cuando, eres alguien dotada de gran coraje. Me limpié las lágrimas, respirando hondo. —Estoy dispuesta a lo que sea. ¿Cómo puedo llevarlo a cabo? —Por ahora, no creo que nadie se atreva a cruzar este lugar. Sólo los que están aferrados a la destrucción y a la tierra que pisaron y fueron presos en vida de sus malos deseos y compulsiones no pueden ir más arriba, sino que se hunden más abajo. El horror que causa la estancia en mi lugar de reposo es sólo la respuesta natural de lo que ellos son, Jon lidió con eso vivo sin merecer tal castigo. Por eso puede ver y no perderse. Dentro de esa piedra hay mucho de él, invócalo. —Pero no tengo el Talismán para traducir una manera de que él se manifieste. —Pero tenías su amor y su corazón. ¿Qué te distanciaría de él verdaderamente? Quizá sólo tu ignorancia. Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más. —¿No se fue lejos de mí? Lo negó con la cabeza. —No lo creo. En nuestro intercambio supe mucho de lo que hay dentro de él y en mucho ahí estabas tú. Cuando no tuvo memoria tú eras lo único que podía sentir como parte íntegra de él. ¿Por qué dudas? Mi corazón se llenó de gozo incluso con todo eso que se movía dentro de mí. —Comprendo. ¿A dónde debo ir para atraer a los espíritus que ayudarían? —Por ahora, asegúrate de hacerle saber a Gabriel que lo esperas y necesitas de él. Tienes en la piedra más que poder, también parte de sus memorias. Es una reliquia que te concedió para no perecer, si la sumerges en el manantial donde está la morada de Baal podrías convivir por siempre con los ciclos que nosotros solemos residir. Entonces si lo ves tiene sentido cuanto sabían los sabios que consultaban los oráculos, en especial ese Rey llamado Jirel. Las reliquias de corazón de una inmortal si existe. —Daeven perdóname, pero siento que veo algo diferente en ti incluso tan cubierto. Es más que una afinidad, es cómo si hubiera algo de él en ti cada vez que hablas. —Tu intuición no se equivoca. Gabriel me concedió varias de sus habilidades al partir, muchos fragmentos de él. Entre ellas guiarte si Baal o Nigromante se distraían. Así que puede que haya algo de él en mí tal como sospechas. Sonreí ampliamente muy conmovida. Escuché un susurro. Y al instante se apareció Hennak sobrevolando velozmente, en cuanto estuvo arriba me tendió la mano Daeven y lo trepamos. En las alturas veía que el bosque se expandía ampliamente obligando a retroceder a los invasores. Mientras que notaba que los soldados del Dorados del Alba habían desaparecido, los de Halvard y el resto brillaban con la armadura plateada pasando entre el bosque sin problema de regreso al castillo. 
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