SALVATORE KING
Verla partir deja un ligero agujero en mi pecho. No se voltea, lo que deja un sentimiento extraño que nunca antes había sentido.
Miedo, eso fue lo que vi en su mirada.
Me quedo en el auto observando el edificio destartalado en el que vive. Espero paciente viendo cual de todos los departamentos se ilumina.
De princesa Valient pasaste a una pequeña ardilla con enormes garras. Ni cuando me enfrenté a la mafia polaca recibí un golpe o rasguño.
El cuarto piso se ilumina.
-con que allí vives ardillita- arranco el auto dejando el edificio atrás.
En el trayecto recibo una llamada de Stefano. Lo pongo en altavoz.
-si-
-asumo que ya la dejaste en su edificio- ríe del otro lado.
-si me llamaste para eso es mejor que cuelgues- no me causa ni puta gracia.
-bueno dejando de lado a la señorita Hall, Rivas volvió a llamar diciendo que el cargamento llegará en dos meses y medio y que el obsequio estará en camino- ese hombre nuevamente. Si estuviera en mis manos le enterraría un tiro en la cabeza.
-ya le di órdenes a Renzo para encargarse de eso-
-algo más-
-Violeta llamó alegando que estará en el país en menos de una semana- hago una mueca de disgusto. Esa mujer otra vez.
-algo que realmente sea importante-
-el tercero de los que quieres casar fue visto a las afuera de la ciudad. No se conoce su paradero, pero es cuestión de tiempo para encontrarlo- esas si son buenas noticias. Las ventas de sustancias en mi ciudad se respetan. Y me va a encantar enseñarle a ese idiota lo que es respetar a la familia King. Sus días están contados.
-si es todo voy a colgar- llevo la mano a celular hasta que la voz de Stefano me detiene.
-el hombre que atacó a Cloe es uno de los trabajadores del tercero que cazaras- me detengo de golpe. ¿Qué tiene que ver Cloe con esa escoria?
-qué tiene que ver Cloe con ellos- es imposible que una mujer tan frágil como ella conozca a una escoria como esa.
-no lo sé, pero nada buen me imagino. Podría ser una extrabajadora del bar que tienen o algo. Según su hoja de vida trabajó en un bar a los 17 años- Frunzo el ceño. Eso no es posible.
-no parece una mujer que haya trabajado en ese tipo bar. Necesito que investigues que tiene que ver Cloe con esa escoria de gente. Recuerda que viajare esta noche a chicago-
Stefano cuelga. Llego a mi suite, recojo la maleta. Reviso mi reflejo en el espejo, la seña de la uña de la pequeña ardilla me hace reír y mover la cabeza.
-me encantaría tener tus garras, pero en otros lugares- Cloe Hall, no sé si serás mi cura o mi condena.
Subo al avión privado. Renzo está a un lado, no articula palabra alguna y es mejor. El viaje transcurre en un silencio completo. Aterrizando en la ciudad soy escoltado por mis hombres. Tres carros blindados aparecen enfrente para recibirnos.
Subo esperando que lo que tengo que hacer aquí termine rápido.
Llegamos a una mansión. Un mayordomo es quien nos recibe.
-Mi señor está en su despacho esperándolo Señor King- doy un vistazo a los hombres de seguridad. No pierdo de vista la forma en la que nos miran. Doy un vistazo a Renzo para que esté alerta por alguna novedad.
Siguiendo al hombre llegamos a unas puertas inmensas. Estas son abiertas.
Me adentro al lugar fijándome en dos hombres. Santino Lewis y Marco Rivas están tomando una copa. Sin esperar alguna palabra me siento en uno de los grandes sillones. Levanto la mano para que empiecen de una vez con esto.
-buenas noches, King- Lewis toma asiento a mi lado. Saca su arma dejándola encima de la mesa. Muestro una sonrisa seca sin quitarle la vista a Rivas que no deja de mirarme con odio. La envidia y codicia son homenaje a su mediocridad.
-es mejor que tomes asiento Rivas. Verte ahí parado hace que me duela la cabeza- no lo trato como un capo de la mafia, para mi es solo un pelele con apellido importante.
-siempre tan relajado King- me enfoco en quien importa de verdad.
- los camiones con los cargamentos fueron llevados a la frontera- Lewis parece procesar la noticia. Muestra una media sonrisa.
-según sé los militares de la frontera hicieron una revisión- alega comportándose como un verdadero capo. Siempre estar un paso adelante.
-gente que se puede comprar- me reclino encogiéndome de hombros. Mueve su cabeza no tan convencido.
-por eso seguimos siendo socios King, mi familia confía en la tuya. Por ahora- Recalca.
La alianza Lewis, King a seguido intacta luego de 60 años, nuestros abuelos formaron dicha alianza, pero yo no soy mi abuelo ni mi padre. Yo no deposito toda mi confianza en una persona. Peor aún, en un mafioso.
No se debe de confiar ni en tu propia sombra, promulgaba mi abuela.
-y seguirá siéndolo mientras todo siga en orden- Rivas es ignorado como el don nadie que es.
La noche se vuelve larga, y más, cuando mujeres entran a la habitación con bebidas en las manos. Rivas se sienta con una morena y una rubio. Lewis conversa con una castaña que no tendría más de 24 años. Algo lo hace reír porque su mirada cambia al verla. La mujer en cuestión se relaja cuando ve que Lewis no intenta nada inapropiado. Tan Lewis. Todo lo contrario, a Rivas, que devora la boca de la morena mientras estruja el pecho de la otra. Un maldito degenerado.
La pelinegra que está a mi lado intenta tocarme, pero una mirada de mi parte la aparta. El dolor de cabeza crece. En el nombre de una sola persona pienso.
Renzo está detrás de mí, no le presta atención a ninguna mujer. Al igual que yo está harto de esta situación.
Bebo de una sola botella hasta que poco a poco pierdo la lucidez. El alcohol se mete en mi sistema y solo veo a una mujer en mi cabeza. Cloe aparece en mi campo de visión con un camisón color carne que acentúa su preciosa figura.
-señor King…- acaricia mi rostro y se sienta en mis piernas. El olor de su colonia queda envuelto en mi cabeza, toco su cabellera rojiza y empuño. Sus deliciosos labios están a centímetro de mi boca.
-Tore.. Tore..- su voz se pierde en la lejanía. Me levanto del golpe.
Me despierto envuelto en sábanas blancas. La luz me golpea el rostro provocándome jaqueca. Que mierda.
-Cloe- digo su nombre. El dolor de cabeza me hace recostarme una vez más.
Fue un sueño. Me pongo de pie. Estoy en el hotel que siempre me instalo cuando estoy en chicago. Me pongo de pie para darme una ducha. Bajo la mirada observando mi p/ne. Expulso un aire de frustración. Envuelvo mi mano obteniendo mi liberación.
Una vez listo, Renzo está en la habitación.
-como llegué aquí- abro una botella de agua.
-Una vez que terminaron de discutir lo referente al cargamento solicitó salir de allí- está de pie cerca de la puerta. Mira hacia la ventana, para ser un hombre de pocas palabras sé que tiene algo mas que decir.
-adelante- muevo la mano.
-no dejaba de hablar sobre una ardilla y una princesa. A su vez el nombre de una mujer llamada...- frunzo el ceño.
-Cloe- asiente. Me aclaro la garganta.
-necesito que te reúnas con los demás. Tenemos que reunirnos con los hombres de Lewis para revisar el cargamento- Renzo sale de la habitación.
Reviso el celular con mensajes. Algunos son de mi secretaria. Nuevamente pregunta sobre estupideces de citas absurdas. Dios dame paciencia para no darle un tiro en la cabeza.
Llamo a Stefano.
-si-
-noticias- busco un traje que ponerme.
-todo normal en King, nada del otro mundo. Si hablamos de lo ilegal, el bar en el que ibas a estar esa noche sufrió un atentado, hubo muchas bajas. Ninguna de nosotros- abotono mi camisa.
-entonces atropellar a Cloe fue de buena suerte- Stefano ríe.
-si. Al parecer atropellarla fue lo mejor que te pudo haber pasado- tendré que agradecerle por eso, aunque no me gusta que haya tenido que salir lastimada.
-ella fue a trabajar hoy-
-si. Estuvo temprano a la misma hora- que mujer más terca, le dije que no tenía que ir a trabajar. Te habría hecho caso si le hubieras dicho que eres el jefe.
-ofrécele un día libre, no sé cómo lo harás, pero necesita descansar y algo más, infórmame todo lo que hace - cuelgo sin dejarlo responder.
Pequeña ardilla, salvaste mi vida sin saberlo.