El despacho del señor Clinton estaba en silencio cuando Alejandro llegó. La seriedad de su rostro reflejaba la turbulencia de sus emociones. Al cruzar la puerta, Clinton levantó la vista, sus ojos inquisitivos analizando cada gesto de Alejandro. "Alejandro," dijo el señor Clinton, "te veo preocupado. ¿Qué te trae por aquí? Un hombre como tú debería de estar feliz por su libertad, esa no es la expresión que tienes. Con las ganas que tenías de salir. ¿Ha sucedido algo? Espero que no hayas ido a enfrentar a Marco o a tu hermana. Eso no sería una buena idea." Con un suspiro, Alejandro habló, luego de haber pensando en sus palabras, de modo que las cosas quedaban bien para todos. Tenía muchas cosas que hacer, importantes cosas que hacer, pero… lo de Ariel tenía mucha prioridad para él. "Señ
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