1. Negocios
Escucho al piloto a cargo del vuelo anunciar nuestro pronto aterrizaje a la ciudad de Madrid, y conociendo de memoria los protocolos, me abrocho el cinturón de seguridad. Observo por la ventanilla la ciudad y definitivamente la arquitectura destaca desde el aire a medida que nos vamos acercando. Una vez más consulto el reloj asegurándome de que llegare a tiempo a la reunión con el señor Casas Mejía —Ya lo están esperando en la pista, no se preocupe señor Gagnier— Anuncia la auxiliar de vuelo y sonrió.
—Muchas gracias por encargarte de todo Nancy— Le digo y mueve sus largas pestañas en una intención clara por decirme lo que pasa conmigo, pero para evitar problemas, miro hacia la ventanilla una vez más respondiéndole sin palabras.
La pista de aterrizaje se encuentra cada vez más cerca hasta que el tren de aterrizaje del avión entra en contacto. Esta sensación es de mis favoritas junto al despegue, aunque admito que me gusta ser yo quien pilotee y no ir solo como un pasajero más. La hora local y la temperatura de 27 grados Celsius de este día de junio es anunciada, y rápidamente me desabrocho el cinturón. Definitivamente una de las ventajas de volar en el avión de la empresa familiar, es que no debes seguir ciertas reglas que tienen los vuelos comerciales.
—Nancy, asegúrate de que mi equipaje llegue al hotel, ¿de acuerdo?— Le pido mientras busco mi maletín.
—Por supuesto señor Gagnier— Responde y a pesar de los años que llevo con el apellido de Olivier, todavía me cuesta cuando solo dicen el suyo y no el de mi madre.
—Muchas gracias— Respondo amable y empiezo a acercarme a la salida de la aeronave.
—Señor Mateo, ya casi estamos llegando, ¿tuvo algún problema durante el vuelo?— Cuestiona Fernando.
—No, todo estuvo perfecto, solo que no quiero que se me haga tarde para mi reunión— Resumo y asiente.
—Ya mi capitán está deteniendo el avión— Comenta y casi de manera sincronizada, se detiene completamente.
Pacientemente espero a que abran la puerta, y una vez que lo hacen, bajo rápidamente para encontrarme con el chofer que me espera junto a la SUV color negra —Señor Gagnier, bienvenido— Me saluda.
—Muchas gracias, ¿tiene la dirección de la oficina?— Le cuestiono mientras me subo al vehículo.
—Si, está todo listo, en menos de media hora estaremos en su destino— Informa.
—Perfecto, vamos que no quiero perder este negocio— Hablo y entendiendo la prisa que tengo, él sube también para que así nos vayamos a la empresa de los Casas Mejía.
[…]
La ciudad de Madrid puede ser un caos completo cuando se lo propone. El tránsito, la gente que camina por todas partes y algún que otro percance público puede hacerte llegar tarde a cualquier parte, pero afortunadamente, hemos sobrepasado todas esas pruebas y aquí estoy, entrando al edificio diez minutos antes de la hora pactada.
—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlo?— Me pregunta la recepcionista de la empresa y asiento.
—Buenas tardes, si, tengo una reunión con el señor Lucio Casas Mejía— Informo y ella asiente.
—¿Señor Mateo Becker-Gagnier?— Averigua.
—El mismo— Respondo y sonríe.
—Lo están esperando, le diré a mi compañera que lo acompañe a la sala de juntas que se encuentra en presidencia— Indica y le hace una seña a una mujer de cabello rubio que rápidamente se acerca con sus altos tacones y traje color blanco —Acompaña al señor a la sala de juntas de presidencia por favor— Le pide y ella solo asiente para después comenzar a caminar.
El trayecto es largo, un amplio lobby, un elevador que nos lleva al último piso, y por último un espacioso piso con las oficinas más importantes y en el centro de este, una sala de juntas que impone respeto a través de sus paredes completamente de cristal. Si bien es de cristal, no se puede ver mucho adentro ya que tiene un tratamiento especial que nubla lo que ocurre en el interior —Por aquí señor— Me pide y al llegar a la puerta, ella golpea primero, pero de inmediato abre —Señor Casas, ha llegado el señor Gagnier— Me anuncia y luego me pide que pase.
Mi mirada hace un paneo general de todos los que se encuentran en este lugar antes de saludar, pero de pronto mi mirada se encuentra con la de una mujer de ojos azules que me distrae lo suficiente para que me tarde más de la cuenta en acercarme a la mesa —Mateo, bienvenido— Me saluda el señor Lucio regresándome a la realidad.
—Señor Casas Mejía, un placer— Contesto intentando no volver a verla a ella.
—Lucio, tutéame, es mejor— Expresa sonriente —Te presento a el gerente de finanzas, Carlos Ibañez, a Ramiro Guerrero, nuestro gerente de compras, y finalmente a mi hija Aziel— Dice mientras que los voy saludando un por uno y al final, mi mano se estrecha con la de ella.
Cada uno de ellos me saluda amable, pero ella lo hace de una forma diferente y no tengo idea de porque —Un placer conocerte— La escucho decir y asiento.
—Lo mismo digo señorita Casas Mejía— Respondo y debo concentrarme a lo que he venido a hacer, este contrato es muy importante para la empresa y no puedo arruinarlo.
—¿Empezamos a revisar el contrato?— Me propone.
—Por supuesto— Accedo y vuelvo a mi modo de empresario y no de hombre que se distrae por una mujer.