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El corazón del mafioso

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Un día…

Una decisión…

Un instante..

Fue lo necesario para que las vidas de Valentino Marchetti y Alessia Ferrara cambiarán por completo y tomaran caminos iguales.

Alessia jamás pensó que sería vendida por su padre y que el ángel de la guarda que tanto rogó para que apareciera y la ayudara, fuera nada más y nada menos que el rey de la mafia italiana… Valentino Marchetti, cuando pensó que estaría a salvo, no tardó en darse cuenta que no era su ángel de la guarda y que lo que le propondría Valentino, sería lo más loco que jamás pensó hacer en toda su existencia, pero su vida y la de su abuela estaban en juego, así que un sí, fue el detonante para ambos.Solo era un medio para un fin, pensó Alessia sin saber que tiempo después empezaría a tener sentimientos por Valentino, logrando así, una de las jugadas más peligrosas y difíciles del mundo…un jaque mate al corazón del mafioso.

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CAPÍTULO 1
—No puedo creer que solo nos falte un año para terminar con la carrera, es emocionante. Escuchaba hablar a Gabriella mientras veía las casas pasar. Hoy habíamos terminado con el último parcial que teníamos y estábamos muy seguras de que habíamos pasado y con ello, habíamos entrado a nuestro último año de medicina, que sería el famoso internado. —Lo sé, es emocionante —susurré. Sentí un golpe en mi brazo e inmediatamente volteé a mirarla. —¿Qué pasa, Alessia? —preguntó preocupada—. Sé que estás emocionada, pero hay algo que te preocupa evidentemente. Inhalé hondo y suspiré. —Es mi padre, creo que está en problemas o lo estará…hace unos días lo escuché pidiendo tiempo para un p**o —fruncí mi ceño y negué exasperada—. He querido saber, pero sabes que es muy cerrado. —Si necesitas algún préstamo o lo que sea, mis padres pueden ayudar, ¿está bien? Asentí de inmediato, la familia de Gabriella era millonaria, todo lo contrario a la mía, habíamos tenido en algún tiempo los mismos lujos, pero mi padre Flavio Ferrara no era un buen administrador. —Sí, tranquila, papá lo arreglar… —Dejé de hablar al ver tres camionetas negras blindadas, afuera de casa—. Detente aquí —pedí, agarrando mi bolso y despidiéndome, al ver su mirada confusa, mentí—. Son amigos de la familia, no tienes que preocuparte. —Ok, cuídate te quiero. Te escribo cuando llegue. Salí de su automóvil y a paso rápido fui hasta a casa sintiendo como mi corazón empezaba a latir desmesuradamente, cuando vi que la puerta estaba abierta, empecé a correr para ir a buscar a papá. Tenía un mal presentimiento al respecto. Unos gritos que venían de su estudio me alertaron y por inercia corrí más rápido. —¡¿Crees que puedes jugar con el Signori (señor) Marchetti?! —escuché una fuerte voz y lo que vi me dejó impactada, mi padre yacía en el piso con mucha sangre en su rostro—. ¡Un día! ¡Un día! Los hombres que estaban dentro del estudio me miraron y salieron rápidamente, unos guardando sus armas y otros tronando sus dedos. Estaba congelada, tenía tanto miedo que tardé en reaccionar e ir a socorrer a mi padre. —A—Alessia —cuando escuché mi nombre, salté en mi lugar y corrí hacia él. —Oh papá, ¿estás bien?, ¿llamo a una ambulancia?, ¿quiénes son esos hombres? —empecé atacarlo con muchas preguntas mientras lo ayudaba a levantarse—. ¡Llamaré a la policía! —¡No! —gritó de inmediato—. No puedes llamarla, sería el fin para nosotros. Tragué duro al escucharlo, ¿eran tan peligrosas estas personas? —Pero te golpearon —insistí. Lo ayudé a sentarse mientras rápidamente abrí mi bolsa con el kit de auxilios que siempre llevaba conmigo, empecé a palparlo para asegurarme de que no tuviera nada roto y después procedí a limpiar sus heridas. —Les debo dinero y debo pagarlo —inmediatamente recordé las palabras de aquel hombre. —Solo tienes un día —afirmé—. ¿Qué sucede si no puedes pagarlo mañana? Él me miró fijamente y temí por esa respuesta que me daría, eran tipos malos, así que el no pagarles sería la muerte. —Seré hombre muerto —un escalofrío recorrió mi cuerpo y negué. —No, buscaremos una solución, podemos pedirle ayuda a los padres de Gabriella —sugerí, recordando lo que minutos atrás me había propuesto. —No, no me rebajaré ante nadie… de hecho ya tengo una solución, hija —la intensa mirada que me dio no me había gustado para nada, pero deje que se explicara—. Tengo un viejo amigo que necesita ayuda…requieren de un médico para examinar algunas mujeres que trabajan para él y si lo haces por seis meses, reuniremos la cantidad de dinero que necesito, él dará el p**o por adelantado. Es nuestra única solución. —¿Por qué siento que esto es algo ilegal?, ¿por qué no simplemente ir al hospital?, sabes que aun no estoy titulada y no sería ético. —No es nada ilegal, son mujeres que no tienen la posibilidad de recibir atención, mi vida está en juego Alessia, ¿acaso también quieres perder a tu padre? —No digas eso —lo interrumpí rápidamente—. Por supuesto que no, solo que… No entendía del todo esto, sabía que no era legal, que había algo malo en todo lo que estaba sucediendo y en su propuesta, pero era la vida de mi padre, no podía dejar que muriera y perderlo a él también. —Ya déjalo, le avisaré que busque a otro médico y yo me prepararé para morir. —No, papá… —agarré sus manos y asentí—. Aceptaré, iré y trabajaré esos seis meses. Una sonrisa se formó en su rostro y asintió. —Tienes que empezar desde hoy —fruncí mi ceño, estaba por negarme cuando continuó—. Solo así podrá darme el dinero hoy mismo. Ya saliste a vacaciones, puedes hacerlo. Lo miré varios segundos hasta que terminé por asentir. tenía un mal presentimiento, sentía que había aceptado algo que cambiaría mi vida, pero aun no entendía en qué aspecto. [...] —¿No irás conmigo? —pregunté en cuanto llegamos al lugar—. No pienso entrar a ese edificio sola. —Solo necesitas dar tu nombre y te llevaran con mi amigo, él te mostrará todo lo que harás. ¡ah mirá! —señaló al robusto hombre que acababa de salir de las grandes puertas y caminaba directamente hasta nosotros, específicamente al lado del piloto. Mi padre bajó el vidrio muy tranquilamente y recibió un paquete. —¿Es el dinero? —pregunté. —Sí, ahora debo ir y pagar mi deuda, así que… él te llevara —me tensé en mi lugar y agarró mis manos para tranquilizarme—. Todo estará bien cariño, solo haz lo que digan, yo estaré al finalizar el día aquí, esperándote. Asentí y sonreí. Me despedí y bajé para ser guiada por aquel hombre, el edificio se veía bien, no había nada raro a los alrededores y tal vez no habría ningún misterio, solo era yo siendo paranoica, no creía capaz a mi propio padre en dejar que estuviera en un lugar donde mi vida peligraba. —¿Quién es el jefe? —pregunté, como siempre, ganándome la curiosidad. ¿Por qué no puedes quedarte callada? —pensé. Me miró de soslayó y bufó, clara señal para que me quedara callada y no preguntara, pues no me contestaría. Entramos a uno de los tres ascensores que había y marcó el último piso. Fue el minuto más incómodo por el que había pasado, pensaba que en cualquier momento iba a morir por tener que compartir el mismo aire que el sujeto, agradecí internamente cuando las puertas se abrieron. Caminamos hasta el final del pasillo, donde había una gran puerta… ¿de oro? Tocó levemente y después un “entra” con voz gélida fue la luz verde para que así lo hiciéramos. Tragué duro al ver al señor detrás del escritorio. Su rostro era muy sombrío, me resultaba inquietante mirarlo, su mirada era vacía. —Soy Ale… —Ya sé quien eres, así que ahórratelo —ok, quería salir corriendo del lugar—. Las fotos no te hacen justicia, eres muchísimo más hermosa en persona y tu cuerpo... Fruncí mi ceño al escucharlo. ¿Qué clase de conversación era esta? —Vine por el trabajo —aclaré seriamente—. Espero sepa que aun no tengo mi titulo como médico, recién… Alzó su mano y me callé abruptamente, me pusé ansiosa cuando se levantó y empezó a caminar hasta mi. —Vuelves hablar y tendré que callar esa hermosa boquita —hizo el intento de tocarme, pero me alejé—. con un golpe —un escalofrío me recorrió.Tragué fuerte—. ¿Le diste el dinero? —Sí, señor. —Perfecto —sonrió—. Oficialmente eres mia. En cuanto esas palabras salieron de su boca retrocedí, entrando en un estado de shock, donde se repetía una y otra vez esa última palabra Mia —¿M—Mia? No… No entiendo, ¿c—cómo puede decir que yo soy suya?, ¿acaso está loco?, solo daré algunas consultas aquí, nada más —traté de aclararle para que entendiera, tal vez estaba confundido. —Mira cariño, no estás aquí para dar consultas, sino otra clase de consultas —dijo sarcásticamente, mientras me recorría con su mirada. —¿De qué habla?, me quiero ir ya mismo de este lugar. —Tu padre te vendió, ahora me perteneces y por lo que veo fue una buena inversión, la subasta empezará en una hora, así que llevala a que la alisten —ordenaba mientras sus ojos no dejaban de mirarme. Aunque hubiera querido salir corriendo, gritar, golpearlos, solo me dejé llevar, estaba en shock y no lograba entender que mi padre, la persona que debía de cuidarme en el mundo me había vendido como a un ganado. ¡Era su hija! Al salir tropecé con un pecho absolutamente duro, iba a pedir disculpas y alzar mi mirada para saber quién era, pero un agarre en mi brazo me jaló abruptamente y con su gruñido supe que había cometido un error. –Mira por donde caminas, estúpida o tendré que enseñarte hacerlo y no te gustará —gruño el hombre tenebroso que parecía odiarme u odiar el hecho de que tenía que llevarme a no sé donde. No dije nada en todo el camino y menos cuando me encerró en una habitación, diciendo que pronto vendrían unas mujeres a cambiarme, no dije nada, pero en cuanto cerró la puerta, caí arrodillada y empecé a llorar amargamente. Mi corazón estaba roto, tenía una herida tan grande, que posiblemente nunca se sanaría y es que… ¿cómo podría sanarme de algo como esto?, ¿cómo podía sanarme del hecho que mi padre me haya vendido? —¡¿Por qué?! ¡¿por qué?! —gritaba una y otra vez—. ¡¿Por qué lo hiciste, papá?! ¡soy tu hija! ¡tu hija! Le gritaba a la nada. Duré más de media hora ahí…tirada en el frío suelo hasta que decidí que no lo permitiría, no podía acabar así, tendría que hablar con el jefe, tendría que lograrlo. Cuando la puerta fue abierta vi la oportunidad, pero entraron cinco chicas muy ostentosas y me ayudaron a levantarme sin decir una palabra. —¿Quienes son ustedes?, No, no me quitaran mi blusa —dije rápidamente, cuando una de ellas procedió hacerlo. —Mira, está prohibido que hablemos contigo, así que déjate que te arreglemos y terminemos esto rápido, así ninguna sufrirá las consecuencias. Las detallé minuciosamente y no se veían malas personas, solo hacían su trabajo y no quería que sufrieran por mi culpa, así que asentí y me deje vestir, maquillar, por lo general era de muy poco maquillaje y agradecí que fueran muy sutil. Cuando terminaron, una hora después simplemente tocaron la puerta y se marcharon. Me miraba al espejo y no podía creer que estuviera utilizando un vestido tan diminuto y ajustado, pareciera una segunda piel, los tacones eran muy altos y no estaba para nada acostumbrada a ellos. —Es hora —volteé a ver aquel hombre con lágrimas en mis ojos y suspiró violentamente—. Tus estúpidas lágrimas no evitarán tu destino. —Necesito hablar con el jefe, es algo urgente, tiene que ser ahora —le pedí, casi supliqué, tendría que negociar, no podría dejar que me vendiera, tal vez aceptaría que trabajara de cocinera, mesera o ser su secretaria, lo que sea, pero no venderme a quien sabe que hombre. —¿Crees que estás en posición de pedir algo? Cuando vi que no me llevaría, mentí. —Bueno, cuando la persona que me compre termine contagiada con mi enfermedad, a tu jefe no le agradara que quise advertirle y tu no dejaste, seguro acabará contigo —comenté tranquilamente y caminé hasta él. —Sígueme —respondió entre dientes, aguantando su furia. Solo asentí y eso hice, era claro que no tenía ninguna enfermedad, así que esperaba que entendiera que tuve que mentir para poder hablar con él, para poder negociar mi libertad. No nos tardamos mucho y cuando menos lo esperé, ya me encontraba frente a ese tenebroso hombre. —¿Qué hace ella aquí?, debería de estar abajo con las otras —tragué fuerte. —Señor, dijo que tenía una enfermedad y era necesario decírsela —su ceño se frunció de repente y empezó a reír. Era obvio que sabía que mentí, ¿pero cómo podría saber algo así?, ¿acaso mi padre tenía esto en mente desde hace mucho? —Tuve que decirlo, fue la única manera para hablar con usted y pedir una negociación. —Ahora si que lo he visto todo, ¿negociar? —se levantó de su silla y caminó muy lentamente hasta mi, mirándome como si no significaba absolutamente nada para él—. Yo soy el que negocia, no tú. —Le puedo ser útil, puedo ser su secretaria, su doctora personal, puedo… —¡Callate! —gritó y cerré mis ojos por instinto—. Nada de lo que digas te va a salvar, no me interesa nada más que lo que ganaré vendiendote, así que sé buena y ve a esperar que la subasta empiece. Mi corazón empezó a latir rápidamente y todo empezó a verse un poco borroso mientras mi respiración era irregular, estaba teniendo un ataque de ansiedad y con mucha razón, estaba apunto de ser vendida. No era así como había planeado este día. En un acto desesperado me arrodillé y supliqué para que no lo hiciera, solo pude ver su mano alzándose, iba a golpear. Cerré mis ojos esperando el golpe, un golpe que jamás llegó. Cuando abrí mis ojos pude ver a mi ángel, me había salvado de ser golpeada, era un hombre alto… demasiado y con un aire muy sostificado, sus facciones eran tan perfectas, que suspiré, cuandos sus ojos conectaron con los míos todo se calmó en mi interior y junto con esa calma, mi vista se tornó más borrosa y me desmayé.

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