Capítulo dos.

1643 Words
—¿¡Que rayos pasa contigo!?—alzo la voz. Chiara cierra la puerta tras ella, una vez entramos a mi oficina. Verifica que nadie está ahí en recepción para escuchar mis últimos gritos. Luego se gira para mirarme de frente, puedo ver esa mirada... No, maldita sea. ¡Lo esta haciendo de nuevo! Me ha sacado de mis casillas. —Déjame que te explique... —¿Qué quieres explicarme? Creo que has sido demasiada especifica al respecto—indico alterada—. ¿Cómo se te ocurre decirme algo así sin apenas consultarme? ¡Y adelante de esos dos! —Lo sé, pero es que necesitaba decirlo cuanto antes. Río con sarcasmo. —¡Ya lo veo! —¡Por el amor de Dios, Samantha, deja que pueda meter más de dos palabras!—exclama entonces perdiendo los estribos. Me cruzo de brazos, muda, esperando su siguiente discurso:—Lamento que lo dijera así como si nada, entiendo tu molestia y pido disculpas por ello. Pero la verdad es que... Max vino hasta aquí porque hace unas semanas me ha pedido que buscara una buena asistente ya que la anterior ha renunciado sin aparente motivo. Hoy ninguna le ha convencido pero cuando empezamos a hablar, le hablé de ti y al parecer, quedo fascinado con el trabajo que haces—explica—. Y me ha pedido que te convenza. No lo sé, no he visto mal su interés por ti... No me lo puedo creer. Miro al techo con una sonrisa carente de humor y sacudo la cabeza. No puedo creer la ironía de ese hombre. Por Dios, ¿es que se han vuelto todos locos? —Vio interés en mi—repito sus palabras. Ella asiente—. ¿El mismo interés que apenas me mostró en el lobby? Apenas clavo sus ojos en mi, Chiara. ¡Me tomo como una simple! Ella se acerca con sus tacos que resuenan en la cerámica. —Es una buena oportunidad, Sam. Abro los ojos, incrédula. ¿Cómo se atreve...? —¡No!¡Claro que no lo es!—bramo histérica. No entiendo desde cuando mi prima se ha vuelto tan insistente con algo—¡Esto es una buena oportunidad, cerca de mi familia, cerca de ti!¿Porqué diablos me quieres mandar fuera del país? —¡Porque aquí estás en peligro!—grita ella entonces con la voz rota. Me quedo quieta y muda en mi lugar. Siento como si de repente todo se frenara, como si mi mundo se estuviera derrumbando. Todo lo que conseguí hasta ahora, parece irse derritiendo. Contengo el aire mientras busco en su mirada que sea solo un invento suyo, pero cuando no la encuentro, mi corazón empieza a latir con ferocidad. No... —¿Qué no me has dicho, Chiara?—consigo murmurar en un hilo de voz. Ella cierra los ojos con fuerza y aprieta sus labios, para luego darse la vuelta y mirarme de frente; hay dolor en su mirada. Parece derrotada con los hombros caídos. —Te están buscando. No sé como saben que estás aquí pero lo consiguieron y... No van a parar hasta tenerte. El fiscal con el que trabajamos el caso la última vez me ha avisado hace unas semanas. Pensé que solo era un dato, que no era tan preocupante como al parecer me dijo, pero lo es—dice ella con la voz entrecortada—. No van a parar hasta hacer justicia por él... —No sigas... Por favor. Respira hondo mientras yo estoy dura como una piedra. Mi cuerpo ha bajado la temperatura y siento que mi cabeza comienza a dar vueltas; esto no puede ser cierto. No después de tantos años... Maldición. Mi prima se acerca hasta donde estoy, toma mis manos heladas, e intenta que la mire a los ojos. Solo tengo ganas de llorar. —Lo de Max es una buena oportunidad, Sammy. Y si no te vas cuanto antes—puedo ver en su mirada miedo. Tanto miedo como yo tengo ahora. El cuerpo me tiembla ante sus palabras—, no sé que pasara. Pero no será nada bueno. Suelto sus manos con lentitud. Necesito salir de aquí. Me alejo de su cuerpo, tomo mis cosas y salgo por la puerta de la oficina antes de que pueda retenerme. Necesito estar sola. Completamente sola. Carla me saluda pero apenas le doy importancia. Creo que mi rostro confirma lo que me está pasando. Siento que el aire me está fallando y si no llego a tiempo al auto, voy a desmayarme. Esto no puede estar sucediendo, después de tanto tiempo. ¿Porqué ahora? ¿Qué quieren? Después de años donde salí inocente en el caso no tiene sentido. No fui culpable... No del todo. Al salir del gran edificio y subir al coche, busco con la mano temblorosa las llaves y enciendo el motor, pero apenas puedo ubicarme. Mi visión cada segundo se borra más, mi pulso está acelerado al por mil y no sé que rayos estoy haciendo. Entonces me derrumbo. Lloro más de la cuenta, hasta sentir que me ahogo. Pero las lagrimas no terminan de salir y los sollozos me confirman que estoy más rota de lo que estaba antes. O hasta incluso ayer. Mi familia está aquí y si no hago algo al respecto, sé que ellos sufrirán también las consecuencias. Todo el peso ahora cae en mi. Y no puedo tomar otra decisión que no sea la de Chiara, aunque no quiero irme. No quiero hacerlo cuando todos a mi alrededor podrían estar en peligro.   La mañana siguiente cuando salgo de mi departamento, que está a unas cuadras de la empresa, el cielo está nublado. Hoy anunciaron tormenta y al parecer, está vez coincidimos con el tiempo; ambos estamos carentes de humor. Jorge, el que se encarga de cuidar el edificio, me da un saludo cordial. Se lo devuelvo con un asentamiento de cabeza. Por lo general suelo quedarme hablando un poco pero hoy es la excepción, no tengo ganas suficientes de entablar conversación con nadie. Chiara me ha dejado más de una llamada pero no cogí ninguna. Necesitaba pensar y mucho. Necesitaba meditar bien las cosas, y a la vez, ahogarme en llanto porque esto no es nada fácil para mi. Nunca lo ha sido pero intenté olvidarlo. Tal parece que esconderlo bajo la alfombra no ha servido. Intenté dejarlo atrás, intenté mejorar mis errores y asumir las consecuencias por ello pero no ha servido; ha empeorado. Y ahora mismo estoy en cero. No sé que debo hacer ni como actuar. Solo que estoy asustada hasta el demonio. Veinte minutos después estoy entrando nuevamente a la oficina. No hay nadie alrededor porque es temprano, las ocho de la mañana para ser justos y todos entran aquí a las nueve y media. Aprovecho para despejar mi cabeza. Me sirvo un café bien cargado, veo algunos archivos que debo terminar antes de entregarlos e intento no pensar en ello, pero apenas lo consigo. Todo gira alrededor de todo eso. Todo gira alrededor del pasado y aunque quiero enterrarlo, eso me termina por matar. Tomo la cabeza entre mis manos en un intento de acabar con la pesadilla. Me concentro en los buenos momentos, en lo positivo de mi vida... Doy una respiración honda pero mi cuerpo tiembla como lo hace la tierra cuando está por explotar un volcán. Y ya no soy yo. Mi cuerpo toma acción por si solo. Mis manos toman lo que tienen a su alcance y lanzan todo contra las paredes, contra la cerámica, haciéndose añicos en un segundo. Mi respiración está jadeante y las lagrimas me queman las mejillas, mientras rasguño todo a mi alcance, hasta a mi misma y no sé en que momento, esto deja de ser una oficina ordenada para pasar a ser un caos; el mismo que hay dentro de mi. Ya no puedo cargar con esta culpa. Lanzo los tomos de economía que hay en la biblioteca, rompo sus paginas, los hago rebotar contra las paredes haciendo que estás resuenen mientras desahogo mi dolor entre gritos. No sé cuanto tiempo estoy así hasta que siento mis piernas debilitarse, y termino sentada contra el sofá en el suelo. El cuerpo me tiembla como nunca antes, apenas puedo contenerme. Solo lloro y jadeo como un lobo lastimado. Es entonces cuando escucho pasos a lo lejos. O capaz no lo están tanto pero mi audición se ha desvanecido. —¡Oh por Dios, Sam!—escucho la voz de mi prima cargada de preocupación. Me toma de los brazos y me envuelve en los suyos en un intento de contenerme—¡Carla, llama a un doctor ahora mismo! Solo me escucho jadear en busca de aire. Puedo sentir el corazón de ella palpitar contra mi rostro. Está acelerado. —Lo siento—digo entre sollozos. Ella me calla con calma. —Todo va a estar bien, tranquila. Podemos solucionarlo. —Todo es mi maldita culpa. Me toma el rostro entre sus manos cálidas y obliga a que la mire. —Nada, pero nada, es tu culpa, Sam—determina con dureza—. Tú has sufrido mucho por todo lo ocurrido y no tienes porqué. SI no te hubieras defendido no estarías aquí ahora. Así que no vuelvas a repetir eso, ¿de acuerdo?—asiento y ella suspira un tanto más aliviada, mientras vuelve a abrazarme—. Me has tenido preocupada toda la maldita noche. —Lo siento. No debí hacerlo... —No te preocupes. Ahora estoy mejor que te vi. Mi respiración se calma un poco cuando ella me seca las lagrimas de las ojeras. Me pasa una botella de agua y tomo un buen trago antes de hablar. —¿Le has dicho algo a la abuela?—pregunto en un murmuro. Si ella se entera de esto no podré soportarlo. Chiara niega con la cabeza. —No. Y es mejor que por el momento no lo sepa... No quiero que se preocupe. Esto es algo que podré solucionarlo—responde. Asiento. —Creo que tienes razón—digo con la voz gangosa. Me mira confundida—. Debería irme de aquí. Veo como entonces cambia su actitud y relaja un poco mas sus hombros. Parece aliviada al escucharme decir eso. Se sienta a mi lado, y sin decir nada, me pasa un brazo por mis hombros para atraerme a ella. —Será lo mejor que hagas.  
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