Verlo una vez más me hizo sentir que todo había tenido un propósito. No sabía que decirle y de qué hablarle. Había pasado demasiado tiempo, y ahora compartía cierta inmortalidad con ellos. Él seguía tal como lo recordaba; con esa manera suya de verme, obligaba a mi corazón a no resistirse. Ni el paso del tiempo, ni nada por haber o existir parecía ser al estar cerca de él.
— ¡Hola! Esto si es inesperado.
Antes de que pudiera pronunciar palabra, Joaquín ingresó al mismo salón donde estábamos Nigromante, Jon y yo. Mostró una venia y luego se acercó a mí maravillado.
—Joaquín, que gusto— Saludé felizmente.
—¡Ustedes aquí, que sorpresa!
—Sí, solo queríamos ayudar, aunque sea en algo.
—Por cierto, aún no había sido posible darle las gracias por todo. Creo que nunca podré agradecérselo c
