Capítulo 14

1488 Words
Maeve Se giró hacia Sophia con una expresión de hielo, y su voz, cuando habló, fue cortante, cada palabra era una cuchillada en el aire cargado del aula. —Señorita No me interesa, es inaceptable esparcir comentarios maliciosos y sexistas sobre sus compañeros —dijo, su tono implacable y su mirada perforando la falsa inocencia de Sophia. —Y si vamos a hablar de conductas cuestionables, quizás deberíamos considerar su propia historia, ¿no es cierto? No es ningún secreto lo que ha hecho, robando el novio de otra compañera. ¿Eso le parece profesional o ético? El silencio que siguió fue absoluto. Todos en el aula contenían el aliento, impactados por la confrontación directa. —Creo que esta clase se beneficiaría de su ausencia hoy, señorita No me interesa —continuó Kane, señalando la puerta con un gesto despectivo. —Salga ahora y no regrese hasta que pueda comportarse como una adulta y no como una chismosa de patio de recreo. Sophia, ahora completamente pálida y con los ojos muy abiertos, recogió sus cosas en un estado de shock y salió del aula sin decir una palabra. Kane, con el control de la situación restablecido, se volvió fríamente hacia el resto de la clase. —Continuemos —dijo simplemente, volviendo al material de la clase como si nada hubiera ocurrido. La clase siguió sin más contratiempos, y cuando finalmente acabó, Kane me llamó justo cuando empezaba a recoger mis cosas. —Señorita Ryder, necesito un momento con usted —dijo con un tono que no admitía réplicas. Me quedé parada frente a su escritorio mientras los demás estudiantes salían del salón, murmurando y lanzando miradas curiosas hacia atrás. Tan pronto como la última persona salió y la puerta se cerró detrás de ellos, Kane se levantó de su silla y rodeó el escritorio. En un instante, estaba frente a mí, y antes de que pudiera decir algo, sus brazos me rodearon por la cintura, atrayéndome hacia él. Me envolvió en un abrazo fuerte, y sentí la urgencia en su agarre. Sus labios encontraron los míos en un beso hambriento, cargado de todas las emociones contenidas durante la clase. El mundo fuera de ese abrazo parecía desvanecerse, y todos mis pensamientos sobre cómo deberíamos comportarnos en la universidad se esfumaron bajo la intensidad de su beso. Respondí al instante, mis manos subiendo por su espalda, aferrándome a él mientras me perdía en la sensación. Kane me besaba como si pudiera borrarnos de la realidad del aula. Cuando finalmente se apartó, ambos estábamos sin aliento. Sus ojos se clavaron en los míos, buscando algo que tal vez ni él mismo podía verbalizar. Luego, su frente se apoyó contra la mía, y ambos compartimos el calor y la rapidez de nuestra respiración. —Lo siento, —murmuró él, su voz ronca. —No debí hacer eso. No aquí. —No, está bien —le aseguré, aunque una parte de mí sabía que debíamos ser más cuidadosos. Pero en ese momento, todo lo que importaba era el palpitar de mi corazón y el hecho de que no quería estar en ningún otro lugar. Kane soltó un suspiro pesado, como si llevara el peso del mundo en sus hombros, pero sus manos permanecieron firmes en mi cintura, como si soltarme fuera la última cosa que quisiera hacer. —No puedo prometer que no volverá a pasar —confesó, y en su voz había un tono sugestivo de advertencia y promesa a la vez. —No estoy segura de querer que lo prometas —respondí sonriendo mientras lo apretaba un poco más hacía mí. —¿Todo bien? No tendrías que haber llegado tarde, me preocupé mucho por ti —susurró, su voz baja y cargada de preocupación. Extendió la mano y suavemente tocó mi mejilla, guiando mi mirada para encontrarse con la suya. Sus ojos revelaban una mezcla de alivio y algo más profundo, quizás miedo a que algo malo me hubiera pasado. —Sí, realmente tuve una situación, así que... gracias por defenderme —respondí, sintiendo cómo la sinceridad fluía en mis palabras. Le regalé una sonrisa, una que esperaba transmitiera toda la gratitud y afecto que sentía por él en ese momento. —Siempre —dijo él simplemente, con una sonrisa que me hizo sentir increíblemente feliz. Antes de que pudiera decir algo más, se inclinó hacia adelante y sus labios rozaron los míos en un beso suave y casto. Nos miramos por un momento más, compartiendo un silencio cómplice que parecía extenderse y llenar el espacio entre nosotros. Finalmente, Kane dio un paso atrás, su mano se apartó de mi mejilla, pero la calidez de su toque permaneció. —Deberías irte antes de que te suba a ese escritorio y te haga gritar mi nombre una y otra vez, —dijo con una media sonrisa, su tono ligero pero sus ojos todavía serios, creo que realmente lo haría. —No queremos dar más motivos para los chismes, —le dije sonriendo mientras me giraba para irme. Al salir del salón, me giré un poco y vi cómo Kane se ajustaba discretamente la ropa, con un movimiento para acomodar su excitación en sus pantalones. No pude evitar sonreír ante la imagen; era raro y reconfortante verlo tan afectado por nuestros momentos juntos. Con una sonrisa aún jugando en mis labios, me dirigí hacia la cafetería para encontrarme con mis amigas. Las busqué con la mirada y pronto las encontré en nuestra mesa habitual, pero noté inmediatamente que Dani no estaba con ellas. Me acerqué, sintiendo una punzada de preocupación. —¿Dani no ha llegado aún? —pregunté tan pronto como me senté. —No, y no fue a la clase que tenemos juntas esta mañana —respondió Clau, frunciendo el ceño con preocupación. —Es raro en ella faltar sin avisar. Saqué mi teléfono y abrí la aplicación de rastreo una vez más. El punto que indicaba la ubicación de Dani seguía en el mismo lugar en el campus de la universidad. —Esto es extraño, su punto no se ha movido desde esta mañana —comenté, mostrándole la pantalla. Las miradas de preocupación se intensificaron entre nosotras. Sarah mordió su labio, claramente angustiada. —Deberíamos ir a buscarla —sugirió. —No me gusta esto, chicas. Si ha estado en el mismo lugar todo este tiempo... algo podría estar mal. Asentimos en acuerdo y, sin perder tiempo, recogimos nuestras cosas y salimos de la cafetería. El campus de la universidad es grande, pero la aplicación de rastreo nos guiaría exactamente al lugar donde se suponía que estaba Dani. A medida que nos acercábamos, la ansiedad crecía en cada paso. El punto nos llevó a una de las zonas menos transitadas del campus, cerca de algunos de los edificios viejos y menos utilizados. —¿Por qué estaría Dani por aquí? —preguntó Clau en voz baja, mientras miraba alrededor, buscando algún signo de nuestra amiga. Nos acercamos con cautela, los ojos escudriñando cada rincón y cada sombra, esperando encontrar a Dani o alguna pista de lo que había pasado. La atmósfera se sentía cargada, cada susurro de las hojas y crujido bajo nuestros pies amplificado por el silencio que rodeaba el área. Y de repente lo vi. Una mano pálida y casi inerte asomando de manera desoladora entre la vegetación. El impacto de la escena me robó el aliento y por un momento, solo el viento se atrevió a romper el silencio. —¡No, no, no, no, Dani! —grité, corriendo hacia ella con el corazón latiendo descontroladamente. Las chicas me siguieron de cerca, cada una con la expresión marcada por el miedo y el horror. Al llegar a su lado, lo que vimos nos detuvo en seco. Dani yacía inmóvil, su rostro pálido y sus ojos abiertos, como si estuviera en medio de una maldita pesadilla de la que no podía despertar. Pero lo más alarmante eran las marcas en su piel; unas horribles y profundas heridas que parecían haber sido grabadas por un animal. El llanto y los gritos de horror de todas resonaron en el lugar, un sonido desgarrador que se mezclaba con el crujir de las hojas bajo nuestros pies temblorosos. Clau, con lágrimas en los ojos, sacó su teléfono para llamar a emergencias mientras Sarah, temblando, intentaba hablarle a Dani, como si con sus palabras pudiera traerla de vuelta. —¡Dani, por favor, despierta! ¡Dani!, —gritaba Sarah, su voz quebrada por la desesperación. Yo me arrodillé junto a ella, incapaz de procesar completamente que algo terrible le había pasado a nuestra amiga. Extendí una mano temblorosa hacia Dani, puse dos dedos en su cuello, buscando desesperadamente algún rastro de pulso, algún signo que indicara que aún había esperanza. Sin embargo, en lugar de la suavidad de su piel, mis dedos encontraron algo completamente inesperado: dos pequeños orificios, profundamente incrustados en su carne, como si fueran marcas de una mordida.
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