Capítulo 10

1375 Words
Maeve Me giré lentamente, enfrentando la figura que se recortaba contra las luces tenues del patio. La luz de la luna iluminaba su rostro, destacando los contornos fuertes de su mandíbula y el brillo penetrante de sus ojos. Su mirada, cargada de una intensidad que me hacía temblar, se fijó en la mía, buscando respuestas o quizás, entendimiento. —Kane, yo... —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero la sorpresa de encontrarlo aquí, en este lugar, en este momento, enredaba mis pensamientos. El sonido de la música de la fiesta se desvanecía en un segundo plano, y todo lo que podía oír era el latido acelerado de mi corazón y nuestra respiración en la quietud de la noche. La cercanía de Kane era abrumadora, y a pesar del miedo inicial provocado por el encuentro anterior, su presencia traía consigo un tipo de calma extraña, casi como si, en su compañía, ningún verdadero mal podría tocarme. —No deberías estar aquí sola —continuó él, su voz baja y preocupada, rompiendo la tensión que me mantenía inmóvil. Casi podía sentir el calor de su cuerpo en la frescura de la noche, un contraste reconfortante con el frío que empezaba a calar en mis huesos. —Tienes razón, debería volver a la fiesta —dije finalmente, encontrando un atisbo de voz razonable. Kane asintió, pero su mirada seguía fija en mí, como si cada detalle de mi rostro le dijera más de lo que mis palabras podían expresar. Con un gesto casi protector, se movió ligeramente, como si estuviera a punto de decir algo más o de ofrecer acompañarme de vuelta a la seguridad de la luz y la música. Pero en lugar de eso, solo añadió suavemente en un susurró: —Solo... mantente segura, ángel. Con esas palabras y una última mirada que parecía grabar mi imagen en su mente, se dio la vuelta y se alejó. Volví a la fiesta con mis amigas, pero mi corazón y mi mente ya no estaban en ello. Cada canción, cada risa parecía hueca comparada con la intensidad del encuentro con Kane. Aunque sabía que nada podía suceder entre nosotros, no podía evitar desear estar cerca de él de nuevo. Mientras intentaba integrarme de nuevo a la diversión, bailando de manera distraída con mis amigas, sentí unas manos en mis caderas. Por un momento, dejé que mi imaginación se llevara por la música, pretendiendo que era Kane quien bailaba conmigo. Pero la realidad de quién podría ser me mantenía alerta. Al girarme para confirmar la identidad de mi compañero de baile, mi corazón se hundió. No era Kane. Uno de los amigos de Jonas, estaba mirándome con una sonrisa presumida que no presagiaba nada bueno. —¿Travis? ¿Qué haces? —pregunté, alejándolo de mí con fuerza. —Oye, sé que tú y Jonas terminaron, —dijo él, su sonrisa ensanchándose de una manera que no me gustó. Intentó volver a colocar sus manos sobre mí, pero lo empujé de nuevo. —No te hagas la santa, sé que me tienes ganas... Antes de que pudiera responder, Clau intervino, empujándose entre nosotros con un fuego en los ojos que indicaba que haría cualquier cosa por una amiga. —Déjala en paz, imbécil, —exclamó, su voz firme y baja. —No vuelvas a intentar acercarte sin su consentimiento. —¡Pero ella lo estaba pidiendo a gritos! —protestó él, provocando que mi indignación burbujeara hasta convertirse en furia. —¡Pensé que eras otra persona! —le grité, mi voz igual de alta que la suya. —Ahh, ¿ya has olvidado a Jonas? ¿Estás cogiendo con otro ahora? —Travis frunció el ceño, su expresión torciéndose en una mueca de desprecio. —Ya sabía yo que eras una puta. El sonido de una bofetada resonó en el lugar, cortante y claro, atrayendo la atención de todos a nuestro alrededor. Mi mano aún temblaba en el aire después del golpe. Clau, sin perder un segundo, me tomó del brazo y me sacó a rastras de la casa. Mientras nos alejábamos, sentí una mezcla de alivio y vergüenza, pero sobre todo, una indignación ardiente por las palabras de Travis. Sabía que necesitaba alejarme, poner distancia entre esa toxicidad y yo, y Clau, fiel como siempre, estaba allí para asegurarse de que lo hiciera. Al llegar al fresco aire de la noche, respiré profundamente, tratando de calmar el caos de emociones que Travis había desencadenado. Clau me miraba con preocupación, su mano aún en mi brazo. —Vamos a casa, Maeve. Necesitas descansar y alejarte de todo esto, —dijo suavemente. —Aquí está bien, —le aseguré a Clau mientras apagaba el motor del auto. —¿Segura quieres quedarte sola? —preguntó por quinta vez desde que habíamos salido de la fiesta. —Sí, Clau, estoy segura. —Le respondí, apretando su mano en señal de agradecimiento. —Ve con las chicas, sabes que no me gusta cuando nos separamos así. Ella asintió, aunque su mirada reflejaba la preocupación que aún sentía. Tras un último vistazo para asegurarse de que estaba en condiciones de estar sola, me bajé del auto. Entré al edificio con pasos lentos y desganados, sintiendo como cada escalón que subía me daba un poco más de calma. Al llegar a mi puerta, busqué las llaves en mi bolso, distraída en mis pensamientos y aún pensando en lo que había sido la noche. De repente, el sonido de pasos acercándose me sacó de mis cavilaciones. Antes de que pudiera reaccionar o incluso levantar la vista completamente, Kane estaba ya frente a mí. Su presencia me sorprendió, su cercanía inmediatamente calentó el espacio entre nosotros. Sin decir una palabra, sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él con una urgencia igual a la que yo sentía por verlo. Me apretó contra la puerta de mi apartamento, y antes de que pudiera entender completamente lo que estaba sucediendo, sus labios se encontraron con los míos en un beso desesperado. El mundo pareció detenerse en ese instante. Su beso, intenso y lleno de una emoción cruda, me sobrecogió. Cerré los ojos, dejándome llevar por la sensación, por el calor de su cuerpo contra el mío, por la manera en que su beso parecía buscar algo más que solo el contacto físico; parecía buscar conexión, comprensión, algo que quizás ambos necesitábamos desesperadamente en ese momento. Kane finalmente se apartó, su frente todavía apoyada contra la mía, ambos respirando con dificultad. Abrió los ojos y me miró, y en ellos vi no solo el deseo, sino también una vulnerabilidad que no había visto antes en él. —Kane... —empecé, pero las palabras se me quedaron atascadas en la garganta. Antes de que pudiera formular cualquier pensamiento coherente, él tomó las llaves de mi mano. Con un movimiento fluido y sin soltarme, abrió la puerta de mi apartamento. En un instante, me levantó del suelo con una facilidad sorprendente, cargándome con cuidado pero con firmeza mientras cruzábamos el umbral. Mi mente estaba en un frenesí, pero mi cuerpo reaccionaba al suyo con una atracción magnética que no podía negar. Justo cuando la puerta se cerró detrás de nosotros con un clic suave, Kane me bajó pero no se apartó. Su cuerpo me atrapó entre la puerta y él, su presencia envolvente y casi abrumadora. Sentí su respiración, rápida y caliente contra mi rostro, mientras me inmovilizaba los brazos contra la puerta y gemí incluso antes de que me besara, su boca estaba magullada mientras su lengua empujaba entre mis labios. Me aplastó contra la pared con la dureza de su pecho, frotándose contra mí para que pudiera sentir cuánto me deseaba. Aún en ese frenesí, se separó un poco de mí, su mirada intensa y seductora manteniéndome clavada en el lugar. —Maeve, necesito saber... —su voz se quebró ligeramente, evidenciando su propia lucha interna. —¿Tú... quieres esto? Su pregunta se colgó en el aire, pesada y cargada de las posibles consecuencias. La parte de mí que había reaccionado a su beso quería gritar que sí, que lo deseaba tanto como él a mí. Pero otra parte, la que sabía las complicaciones que traería, dudaba, temerosa de qué podría ocurrir mañana...
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