Capítulo 6

1383 Words
Al siguiente día, me ocupo de tratar con los agentes mexicanos la siguiente táctica de protección para la embajadora. Fernández, quien antiguamente era la encargada de su seguridad, aunque no parece estar conforme con ello, pero al final tanto ella como los suyos asienten ante mis nuevas órdenes, sin embargo, ya que el entrenamiento que ellos recibieron no es para nada comparable con el de mi país, tengo consideración de ellos y sugiero ir de poco en poco para que tanto ellos como la embajadora no recientan el cambio que haré. Al punto del medio día, acompañamos a la embajadora García a una entrevista para el canal de noticias de la ABC sobre su iniciativa de protección al migrante y tal como sucedió en la embajada un día antes, parte de su equipo se queda en el estacionamiento, mientras que Fernández, otro hombre al que se refieren como Soler y yo seguimos a la embajadora. Abarcamos un perímetro entre su camerino, el pasillo y el estudio de grabación. En esta ocasión la embajadora lleva puesto un conjunto formal de dos piezas, además de una camisa rosada y zapatillas negras acorde a los tonos de su ropa. —Esta lista embajadora García— le dice la maquillista, desde mi sitio observo como la joven trabajadora del canal sonríe al ver el trabajo que ha hecho en su rostro. Cuando da un paso hacia atrás para guardar su equipo de trabajo, veo el rostro de la embajadora. No solo se ve elegante, sino atractiva. Agacho la mirada al darme cuenta del tipo de pensamientos que han empezado a cursar por mi cabeza. Entonces Adele cruza por la puerta, lleva en sus manos una bolsa de papel y un vaso de café, se acerca a ella y cuando la embajadora la nota, me parece que ella tropieza y el café que lleva en las manos cae sobre la ropa de la embajadora. —¿Qué pasa contigo?— le recrimina la embajadora mientras se levanta de su sitio, su camisa rosa ahora tiene una enorme mancha café sobre la blusa, incluso me parece ver el calor del líquido emanar sobre su ropa. —Discúlpeme— manifiesta la asistente, pero después de aquella palabras se escucha una sutil risa femenina, aunque no sé de donde proviene, si de Adele o la maquillista. La embajadora se vuelve hacia las dos mujeres, la maquillista parece estar perpleja mientras que Adele se tapa los labios con la mano. —Embajadora García— pronuncia un hombre al asomarse por el camerino, sobre su cuello cuelga un par de audífonos con un micrófono pequeño, así que supongo que se trata de algún productor— entramos en dos minutos. El hombre mira con sorpresa la escena que hay en el interior de aquel pequeño espacio. —¿Todo bien?—cuestiona el hombre. La embajadora asiente, aunque se vuelve hacia el espejo de enfrente, tal vez por vergüenza, me parece que incluso sus ojos se llenan de lágrimas. —Por supuesto— le aseguro al hombre y entonces se retira, pero en cuanto a la embajadora... —¿No se quemó?—cuestiona la maquillista mostrando sincera preocupación por ella. —No— afirma ella, pero vuelve a mirarse la blusa— carajo. ¿Por qué ahora? Me apena la escena y al mismo tiempo me molesta, así que jalo el nudo de mi corbata para desatarlo, me quito la chaqueta y comienzo a desabotonarme la camisa. —¿Qué hace?— pregunta la embajadora cuando comienzo a quitármela con cuidado de no arrugarla. —Se ajustan sobre los chalecos antibalas, así que me parece que puede ajustarla a su talla— le informo, pero no me responde enseguida y solo entonces me percato de la desnudez de mi torso ha causado impacto, aunque no sé si del bueno o del malo, tal vez fue muy atrevido de mi parte quitármela sin ofrecerla antes. —Gracias— la escucho decir, pero en esa palabra me parece que su voz se atora y se ve obligada a tragar saliva. Cuando vuelvo a ponerme la chaqueta y vuelvo a mi lugar sobre la puerta, la maquillista me sonríe al pasar e incluso se atreve a mirar la piel desnuda que puede verse antes de irse. —¿Por qué te quedas ahí parada?— enuncia la embajadora con voz grave— ve a conseguirle algo que ponerse al agente Douglas. Adele asiente y sale corriendo, aunque no sin antes dirigirme una mirada de reproche, parece molesta, pero dudo mucho que sea por el hecho de que tenga que buscar algo que cubrirme, me parece que oculta algo, pero no sé exactamente que es. Tal vez deba vigilarla. —Por favor cierre la puerta—solicita la embajadora, así que doy un paso suponiendo que desea un poco de privacidad. —Espere— alza un poco la voz— será mejor que se quede aquí, la gente podría pensar todo tipo de cosas si lo ven así. La miro un tanto confundido, pero enseguida mi mente encuentra lógica en sus palabras, únicamente se preocupa por su imagen, así que cierro la puerta y me quedo en el interior, pero estando ahí percibo un ambiente pesado, una incomodidad generada por el hecho de estar solos. Ella se da la vuelta y entonces su mirada cruza con la mía en el reflejo del espejo, así que intuyo que significa esa mirada. Casi puedo escuchar la palabra voltéate en mi mente y entonces lo hago, pero al mirar hacia la puerta descubro que en ella hay otro espejo de cuerpo completo que me permite mirar hacia donde ella se encuentra. Desde mi posición me doy cuenta de que ella está bastante distraída en ponerse quitarse la blusa manchada, así que ni siquiera nota que aún puedo verla y aunque algo dentro de mí me obliga a respetarla, por otro lado, mi instinto la mira desvestirse. Cuando se quita la blusa, logro ver con exactitud la complexión de su cuerpo y el volumen de sus pechos, los cuales se ven bastante firmes y voluminosos, su figura es bastante sensual, ni siquiera puedo comparar el cuerpo de Julie, el cual me volvía loco, con los pechos de la embajadora, pero lo que termina por enloquecerme es cuando termina de ajustar la camisa y se la pone encima. Desvío la mirada al darme cuenta de que el bulto en el interior de mis pantalones se ha endurecido ante aquella extraña aunque sensual escena que no debí ver en ningún momento, solo entonces me pregunto cuando fue la última vez que tuve s*x*, seguro que fue con Julie, pero tuvo que ser hace meses. En mi profesión, tener s*x* no era precisamente una prioridad, al menos no para mí, el trabajo era el trabajo, porque pretender sentir algo, aunque fuese únicamente atracción en vez de amor, implicaba no estar concentrado en seguir con vida. Trago saliva y cuando vuelvo la mirada hacia el espejo, descubro que la embajadora ha terminado de vestirse y únicamente se encuentra arreglando su cabello, eso me tranquiliza. —Es hora de comenzar, señora embajadora— dice alguien después de golpear ligeramente la puerta del camerino, solo entonces me animo a voltear hacia ella. Parece estar preparada, a pesar del incidente. —Muchas gracias, señor Douglas—me dice y descubro que en verdad se encuentra agradecida conmigo, pero mis mejillas se encienden de vergüenza por ser tan cínico y no respetarla, así que únicamente asiento en respuesta. La embajadora se va y, ya que ella me ha pedido quedarme aviso por mi equipo de comunicación que Soler siga y proteja a la embajadora porque no puedo seguirla y supongo que mi orden desconcertó a la agente Fernández a tal grado de venir a verme. —¡Oh, por Dios!— le escucho decir, al verme, ella se gira y escucho una ligera risa— ahora entiendo por qué la embajadora llevaba ropa diferente. ¿Qué paso? —Un accidente de café—le informo. Entonces en la pantalla que se encuentra en el camerino comienza a transmitirse el programa que la embajadora está grabando y cuando la cámara la enfoca, me pregunto por qué me deje llevar por mi instinto. ¿Por qué me sentí atraído hacia ella?
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