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Capítulo XXXIII El malestar de la señora Merdle La señora Gowan se resignó a un destino inevitable —con la idea de aprovechar el lado bueno de aquella gente, «los Miggles», y de someter su filosofía a tan dura prueba, tal como había previsto en la entrevista con Arthur— y decidió generosamente no oponerse al matrimonio de su hijo. En el proceso de reflexión y en la feliz conclusión probablemente no sólo influyeron los afectos maternales sino también tres consideraciones políticas. La primera podría ser que su hijo nunca había mostrado la menor intención de pedir su consentimiento ni había dado indicios de incapacidad para seguir adelante sin él; la segunda tal vez fuera que la pensión que le había concedido el país agradecido (y un Barnacle) se vería libre de toda incursión filial cuand