—¡Fanny! —dijo la pequeña Dorrit, herida y anonadada. —¡Oh! ¡No te hagas la tonta! ¿A quién se le ocurre ir por las calles, a plena luz del día, con un pordiosero! (Esta última palabra la disparó como si fuera la bala de una escopeta). —Pero ¡Fanny! —¡Te digo que no te hagas la tonta, que no voy a entrar en ese juego! Nunca había visto algo semejante. Es vergonzoso el gran empeño que pones en humillarnos en todo momento. ¡Eres mala! —¿Acaso humilla a alguien —replicó Amy muy educadamente— cuidar a este pobre anciano? —Sí, señorita —respondió la hermana—, deberías saberlo. Y lo sabes. Y lo haces porque lo sabes. Lo que más te gusta en el mundo es recordar a tu familia todas sus desgracias. Después de eso, lo que más te gusta es frecuentar malas compañías. Pero aunque tú no tengas ning