Capítulo XVII Rival de nadie Por la mañana, antes del desayuno, Arthur salió a dar una vuelta por los alrededores. Como hacía buen tiempo y disponía de una hora, cruzó el río en el transbordador y paseó por un sendero que atravesaba unos prados. Al regresar al camino de sirga vio que el transbordador estaba en la otra orilla, y que un caballero que esperaba para cruzar hacía una seña a la embarcación para que parara. Parecía que el caballero apenas había cumplido los treinta. Iba bien vestido; tenía un aire alegre y vivaracho, el cuerpo fornido y la tez intensamente oscura. Mientras Arthur se aproximaba a la escalerilla, al pie de la ribera, el hombre que esperaba lo observó un instante y en seguida reanudó, perezosamente, la actividad de dar patadas a unas piedras y lanzarlas al agua.