Capítulo XV La señora Flintwinch tiene otro sueño En la desvencijada y vieja casa de la ciudad, envuelta en un manto de hollín y muy apoyada en las muletas que habían compartido su deterioro y que se habían desgastado con ella, nunca se vivía un período de salud ni de alegría, pasase lo que pasase. Si el sol la rozaba, era sólo con un rayo, que desaparecía al cabo de media hora; si la luna la iluminaba, era sólo pintando unas escasas franjas en su lúgubre fachada y dándole un aspecto aún más lamentable. Las estrellas, desde luego, no dejaban de mirarla cuando las noches y el humo estaban lo bastante despejados, y el tiempo inclemente se aferraba a ella con una insólita fidelidad. En ese penoso edificio todavía podían encontrarse la lluvia, el granizo, la escarcha y el hielo cuando ya hab