Apenas había sonado el timbre cuando salió a recibirlos el señor Meagles. Apenas había salido el señor Meagles cuando salió la señora Meagles. Apenas había salido la señora Meagles cuando salió Tesoro. Apenas había salido Tesoro cuando salió Tattycoram. Jamás tuvieron unos huéspedes una bienvenida más hospitalaria. —Aquí estamos, señor Clennam —dijo el señor Meagles—, confinados en nuestra propia casa, como si nunca más fuéramos a expandirnos… es decir, a viajar. Esto no se parece a Marsella, ¿verdad? Aquí se ha acabado todo eso del marchez, todo eso del allez. —Pero ¡aquí se encuentra una belleza de otra clase, qué duda cabe! —afirmó Clennam, mirando en derredor. —Pero ¡era agradabilísimo estar en cuarentena, caramba! —exclamó el señor Meagles, frotándose las manos con satisfacción—. ¡