Capítulo XI-2

1983 Words

El cliente se quedó mirándola mientras fumaba un último cigarrillo —y ella cosía con la cabeza inclinada sobre la labor—, con una expresión que, si la tabernera hubiera visto, habría resuelto sus dudas y habría zanjado la cuestión de si era un hombre guapo o feo. Cuando la mujer alzó la vista, la expresión había desaparecido y el hombre se alisaba el hirsuto bigote con una mano. —¿Podría mostrarme usted mi cama, madame? Alegremente, la tabernera de El Amanecer, interrumpiéndose varias veces para gritar por la puerta lateral: «¡Eh, marido!», le explicó que éste lo acompañaría al piso de arriba, donde había un viajero dormido que se había acostado muy temprano, ya que estaba muy cansado; pero que era una habitación grande con dos camas y espacio para veinte. El marido contestó por fin: «A

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