Martha
Llevo dos semanas planeando nuestra renovación de votos y todos nuestros amigos están muy contentos, lo celebraré en la casa, es grande para meter a unas 100 personas, pero solo irán cincuenta personas, las más cercanas a nosotros.
Involucre a Sofía por qué necesitaba una manito con algunas citas a las que yo no podría asistir. Todos afirmaron que irían a nuestra boda y yo estaba casi que danzando en una nube de lo feliz que estaba.
—Sofía, crees que debería usar este o este— me cuestioné mientras le mostraba a mi amiga.
Le enseñe un vestido blanco y sencillo que se ataba a mi cuello con la espalda descubierta y llegaba a la mitad de mi muslo, el otro vestido era color champagne claro, con una falda larga hasta el piso con una abertura sexy en la pierna.
—El corto —dijo volviendo a rotular las invitaciones sentada en el suelo de mi sala en una pose india— pero el largo está lindo.
—Ponte el corto tú, tenemos la misma talla —le ofrecí — yo me pondré el largo.
—Es tu boda, ¿cómo voy a ir de blanco? —preguntó sorprendida —además ya tengo mi vestido es rojo.
—Te verás hermosa—alegue contenta.
—No más que la novia— dijo igual de emocionada que yo.
Me sentía estresada y feliz al mismo tiempo, pues crear una boda expresas no era sencillo, aparte de eso cuando volviéramos de la luna de miel tenía que terminar de organizar la fiesta de cumpleaños de Diego y la pidió de un camión súper héroe y un carro cocodrilo así que debo averiguar de donde vio eso.
Sofía y yo armamos el menú para ese día y terminamos las invitaciones que faltaban, cuando vi que era tarde la invite a comer y empecé a preparar la cena.
Decidí meter piezas de pollo sazonados en el horno y hacer una ensalada fresca, hice al vapor unas papas y brócolis para Dieguito, mientras Sofía tomaba vino y conversábamos.
—Clare me dijo que el marido la dejó —cuchicheo tomando un trago de su vino blanco.
—Pobre mujer —respondí apenada mientras revisaba el pollo en el horno y le daba vuelta.
—Se lo buscó, por santurrona— chasqueo la lengua —ella debía ser más sexy para su hombre, más atrevida.
Esto era lo único que no me gustaba de Sofía, sin embargo, callé.
—Él la conoció así —defendí a Clare —¿porque tendría que cambiar?
—Yo nada más digo— levantó las manos defendiendo su punto —un hombre también necesita de aquello, amiga.
Me guiño el ojo descaradamente, Sofía siempre se jactaba de ser buena en la cama y de lo mucho que los hombres querían repetir con ella, pero eso no lo es todo en un matrimonio.
—Puede que la rutina mate a una pareja, pero con esfuerzo se puede sacar adelante —fui optimista.
La relación que llevaba con Miguel me llevaba a ser optimista con los demás.
—Una vez estuve con el esposo de Clare y no fue la gran cosa, pero se veía necesitado de una buena mujer—soltó de repente, justo en ese momento que llegaba Miguel.
—¡Hola, osita! —gritó desde la puerta como siempre.
Mi hijo salió de donde estaba corriendo a saludarlo gritando ¡papá, papá! Mientras se escuchaban sus pies golpear rápido el sueño para llegar a su padre.
Sofía y yo nos vimos fijamente por un largo momento que se tornó eterno, hasta que Miguel entró en la cocina.
—¡Oh! —se sorprendió al ver a Sofía en la cocina y está tomaba un trago de su copa de vino tranquilamente, terminando nuestra conexión —no sabía que tenías compañía, Martha —dijo más serio dirigiéndose a mí, no le gustaba las demostraciones de afecto en público —hola, Sofía.
Fue cortés como siempre, aunque creo que estaba muy tenso, le di una copa de vino tinto que era su favorito, y lo senté junto a Sofía mientras yo terminaba la cena. Diego dibujaba en la sala mientras veía sus series animadas y al rato Sofía y Miguel entablaron una conversación en la cual yo no participe.
Me pareció de mal gusto que dijera eso del esposo de Clare.
¿Fue a modo de juego o lo dijo en serio?
¿Se a costaría en verdad con el esposo de unas de sus mejores amigas?
Sería incómodo pensar que Sofía no tenía límites y podía meterse con cualquier marido de sus amigas, incluyendo el mío.
Un escalofríos recorre mi cuerpo con una sensación bastante desagravie.
—¿Estás bien, amiga? —preguntó Sof, preocupada en algún momento entre su conversación con Miguel, viendo que yo no decía nada y solo cocinaba y los escuchaba.
—Sí, sólo distraída —sacudo mi cabeza y mis manos para restar importancia y seguí con la comida.
—Pondré la mesa —se levantó Miguel rápidamente.
—Te ayudo —siguió de cerca Sofía a Miguel.
Miguel tomó los platos y Sofía los vasos del gabinete y se fueron al comedor, terminé de picar la ensalada y sazone teniendo todo listo para comer, todavía pensaba en los límites de mi mejor amiga, pero ella jamás me haría eso, soy la única que está con ella, su única familia.
Lleve la ensalada a la mesa y le pedí a Miguel que fuera por el pollo y luego me devolví por las papas al vapor y a preparar el plato de Diego.
—¿Puedes buscar a Diego? —le pedí a Miguel.
—Claro, osita —besó mi mejilla y luego notando mi estado de ánimo apagado —¿estás bien? Te noto distraída.
—Sí, estoy bien —aseguré, pero yo mentía terriblemente y creo que él se dio cuenta, aun así, no me presionó —estoy cansada con los preparativos.
—En unas semanas volveremos a ser marido y mujer —habló sonriente.
Le devolví la sonrisa calmando mi mente y haciéndole caso a mi corazón, Sofía y Miguel nunca me traicionarían de esa manera tan vil, se quiénes son.
Poco después nos sentamos a la mesa y serví sonriendo olvidando el tema y hablándole a Miguel sobre los preparativos de nuestra renovación de votos, Diego comía de lo que le daba y Sofía reía por las caras que hacía Diego al comer.
—Gracias, Sofía —Miguel habla mientras limpia su boca y se acomoda en su silla— por ayudar siempre a Martha con los preparativos de lo que sea que se nos ocurra.
Reímos con eso último.
—Sí, Miguel tiene razón —tomé su mano— gracias, Sof. Siempre has sido un apoyo importante para nosotros, eres una más de la familia.
El gran día llegó, hoy renuevo los votos con mi amor, el hombre que elegí hace nueve años, justo un día como hoy.
La maquilladora me dejó perfecta y estoy comiendo un sándwich pues muero de hambre de pasar toda la mañana en un corre, corre, en ese momento tocan mi puerta, estoy en mi habitación mientras Miguel se arregla en la de invitados, entra Julio, anda con un esmoquin de pingüino que le sienta de maravilla, para tener diez años más que yo se mantiene y le gusta a hacer todo tipo de ejercicio y reconozco que si no hubiera conocido a Miguel tal vez Julio y yo…
Bueno de nada vale pensar en eso ahora que voy a renovar los votos con mi esposo, Miguel es mi todo.
—Estás hermosa, Martha —Me halaga el hombre en cuestión.
—Gracias, Julio —me sonrojo mientras le agradezco —y gracias por venir.
Se que Miguel no es santo de su devoción, aun así, nunca falta a un cumpleaños de Diego o mío ni ninguna de las celebraciones que el considera importante.
—Si quieres huir dejo el carro encendido —bromeó señalando la salida.
—Lo tomaré en cuenta —declaré contenta de verlo— te quiero mucho, Julio. Siento que siempre contaré contigo.
—Siempre contarás conmigo, eres buena amiga, excelente trabajadora y una extraordinaria mujer— sus palabras causaron estragos a mis sentimientos.
—Gracias —dije con un nudo en la garganta.
En ese momento llega Sofía y Julio se separa más de mí, aunque no se va de la habitación, pues le pedí que me llevara al altar.
—¡Amiga, que hermosa estas! —ve a Julio y le hace una mueca que él le devuelve ni corto ni perezoso— ya casi es hora y el novio te manda a decir que no faltes a la ceremonia.
Nos reímos de su chiste, aunque Julio lo hizo de manera cínica, terminé de comer sin prestarle mucha atención mientras Sofía le hacía preguntas indiscretas a Julio.
—¿Ya tienes novia? —le pregunta está tomando un mechón de su cabello de forma coqueta.
—No quiero una mujer fija en mi vida por ahora— responde seriamente.
—No deberías dejar pasar tanto tiempo, ya tienes una edad y la gente se pone hablar —Sofía le lanza una mirada de supuesta inocencia.
Veo su discusión por el espejo mientras termino de arreglarme y Julio le lanza una mirada envenenada.
—Soy dueño de mi periódico, tengo algunas inversiones, he salido con muchas mujeres que pueden corroborar mi hombría, si eso es lo que te preocupa, Sofí— escupió la última palabra con desdén.
—A mí no me preocupa nada, jamás saldría contigo.
—En eso estamos de acuerdo, yo tampoco saldría contigo. Primero me cerceno alguna de mis extremidades y regalo mi fortuna.
—¿Fortuna? —cuestiona ella con burla —no seas ridículo Julio Santander, ¿cuál fortuna? —preguntó con desdén.
Y decidí terminar con su estúpida discusión "inocente".
—¡Bueno, ya estoy lista! —di una vuelta para que admiraran mi vestido y el velo que me había puesto.
—Bueno acabemos con esto —habló Julio, tendiendo una mano en mi dirección.
Se la di agradecida de que estuviera aquí.
—No llores —dijo antes de que mis ojos se pusieran aguados, me conocía muy bien.
—No arruines tu maquillaje —reprochó Sofía.
—No lo haré —solo vi a Julio y este me guiño un ojo y nos dispusimos a salir.
A veces Sofía era muy amargada para lo joven que era, pero así la quería, a veces simplemente la ignoraba hasta que se le pasaba.
—Hagamos esto —dije tomando el brazo de Julio emocionada y saliendo de la habitación con Sofía a mi espalda.
Al llegar al pasillo que daba a mi patio Sofía se puso delante de mí e hizo una seña para que la música comenzará, luego de llegar a su lugar empezó la marcha nupcial.
El padre que me casó estaba en su lugar y Miguel en el que le tocaba esperándome como hace nueve años con la diferencia de mi pequeño hijo vestido de esmoquin como el de su papá, pero con un corbatín rojo y se veía hermoso mientras sonreía y era cargado por Juan Carlos el mejor amigo de Miguel.
La ceremonia fue hermosa, aunque esta vez decidimos decir los votos tradicionales y no unos hechos por nosotros mismos, el padre al decir que podía besar nuevamente a la novia la gente rompió en aplausos mientras Miguel y yo nos besamos con infinito amor.
Luego de los saludos y felicitaciones nos fuimos a sentar en nuestra mesa mientras quitaban las sillas para darle más espacio a los invitados.
La música comenzó, la algarabía dio inicio a una noche llena de copas risas y música.
En nuestro baile una música que eligió Miguel en esta ocasión.
—Estás tan hermosa como la primera vez que te vi.
—Eres tan detallista como la primera vez que te conocí.
—Te amo, Martha.
—Te amo con el alma, Miguel.
Fue una noche perfecta para mí, reí y baile con mi esposo y algunos invitados entre esos Julio.
—Aún estás a tiempo de huir —murmuró Julio en mi oído.
—No arruines nuestro baile —apenas moví los labios cuando se lo dije.
—Jamás haría eso —me alejó de su cuerpo con una radiante sonrisa y me hizo girar dos veces y luego me atrajo a su cuerpo y llevo mi espalda hacia atrás mientras levanté la pierna para equilibrio.
— Siempre luciéndote— le dije golpeando su hombro cuando volvimos a retomar nuestro baile.
La verdad es que Julio es un bailarín magnífico.
Ha eso de las 3 de la mañana dimos por terminada la fiesta Miguel y yo, los invitados siguieron en lo suyo, luego de nuestro baile y picar la torta por supuesto, nos preparamos para salir.
Nos fuimos a cambiar, tomamos nuestras maletas y nos fuimos a un hotel a descansar un poco y a esperar para tomar nuestro vuelo, mientras nuestros invitados seguían la fiesta.
—Aún no me dirás a donde vamos—pregunté luego de que hicimos el amor, me acomodé bajo su brazo con una sábana cubriendo nuestra desnudez.
—Es una sorpresa —añadió con una sonrisa.
—Vamos, amor dime— insistí— quiero saber a dónde vamos.
—Bueno... está bien, te lo diré —hizo una pausa dramática —vamos a ir por yate a cinco islas diferentes.
— Ay amor, tú sabes que a veces me mareo en el mar.
—No te preocupes mi amor yo voy a navegar, estarás bien. El yate que alquile, es una maravilla, vamos a ir a cinco diferentes islas paradisíacas, poco a poco te iré contando cuales son.
—Gracias Miguel es un gesto hermoso de tu parte nunca he viajado a una y menos 5 islas.
Ese fue el viaje que cambió mi vida para siempre.