Martha
Dos días pasaron entre Islas, playas exóticas, agua salada y mucha diversión.
En nuestro tercer día de luna de miel, manejamos mar adentro y digo manejamos porque Miguel me dio el timón. Así que lo guíe Mar adentro saliendo de los límites de los Estados Unidos, el agua era clara y hermosa, el sol brillaba intensamente sobre nosotros, estuvimos nadando, bailando y bebiendo. Llevábamos 2 botellas de vino cuando caía la tarde y ya me sentía más que achispada.
—Aquí tienes otra copa de vino, cariño —añade Miguel entregándome la copa.
—Ya, la verdad es que estoy algo mareada, llevamos tres botellas.
—Llevamos dos y estamos celebrando nuestra luna de miel, porque no emborracharnos, estamos solos, sin Dieguito, solos, sólitos.
—Bueno, tienes razón —estuve de acuerdo, pero mi mente me pedía que dejará de beber, tomar no es lo mío.
Me tomé una copa más y luego otra y luego otra, así llegamos a tener 4 botellas de vino vacías encima de la mesa. El atardecer ya había quedado atrás, ahora el cielo era adornado por millones de hermosas estrellas, nos besamos e hicimos el amor en popa, mientras yo me sostenía del barandal y el besaba y adoraba mi cuerpo por detrás, estábamos desnudos, la brisa salada pegaba de nuestros cuerpos sudorosos. Nos amamos al aire libre y fue una sensación maravillosa.
Me fui a duchar y me sentía más lúcida, así que decidí no beber más, al salir él ya me estaba tendiendo otra copa de vino.
—Hoy me quieres emborrachar, bebé.
—No, osita. Lo que quiero es que te sueltes, que disfrutes— me comenta.
—Estoy disfrutando, no me hace falta emborracharme para eso.
—Osita —me miró con cara de perrito abandonado y cedí de nuevo —solo una más, brindemos. Por nosotros.
—Entonces una más —bebí un poco y poniendo encima de la mesa la copa.
Decidí ir a la cocina y preparar algo rápido para comer, había poca comida y anoté mentalmente hacer más compras cuando desembarcáramos, estuvimos picoteando comida y le pregunté:
—¿No vamos hoy a desembarcar en otra Isla?
—No amor, esta noche te quiero solo para mí.
—Estamos muy mar adentro ¿Qué te parece si nos ahorrillo un poco más? —estaba un tanto preocupada en mi mente alcoholizada —no hay comida y ya estamos fuera de los límites de Estados Unidos —creo que una alerta se intentaba encender en mi aletargado cuerpo— y me da miedo.
—No tengas miedo, el agua es mansa y el tiempo está maravilloso —desestimó mis preocupaciones —No te preocupes, que no va haber ningún problema.
—¿Estás seguro? —pregunté viendo el mar inmenso y ahora tan oscuro como el cielo nocturno —en serio, tengo una sensación extraña en el estómago.
—Esos son mareos— me dijo riendo.
—Jajaja. No son mareos —dije con una risita seguido de hipo.
—¿Estás segura que no son mareos?
—No, enserio es como un mal presentimiento, no podemos ir un poco más a la orilla.
—Vamos ¿a qué le tienes miedo? —cuestionó de nuevo—estamos aquí solos y felices ¿está bien? —déjame ver la ubicación que tenemos, cualquier cosa lo dirijo a cualquier otra Isla cercana—hablo con ganas de calmarme — No hace falta que sea las de Hawái.
—Me siento más segura con las de Hawái, en serio amor.
—Lo que la señora ordene y si quieres damos una vuelta y volvemos a toda marcha —hizo el saludo al capitán burlándose de mí.
—Eso me haría sentir más tranquila. Gracias— no le presté atención a sus tonterías, tomé mi copa y tomé un gran sorbo mientras terminaba de comer —y creo que deberíamos comprar más agua, para la próxima. —le reproche —. Hemos estado bebiendo todo el día vino, no estoy para esos trotes.
—Estás para esos trotes y más— se mordió los labios.
Luego de esa copa demás de verdad que empecé a sentirme muy mareada.
—Miguel, no me siento bien. Creo que ya estoy borracha—le hipé—vamos a descansar, amor —lo veía hasta doble y todo me empezó a dar vueltas— en serio me quiero recostar.
—Mi osita… —él eructó fuerte —. Está bien amor, Yo estaré aquí arriba y sigo celebrando por ti.
—Mejor vamos acostarnos, ya es más de media noche.
—Está bien déjame recoger todo y te sigo.
La verdad ni siquiera sé cómo llegué al camarote o a la cama, pero en cuanto me sentí cómoda me acosté a dormir.
***
Un rayo de luz me pegó directamente en la cara aturdiendo mi cerebro, cerré los ojos con fuerza, me puse una almohada en la cara para tratar de mitigar mi dolor y la cruel luz solar
—¡Miguel, vamos cierra la ventana! —le dije a modo queja, queriendo que la claridad no apuñale mis ojos —Miguel, vamos ¿no me escuchas, que cierres la ventana? —y nada.
Con el dolor de cabeza descomunal que tenía, traté de levantarme dos veces antes de lograrlo, cuando logré levantarme al principio me mareé mucho, esto de estar en el agua y beber no era una buena combinación, busqué mis lentes de sol y me los puse rápido
«¡Vaya día voy a tener!» pensé para mí.
—Miguel —seguí llamando— ¡vamos Miguel! ¿dónde estás? —decidí ducharme.
Pensando que a lo mejor se había quedado dormido en una de las tumbonas, me puse un bikini de una pieza n***o, un vestido corto blanco encima y mis lentes, me tomé dos aspirinas para el dolor de cabeza y subí a ver que había de grasoso en comida que me ayudara con mi dolor de cabeza, en cuanto estuve arriba me fui directo a la cocina a revisar el refri, pero casi no teníamos comida, teníamos que arribar en cualquier a puerto sí o sí.
Me bebí un gran vaso de jugo de naranja y encontré dos rebanadas de pizza que habíamos comido hace 2 días en Kalui y fui a encontrarme con Miguel.
—Cariño ¿dónde estás? ¿Te quedaste dormido en una de las tumbonas? —pregunté mientras comía, riendo mientras me lo imaginaba dormido y roncando en una de las tumbonas del yate— casi no tenemos comida debemos arribar en cualquier puerto y hacer más compras para seguir con nuestra luna de miel —el silencio reinaba en el lugar, solo las olas y las gaviotas era lo que oía —¡Oye, Miguel!
Cuando no me contestó me empecé asustar.
¿Dónde rayos se metió Miguel?
—En serio. No es gracioso—mi voz tembló un poco y un nudo se formó en mi garganta —si esto es una broma no es gracioso, ¡sal ya, por favor!
Empecé a buscarlo por todos lados y simplemente no lo conseguí el yate estaba vacío, solo estaba yo.
¿Cómo es eso posible?
Volví a buscarlo nuevamente, abrí todos los camarotes a ver si tal vez se había equivocado de cuarto, lo busqué en los dos baños que había en el lugar y simplemente había desaparecido.
¡Ay Dios mío!
¿Qué pasó con mi esposo?
Tal vez tropezó y cayó por la borda, veía hacia todas las direcciones y simplemente había un mar en calma e inmenso que me atemorizo como nunca antes.
¡Dios! ¿Dónde está mi esposo?
Fui al cuarto de mando donde estaba el timón y otras tantos botones, luces y pantallas que yo no entendía mucho, pero recuerdo claramente hace dos noches cuando Miguel me dijo cuál era la radio para comunicarme con otro barco. Así que llamé sin saber bien que decir, lo único que se me ocurrió fue gritar por ayuda como lo veía en las películas.
—Mayday, Mayday —no sabía si se decía así en mar igual que en el aire, pero igual lo dije desesperada por ayuda —auxilio. Necesito ayuda, mi esposo desapareció —Mayday, Mayday ¿cómo funciona esta cosa?
Se escuchó ruido de estático y luego una voz de hombre que salía de los altavoces de la radio.
—Aquí el capitán del barco sirenas del mar—se escuchaba algo entrecortado, pero pude entenderlo —repito, habla el capitán del barco sirenas del mar, dígame exactamente qué pasó.
—No lo sé —fui sincera —yo solo estaba con mi esposo en la noche y bebimos mucho y yo me sentí muy mareada y me fui a dormir y hoy en la mañana... no lo encuentro.
—¿Se ve flotando en el agua, Señora? —su pregunta me revolvió el estómago.
—No… no creo— balbuceé a punto del llanto —revisé por todos los costados dos veces en el yate, barco ¿no sé dónde estoy? ayúdame.
—Va a mirar en el tablero, arriba a la derecha, ahí hay unos números—le dije lo que me pidió exactamente.
—Lo primero que harás es sentarte a esperar —habló amablemente —no te cambies, no muevas nada nos vemos en media hora, repito nos vemos en media hora —se quedó un momento callado —voy a llamar a la guardacostas ¿está de acuerdo?
—Sí, por favor, llame a quien sea. Necesito encontrar a mi esposo, estamos de luna de miel, ayúdeme… no se suponía que terminaría así.
Comencé a llorar de la desesperación por que esto fuera una simple broma, una broma de pésimo gusto, una broma cruel en la que ya no quiero participar.
—Claro que sí, señora la vamos a ayudar, nos vemos en un momento, por favor siéntese y espere— me calma el señor.
No pude dejar de moverme por todo el barco, no sabía que hacer, no podía estarme quieta, mi estómago se sentía revuelto y volví a buscar nuevamente a mi esposo por todo el lugar, tal vez esto era una simple broma si lo era pues era de muy mal gusto y Miguel simplemente no aparecía, media hora después arribo junto a mí un barco mucho más grande era estilo crucero, el señor pidió poner una rampa para poder pasar de mi lado a lo que le asentí con la cabeza y mis pensamientos en mi amado esposo.
Sus trabajadores hicieron lo que él pidió para poder llegar a mi lado.
—Mucho gusto. Soy el capitán Wilson ¿cómo está?
—Confundida, cuando me acosté a dormir tenía mi esposo y ahora que me despierto simplemente no está ¿es posible que haya tropezado y haya caído por la borda?
—Si usted me dice que estaba muy ebrio entonces es posible.
—Sí, pero él estaba más lúcido que yo.
—Muy bien ya vamos a ver. ¿Qué fue lo que pasó? ya vienen los guardacostas —venga, pase, siéntese ¿sí? Descanse un rato, desayune. Todo va a estar bien.
Del crucero se asomaban personas esperando no sé qué cosa, pasé hacía el otro lado, el hombre amablemente me prestó su chaqueta de capitán y me la puse, mis manos temblaban y no sabía que hacer, estaba tan nerviosa, casi una hora después se nos acercó otro barco Este era como más pequeño estilo lancha con motor todo pintado de rojo, anunciando que eran los guardacostas, estos abordaron en mi yate y empezaron a buscar en todos lados, mientras una mujer llamada Elisa Beltrán me interrogaba.
—Me puede decir exactamente ¿qué fue lo que pasó? ¿qué hacía usted yate junto con su esposo, solo los dos?
—Estábamos celebrando nuestra segunda luna de miel —dije en un mar de llanto, temblaba de los nervios— este es el tercer día, hemos visitado hasta ahora dos Islas, hoy se suponía que íbamos a otra Isla a comprar más provisiones, pasear y seguir nuestro camino a las otras Islas —balbuceé como pude.
—¿Es la primera vez que viene a las islas de Hawái?
—Sí.
—¿Y su esposo?
—Esta era la segunda vez.
—¿Su esposo sabía navegar?
—Sí, le gustaba mucho somos de Nueva York y a veces él iba los Hampton y alquilaba un bote para poder Navegar un poco. A veces lo acompañaba y a veces no.
—¿Por qué a veces no lo acompañaba?
—Por qué me mareo con facilidad y a veces vomitaba y no me gustaba estar tantos días en el mar.
—¿Entonces por qué decidió irse de luna de miel en un yate?
—Fue idea de mi esposo, me dio la sorpresa el día que renovamos nuestros votos ni siquiera sabía dónde íbamos, todo era un regalo de parte de él.
—Entiendo ¿su esposo sabía nadar?
—Sí, sabe nadar —respondí y en presente, no en pasado como esa mujer se empeñaba —bastante bien, mejor que yo diría.
—¿Cuántas botellas de vino se tomó anoche, señora?
—No lo sé, alrededor de 3 o 4.
En ese momento se acerca otro joven uniformado igual que la muchacha y la llama aparte luego de unos minutos se me acercan nuevamente.
—Señora, debemos dar partes a las autoridades en Honolulu, llamar a los buzos para empezar a buscar el cuerpo de su esposo.
Simplemente sentía frío, mientras me deshacía en llanto, no pudiendo creer que era lo que había pasado.
Ayer estábamos tan felices y el día de mañana es cierto que mi presente es borroso.
Solo quiero que encuentren a mi esposo.
Solo quiero que encuentren a Miguel sano y salvo.