CARTA XVIII

717 Words
CARTA XVIII CECILIA VOLANGES A SOFÍA CARNAY ¿Cómo, Sofía, condenas de antemano lo que voy a hacer? Mi inquietud era bien grande y tú vienes a aumentarla. Me dices que no debo responder. Hablas bien a tus anchas y por otra parte no sabes exactamente lo que pasa. Estoy segura de que si estuvieras en mi lugar obrarías como yo; es verdad que no se debe responder y has visto por mi carta de ayer que tampoco yo lo quería; pero creo que nadie se ha visto en un caso como el mío. Estoy precisada a decidirme por mí sola. La señora de Merteuil, que yo contaba ver ayer noche, no vino. Todo conspira contra mí. Ella es causa de que yo le conozca; las veces que le he visto y hablado, ha sido casi siempre con ella. Esto no es decir que yo la quiera mal; pero me abandona en los momentos más difíciles para mí. ¡Ah! soy muy digna de compasión. Figúrate que anoche vino como acostumbra. Estaba tan turbada que no me atrevía a mirarle. Presente mi madre, no podía él hablarme; bien sospechaba que se enfadaría cuando viese que no le había respondido. Y en verdad te digo que no sabía qué aire debía tomar. Un instante más tarde me preguntó si quería que fuese a buscar mi arpa. Me palpitaba tanto el corazón que lo que únicamente pude hacer fue decirle que sí. Cuando volvió fue peor. No lo miré sino un instante; él no me miraba pero tenía una cara que se hubiera creído que estaba malo y me dio mucha pena. Se puso a templar el arpa y al dármela me dijo estas palabras: “¡Ah, señorita!…” pero con un tono que me quedé enteramente confusa. Ensayaba un preludio antes de empezar sin saber lo que hacía y mi madre preguntó si cantaríamos juntos. Se excusó diciendo que se encontraba un poco indispuesto, mas como yo no tenía excusa me fue preciso cantar. Hubiera querido no tener voz; escogí expresamente un aria que no sabía, porque estaba segura de que no podría cantar ninguna. Se hubiera notado que ocurría alguna cosa. Felizmente llegó una visita. Cuando divisé el coche dejé el arpa y le pedí la volviese a su lugar. Yo temía que se fuese al mismo tiempo, pero volvió. Mientras mi madre hablaba con la señora que entró, quise mirarle un instante. Me encontré con sus ojos y me fue imposible separar los míos. Un momento después vi correr sus lágrimas y se vio obligado a volverse un poco para no ser visto. Entonces no pude contenerme y comprendí que yo también iba a llorar. Salí de allí y con un lápiz escribí en un pedazo de papel: “No esté usted tan triste, se lo suplico, prometo responderle.” Seguramente no puedes decir que haya mal en esto y sobre todo no pude resistir. Puse mi papelito entre las cuerdas del arpa, como estuvo antes su carta, y volví a la sala. Ya estaba más tranquila y esperaba con impaciencia que se fuera aquella señora. Por fortuna iba haciendo visitas y se marchó pronto. Inmediatamente volví al arpa y vi bien por su aire que no sospechaba la cosa. Pero cuando volvió, ¡oh, qué contento estaba! Al poner el arpa delante de mí se colocó de manera que mamá no podía verle y tomando mi mano me la apretó… pero de un modo… Fue sólo un instante, mas no puedo decirte qué placer tuve. Sin embargo, la retiré; con que no tengo nada que echarme en cara. Ahora, mi querida amiga, ya ves que no puedo dispensarme de escribirle pues se lo he prometido, y además no iré a ponerle triste otra vez, pues yo sufro más que él. Si fuese por cosa mala, seguramente no lo haría; pero, ¿qué mal puede haber en escribir, sobre todo, cuando es para impedir que alguno sea desgraciado? Lo que me embaraza es que no sabré hacer bien mi carta, pero ya comprenderá él que no es culpa mía, y además estoy segura que con sólo ser cosa mía le dará infinito gusto. Adiós, mi querida Sofía. Si piensas que he hecho mal dímelo, pero creo que no. Cuanto más cerca está el momento de escribirle, más palpita mi corazón. Mas es preciso puesto que se lo prometí. Adios. En…, a 20 de agosto de 17…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD