Malía no pensó que Miguel tuviese tantos familiares, sanguineos o no, dentro del pueblo. Aunque vivian un poco apartados del resto, ellos se reunían en una sola casa viajando desde varias ciudades sólo para verse dos veces al año. Ella llevaba un vestido rosa de flores moradas, se veía sumamente hermosa con el cabello suelto en suaves ondas, y Miguel lucía orgulloso su gran trofeo. -Vaya mujer -¿Es de verdad? -¿Esa es su piel? -Me da miedo -Está muy buena Su familia tenía distintas opiniones y la verdad a Malía todas le daban igual, la comida olía riquísimo y ella tenía hambre desde el momento en el que llegó. -Hermano- un hombre alto, más claro que Miguel y con el rostro más joven, los recibió con tres cervezas en mano, una para él y otra para la pareja. -Amor, te presento a Orla