Capítulo 11.5

1497 Words
- ¿Me perdí de algo? –preguntó Ryusei sin querer prejuzgar. - El Señor Onur me estaba consolando… -dijo Emma, pero no pudo terminar de hablar porque fue interrumpida por el turco. - Me gusta tu sobrina política. ¿Algún problema? –que Onur sea demasiado directo dejó sin palabras al japonés. - Eeehhh, no lo sé. ¿Te obligó a sentarte sobre sus piernas? –preguntó Ryusei a Emma, quien negó aún más avergonzada-. Sí es así, no tengo ningún problema. Emma chan es una mujer de veintiséis años, así que puede tomar sus propias decisiones. Eso sí, Onur, ella no es mujer para un rato. Su crianza es de primera, lo que la hace una persona bondadosa y pura. - No te preocupes. Eso se nota con solo mirarla –y el turco, con un gesto muy serio, recorrió el cuerpo de Emma de pies a cabeza, algo que hizo que la actriz se mordiera los labios por lo nerviosa que estaba. - ¿Algo qué decir, Emma chan? –ofreció Ryusei la oportunidad para que la inglesa dijera algo. - Lo siento. Sé que no es momento para estar conociendo a alguien que me pueda interesar, pero no siempre llega a tu casa un hombre tan alto, fuerte y bien parecido como el Señor Onur –sonrió Emma tímidamente al turco, y este le ofreció una sonrisa que parecía estar llena de lascivia. - Solo diré que nada de látigos, cadenas, marrocas y cosas por ese estilo, ¿estamos? –el turco gruñó al japonés por el comentario, y Emma se tapó la cara porque ya no podía más de la vergüenza-. Onur, por favor, préstame tu auto, necesito hacer una compra urgente –el turco lanzó el dispositivo de arranque de su vehículo al actor y este salió corriendo, dejando solos a la nueva pareja que se estaba formando entre esos dos, que, al ser tan diferentes, serían el complemento perfecto el uno para el otro. Ryusei sabía que era inevitable su viaje a j***n, y aunque sea solo por unos días, pensó en que era necesario hacer algo para que Ann tenga la plena seguridad de sus sentimientos y que regresaría pronto. El japonés se dirigió a una conocida casa de joyería para comprar un anillo de compromiso para la Houston. Desde que empezaran la relación, hace un poco más de tres meses atrás, vio un anillo que le pareció único y perfecto para su amada. Ryusei estaba completamente seguro de sus sentimientos y que la relación con Ann llegaría al matrimonio, por lo que había puesto sus ojos en un anillo de compromiso que calzaba perfectamente con el de bodas que era su complemento. El diseño hacía que cuando la esposa llevara en el anular izquierdo ambos anillos estos encajaran perfectamente, ya que estaban diseñados para ser al final una sola pieza. Con la mejor compra que había podido hacer en toda su vida, Ryusei regresó al edificio y pasó toda la noche junto con Onur y Emma haciendo guardia al sueño de su amada Ann. Al día siguiente, cuando la Houston despertó, se encontró con que Ryusei se había quedado dormido en una muy incómoda posición, ya que tenía medio cuerpo sobre la cama y el resto sobre la alfombra. La periodista recordó todo lo que había sucedido la noche anterior y empezó nuevamente a llorar mientras acariciaba los cabellos de su amado japonés. Al sentir las suaves manos de Ann tocando su cabeza, Ryusei se despertó de inmediato y subió sobre la cama para consolar a la mujer que tanto amaba. Con un fuerte abrazo y caricias sobre la espalda de la Houston, el actor quería borrar todo lo ocurrido y devolverle la paz que le habían quitado. - Lo siento mucho, Ann chan. Por favor, perdona a mi madre –decía Ryusei mientras dejaba besos en la frente de la periodista-. Ella estuvo mal, lo sé porque nada de lo que dijo te lo mereces, pero es mi madre y también la amo. - Nunca antes había sido tan maltratada. La vergüenza que sentí fue inmensa, pero más la tristeza de saber que tu madre nunca me va a aceptar ni querer en tu vida –Ann lloraba mientras le confesaba a Ryusei lo que pensaba sobre lo ocurrido la noche anterior. - Por favor, Ann chan, no pienses negativamente. Ella tiene que escucharme y entender que te amo, que sin ti mi vida no tiene sentido y que no te puedo perder porque todo esto que siento no tendría a quién entregárselo. Mamá reflexionará, te pedirá perdón y podremos hacer nuestra vida juntos –Ryusei dejó el abrazo para tomar las manos de Ann y llenarla de caricias. - Sé cómo piensan los japoneses, y tu madre no va a dar su brazo a torcer. Será mejor que esto termine aquí –Ann no podía mirar a los ojos a Ryusei cuando sugirió acabar con la relación que tenían. - ¡No! Por favor, Ann chan, ¡no me hagas esto! –soltó Ryusei empezando a llorar. Él besaba las manos de su amada mientras ella apretaba los ojos al no querer verlo sufrir. Sabía que proponer acabar la relación lo dañaría, pero no quería que tuviera que ponerse en la disyuntiva de elegir a su familia o a ella-. Todo va a estar bien. Piensa en nuestros acuerdos. Yo quiero luchar y defender el amor que nos tenemos. Por favor, Ann chan, únete a mí en la misión de esforzarnos para ser felices. Un beso desesperado tocó los labios de Ann y esta lo recibió deseando que no sea el de la despedida. Ella quería aferrarse a él para no dejarlo ir. Si pudieran escapar lejos, lo harían, pero ninguno de ellos dos era un cobarde, así que sabían que habría que luchar. Tras retirar la vía intravenosa del brazo de la Houston, ambos enamorados se quedaron echados sobre la cama, observando uno al otro. Ann sabía que él tendría que viajar a j***n porque después de la discusión con su madre debía solucionar el problema que se armaría con su familia cuando ellos se enteren, por lo que estaba detallando cada milímetro del rostro de su amado japonés para recordarlo a la perfección y recrearlo cada vez que se sienta triste y lo extrañe. Ryusei no sabía qué le esperaba en el viaje que haría a j***n llevando a su convaleciente madre, de lo único que estaba seguro es que regresaría a los Estados Unidos, no por el compromiso de trabajo que ya tenía pactado, sino porque en ese país de América se quedaba su corazón al habérselo entregado a Ann Houston cuando se dieron ese primer beso bajo la lluvia. - Ann chan, quiero pedirte algo –rompió el silencio Ryusei-. Tengo que ir a j***n para llevar a mi madre que no está muy bien de salud –en los ojos de Ann apareció la preocupación y la culpa-. No, amor, no es culpa tuya y todo está bien. Mamá es fuerte y con el tratamiento adecuado su salud mejorará. Yo regresaré, pero no puedo prometerte que lo haré en determinada fecha. Ann chan, yo te amo, y eso quiero que nunca lo olvides. Y porque te amo, te quiero hacer una promesa. Cuando regrese a los Estados Unidos, será para hacerte mi esposa –la periodista no creía lo que el actor estaba asegurando-. Con este anillo –Ryusei sacó la cajita de joyería en donde guardaba el vistoso anillo doble-, te pido que seas mi esposa, te prometo regresar y unir nuestras vidas para siempre. Mira el anillo, es dos en uno, para que estés completamente segura que tu anillo de bodas ya está conmigo, y lo guardaré para ponerlo en tu dedo cuando me digas que sí enfrente de la autoridad civil o altar religioso que tú quieras. Hoy permíteme colocar en tu anular derecho, el anillo que tiene cinco diamantes, aquel con el que te digo que “tú serás mi amada esposa”, y es la promesa que te hago de regresar a ti y el anuncio al mundo de que eres mía, y nadie más puede ni siquiera posar sus ojos en ti. Ann no podía hablar porque la felicidad había hecho que nuevamente empezara a llorar. Ryusei extendió la mano, pidiéndole la suya para colocar el anillo. Ella le cedió su mano derecha, y en el anular él colocó el anillo de compromiso, la promesa de regresar a ella para hacerla su esposa. Luego cerró la caja guardando el otro anillo, el que colocaría en su anular izquierdo el día que le dirían al mundo que sí quieren compartir la vida juntos. El japonés la atrajo hacia su cuerpo con cuidado, y con un beso, de esos que dicen tanto, aunque te obligue a permanecer callado, selló el compromiso y promesa que ella aceptó y él le ofreció con el corazón y el alma.
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