Capítulo 1.2

1787 Words
(…) Horas antes de iniciarse la entrevista en vivo, Ryusei caminaba por los pasillos de las instalaciones de la cadena televisiva ABC en Los Ángeles acompañado de su agente y un m*****o del equipo de producción del programa de Ann Houston. La productora de la película que protagonizó había conseguido que la afamada periodista lo entreviste, algo que ella no solía hacer por estar inmersa en investigaciones de mayor importancia, relacionadas con un posible caso de lavado de activos a través de la inversión en una nueva productora independiente. Ann aceptó hacer la entrevista después de leer la información que pidió a su equipo recabar sobre Ryusei Miura. Al conocer que era un hombre que no gustaba de escándalos; que por más dinero que tuvieran las familias de dónde provenía era un hombre de gustos simples; que empezó una carrera desde muy joven apoyado por sus famosos abuelos y padre, por lo que sabía lo que era ser el representante de la buena reputación de sus ancestros; que gustaba de participar en actividades de ayuda social que su poderosa familia materna realizaba, la hizo entender que ese joven de veintiocho años era más que una cara bonita y un cuerpo llamativo, por lo que estuvo dispuesta a darle ese empujón que necesitaba para hacerse mundialmente conocido y que la película en que participó sea un total éxito. Ryusei estaba nervioso. Era la primera vez que sería entrevistado en una cadena estadounidense, en una lengua que no era la suya. Hablaba muy bien el inglés, el cual dominaba desde los tiempos en que iba a la escuela, pero temía que el uso de alguna expresión idiomática lo confundiera e hiciera cometer un error de interpretación, pudiendo contestar equivocadamente. Además, él no era mucho de hablar, al menos no con una desconocida. Si bien es cierto que era un excelente actor capaz de fundirse por completo con las características del personaje que le dieran, no dejaba de ser un hombre introvertido y callado. Camino al estudio donde se daría la entrevista en vivo, su agente le rogaba que no sea cortante, sino que se preste a tener un diálogo fluido que se torne interesante porque esa era la gran oportunidad para que el mundo lo conozca. Caminando hacia el camerino en donde le darían los últimos retoques a su vestuario y prepararían su piel para la exposición frente a las luces y cámaras, Ryusei pensaba sobre la periodista que lo entrevistaría. Había leído de ella muchísimo porque la consideraban como el hito que marcaba un antes y un después en el Periodismo de Espectáculos por el gran trabajo de investigación que llevaba realizando desde que empezara a laborar para esa cadena televisiva. Mientras retocaban su peinado, se atrevió a preguntarle a la estilista que le estaba ayudando a lucir bien si conocía a Ann Houston y la opinión que tenía de ella. Lo que le dijo la mujer le creó un prejuicio a Ryusei, ya que le afirmó que el terrible carácter de la periodista la hacía una mujer intratable, insufrible, además que se creía demasiado importante, llegando a ser muy soberbia y altanera. «Si es así como la describió, voy a estar metido en un terrible problema porque no podré ser yo mismo enfrente de ella», analizaba Ryusei la situación en la que estaba implicado y debía solucionar de inmediato, ya que estaba a una media hora de iniciar la entrevista. Para tranquilizarse, decidió caminar por los alrededores del canal, así que salió del camerino que dispusieron para él y enrumbó por donde el camino de pasadizos le llevara. Tras doblar en una esquina y entrar a otro corredor, escuchó una voz de mujer que reconoció. Sin esperárselo había llegado al camerino de Ann Houston. Como la puerta de este estaba entreabierta pudo escuchar la voz de la periodista, a quien se le percibía decidida, pero suplicante, algo que no combinaba con la descripción que le entregara la estilista que lo atendió. Curioso por descubrir en verdad quién era la famosa Ann Houston, el actor japonés decidió escuchar la conversación que sostenía por teléfono con alguien que supuso podía ser un abogado. Lo que Ryusei pudo entender de dicho diálogo al estar el celular en altavoz es que la periodista estaba muy interesada en comprar cinco viviendas que estaban próximas a ser incautadas por los bancos porque sus propietarios no podían pagar los préstamos que tenían con las identidades financieras al haber perdido sus trabajos por la quiebra de una conocida cadena de abastos donde trabajaban. La Houston se notaba consternada por la situación de estas cinco familias, quienes estaban conformadas por niños de acogida. Las parejas recibían niños huérfanos, abandonados o en situación de riesgo a quienes les daban un hogar y el calor de una familia, por lo que era para ella muy importante que estas cinco parejas no perdieran sus viviendas porque dejarían en desamparo a esas tristes criaturas a quienes con amor y mucha dedicación estaban haciendo que volvieran a creer en la humanidad. Ann se lamentaba de haber encontrado este caso muy tarde, ya que, por más que ella quisiera comprar las viviendas, estaban en una etapa en que primero tendrían que pasar a ser propiedad del banco los inmuebles, de ahí las familias debían ser desalojadas para que luego se dé el remate de las propiedades, cosa que la Houston quería evitar a toda costa, pero le faltaba tener los contactos precisos para que los bancos aceptaran de ella el pago total de las hipotecas y que las casas sean liberadas de cualquier deuda. Tras escuchar que el hombre al otro lado de la línea le prometía hacer un último intento para conseguir que las familias no sean desalojadas, la periodista pronunció el apellido de este, el cual Ryusei grabó de inmediato en su memoria y se alejó para hacer una llamada a su tío Kenji. En j***n estaban cerca de las 10 am del día domingo cuando Kenji Sato, el Director General del Conglomerado Sa-Na, recibió la llamada del mayor de sus sobrinos. Con su típica gélida voz, la cual lo caracterizaba al haber nacido incapaz de expresar emociones y sentimientos, Sato saludó a su sobrino y de manera directa le consultó el porqué de su llamada. Ryusei le comentó lo que acababa de escuchar y que quería ayudar a la periodista. Como su tío había estudiado el MBA de la Universidad de Stanford, graduándose con honores, y participaba frecuentemente como catedrático invitado en dicha casa de estudios, esperaba que tuviera el contacto adecuado para ayudar a la Houston en su deseo de evitar que esas familias se queden en la calle. Kenji, cuya fría expresión difería en un 100 % con su cálido y altruista corazón, tomó nota del apellido del abogado para consultarle a uno de los catedráticos de los cursos relacionados con Derecho de la Empresa del pregrado de la Universidad de Stanford si conocía a algún colega de tal apellido y que trabajara con la famosa periodista Ann Houston. A la primera llamada Kenji tuvo éxito, ya que el abogado que buscaba resultó ser un excompañero de universidad del catedrático, por lo que obtuvo de inmediato su número de contacto. Al comunicarse con el abogado, Kenji se presentó y le dijo que estaba interesado en ayudar en lo que fuera posible para que la causa que su famosa clienta estaba persiguiendo se logre. El hombre de leyes no dudó en aceptar la ayuda de Kenji porque reconoció que el caballero de voz tan gélida que tenía al teléfono no podía ser más que el famoso empresario japonés que cada año llegaba a la Universidad de Stanford a compartir su experiencia con los alumnos del pregrado de la Facultad de Economía y con los del postgrado. Al obtener el nombre de los cinco bancos con los que tenían inconvenientes para lograr que sin llegar al desalojo la Houston pueda comprar las cinco propiedades con hipotecas vencidas, Kenji llamó al Presidente de la Reserva Federal, institución encargada de la supervisión de los bancos en los Estados Unidos, quien también era egresado de la Universidad de Stanford. Al segundo timbrazo tan importante caballero respondió la llamada de Kenji. Tras escuchar la historia y lo que necesitaba de los cinco bancos que le mencionó, el Presidente de la Reserva Federal le indicó que en estos momentos haría las llamadas pertinentes a los presidentes de las juntas de accionistas de cada institución financiera para que permitan que Ann Houston pague las hipotecas sin tener que pasar por el tradicional proceso, el cual implicaba que las familias tuvieran que ser desalojadas. Antes de cortar la llamada, Kenji agradeció la ayuda que le ofrecía, y agregó algo más, que si los bancos ponían alguna excusa para no acceder a lo que pedía, que les dijera que el lunes a primera hora él llegaría a los Estados Unidos junto con su concuñado James Egerton, el Duque de Somerset, otro famoso empresario y multimillonario inglés, para comprar por completo las acciones de esos bancos, apoderándose de ellos y hacer posible que lo que Ann Houston necesitaba se haga realidad. A cinco minutos para empezar la entrevista, el celular de Ann sonó; era el abogado con muy buenas noticias. La máxima autoridad de cada institución financiera con la que estaban lidiando por el pago de las hipotecas vencidas había llamado al hombre de leyes y señalado que en breve el gerente de la sucursal principal le llamaría para que solucionaran el tema del pago de la hipoteca, de tal manera que el lunes se les entregaría la documentación que indica que la deuda ya no existía y que cada propiedad regresaba a las manos de sus dueños originales. La Houston no podía creer lo que había sucedido. Era un milagro porque de la nada los máximos representantes de esas cinco instituciones bancarias les estaban facilitando lo que sus funcionarios de menor rango no les permitían al indicar que debían seguir como estaban estipulados los procesos. Ann saltaba de alegría, pero se prohibió llorar porque estaba a nada de iniciar la entrevista. Con una felicidad que se reflejaba en su rostro, aunque no mostrara una sonrisa, la Houston salió de su camerino hasta el set donde se transmitiría su programa, uno que solía hacer en vivo, salvo contadas excepciones. Al ver la llegada de su entrevistado, un muy educado joven japonés que saludaba a todos por igual, sin poses de divo, sin un ego sobrevalorado, Ann sonrió, ya que a la felicidad que sentía por lo que le comunicaron hace unos minutos, se sumaba el hecho de que en verdad valía la pena apoyar a esa joven promesa de la actuación a que todo el planeta lo conozca.
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