PVO. DEREK
—Quiero helado—cierro el refrigerador y me volteo para ver a Alaia frunciendo el ceño
—No creo que tu mamá te de helado a esta hora —miro mi reloj—De hecho, ya deberías estar dormida.
Sus oscuros ojos me fulminan
—Quiero helado.
—Yo una cerveza —murmuro. Abro de nuevo el refrigerador y saco una.
La escucho hipar.
Resoplo.
Saco un bote de la parte superior cierro de nuevo y dejo el maldito bote de helado en la encimera
Con incredulidad, veo como pasa de tener sus ojos llenos de lágrimas a sonreír. Es como si absorbiera las lágrimas para otra ocasión.
Pequeña manipuladora.
—A ver enana. Este es el trato—la miro serio—Comes lo que te sierva en el cuenco y después a la cama. Deberías aprender a Fabián—el niño tomo su cena y después de su vaso de leche se fue a dormir, así que me doy por bien servido.
Reviso en los gabinetes y saco el cuenco y una cuchara. Sirvo una generosa porción de chocolate con galletas. Camino hasta la mesa ratona de mi salón y lo pongo.
—Todo tuyo —oculto mi sonrisa cuando corre hasta el salón y se sienta en el piso de madera a comer con deleite.
Me recuesto en la encimera. Alargo la mano, cojo mi cerveza abre fácil y tomo un pedazo sobrante de pizza que pedí.
Maddi me va matar por darles pizza de cena. Pero oye, que agradezca que acepte ser de canguro.
Niego divertido por la cara de algunos. Más temprano había llamado a Carlos y le habia dicho que llevaría a mis sobrinos. Él dijo que no habia problemas. Pero más de una no sabía que pensar.
—Oye Alaia ¿te gusto Nerea? —pregunto con curiosidad.
Ella levanta la cabeza y asiente.
—¿Qué pasa si el tío la invita a salir? —frunce el ceño—Tu seguirías siendo mi chica especial. Bueno tú y ahora Mía—le guiño
—Yo soy especial —me rio.
—Si, tú y Mia lo son. Ella es solo un bebe. no creo que quieras herir al tío Marcos.
Mi hermano es un blando con Alaia, bueno yo también, pero es lo que las mujeres de nuestra familia ocasionan en nosotros.
El primer blando es papá. Consciente a mamá, Maddi e increíblemente a Victoria.
El comienzo con ella no fue bueno. Papa le hizo la vida imposible y casi arruina toda relación con Marcos, pero el hombre es inteligente y se dio cuenta que Victoria ama a mi hermano. Ahora tiene una hermosa familia.
Papá esta loco por Mia. Sus nietos, ahora son la prioridad para mis padres. Fabián, Alaia y Mía son un tesoro para ellos.
—Tío —el murmullo de Alaia me trae al presente.
—¿Qué pasa? —dejó la cerveza un lado.
—No me siento bien —dice frotando su panza.
Joder.
—¿Te duele la panza? —camino hasta ella y asiente.
—Vamos a cambiarte y a la cama—miro la hora. Maddi quedó en recoger a los niños hace media hora, pero no hay señales de ella.
Le doy un vaso con agua y subimos, la cambio y cuando se mete a la cama junto a Fabián tiene mejor cara.
Cuando esta profunda mi móvil suena y veo que Maddi me ha enviado un mensaje.
Estoy afuera. Abre.
Bajo las escaleras y abro para ver a mi hermana y cuñado.
—Lo siento. Es mi culpa— habla Alexander cuando entran. Mi hermana lleva un abrigo y debajo un vestido plateado con un generoso escote. A ella nadie le dice que ponerse, ni siquiera Alexander puede opinar sobre eso.
Su cabello rubio está en un recogido que deja su cara libre de algún mechón inoportuno.
Mi cuñado va de etiqueta, pero la pajarita ya quedo en el olvido y lleva la camisa desabotonada.
—La cena se extendió un poco—murmura Maddi. Mira al salón y me voltea a ver —¿Los niños?
—Durmiendo —señalo el piso de arriba.
—Perdóname Derek. No era mi intención que los durmieras.
—Está bien, en realidad no dieron tanto problema para dormir.
—Gracias dice antes de rodearme en un abrazo —Te debo una— bufo.
—Es cierto— Alexander habla— Te ganaste el indulto por tirarte a la niñera— Maddi ríe pegada a mí.
Yo también.
—Pero si vuelve a suceder—me mira seria alejándose de mi—Ten por seguro que no hará piedra donde puedas esconderte.
—Lección aprendida—respondo—No me veas así. Me recuerdas a mamá —le digo
—¿Verdad que es terrorífica? — secunda Alexander riendo.
—Ve por los niños y mételos al auto cariño—demanda mi hermana. Mi cuñado sube divertido.
—¿De verdad no te ocasionaron problemas? —pregunta preocupada— Se lo difícil que es mi hija.
—Me manipuló para obtener helado— rueda los ojos— Les di de comer pizza.
—Derek —riñe se aleja, camina hasta la cocina y ve los restos de pizza— Gracias —se voltea a verme con una risita—Alaia hace lo que sea contigo.
—Es igual a su mami—niega.
Cuando mi cuñado tiene a sus hijos en el coche me despido de ambos y cierro la puerta. Camino hasta el sofá y me dejo caer exhausto. Miro alrededor de la casa en donde he vivido por tres años y medio. Es de concepto abierto los pisos de madera oscuros son originales igual que el recubrimiento de la chimenea a gas que instalaron.
La cocina tiene gabinetes blancos y encimera de cuarzo. Era un lugar reconfortante.
Cierro los ojos y me permito soñar con los ojos de Nerea.
—Muy pronto Sweet— murmuro.
PVO NEREA.
—¡Me estas pinchando el ojo! —pongo los mío en blanco cuando escucho como Fanny se queja. Estamos en mi casa preparándonos para el baile benéfico.
—Estate quieta. Fanny —le riño.
Después de unos minutos más y de un par de quejidos de ella, he terminado. Le hice lo que me pidió, un ligero maquillaje pero que acentúa sus ojos con un toque ahumado. En el cabello se hizo un recogido desordenado dejando algunos rizos sueltos.
—¡Me encanta! —chilla frente al espejo de mi tocador en el baño
—Ve a cambiarte—le digo. Ella sale del baño.
Mientras se viste, yo termino de darle un toque a mi cabello al cual le había hecho un semirecogido, trenzado a los lados. Era uno de los preferidos de mi abuela. Decía que una griega debía amar trenzar su cabello y darle sofisticación con unos ligeros toques.
Me mire al espejo y sin duda, mi lado griego estaba al descubierto.
Me puse mi vestido. Era dorado, con cuentas del mismo color. de tirantes gruesos, escote en V y abierto a un lado. Las sandalias eran de finas correas.
Me doy un poco de perfume y salgo para ver a mi amiga que lleva un vestido azul de tirantes finos con cuentas plateadas y azules en el corpiño y la falda es de tul, con zapatos nude.
Se ve impresionante
—¡Me encanta! —decimos las dos al mismo tiempo.
—¿Son diamantes de verdad? —se acerca y toma mis sencillos aretes.
—Fueron un regalo de mi abuela cuando cumplí dieciséis. Es tradición— balbuceo— eran de su abuela.
No estoy mintiendo.
—Están hermosos.
—Si. Solo los uso en ocasiones especiales.
—Están hemos —sonríe— ¿Nos vamos? —toma su bolso y yo hago lo mismo.
—Vámonos —respondo emocionada.
La fiesta de recaudación seria en un salón con vistas a Central Park cerca del Plaza. De los chicos beneficiados asistirían quince. Tres de cada clase de apoyo.
Estaba emocionada y nerviosa. Cuando deje mi cuadro en la fundación Carlos quedo asombrado. Pero, no estoy segura si para bien o para mal. en el taxi no dejo de pensar que alguien podría comprar mi trabajo o sencillamente quedarse allí.
Ahora entiendo a los chicos. Esto es un desastre emocional.
Al llegar a la gala bajamos, damos nuestras invitaciones y entramos. El salón es sobrio y elegante. Sillas y mesas negras con arreglos en naranja y detalles plateados. Al fondo, hay una barra donde ya varias personas toman algo y charlan, además de meseros que caminan para cubrir toda el área. Los enormes candelabros dominan la estancia y reflejan la luz del pequeño escenario.
—Carlos se superó —asiento— ¡Mira! —señala a un lado y justo en la entrada se pueden observar los once cuadros alineados. Están en un lugar donde todo el que entra tenga que verlos primero. En una esquina hay una chica junto a una mesa y tarjetas con sobres para que la persona dejen su puja y la coloquen en una pequeña caja dispuestas al lado década cuadro.
Mi cuadro esta en medio. El marco es la ventana de una típica casa en Grecia y en el fondo se puede ver el mar, también emule la caldera de Santorini que está a varios kilómetros de Creta. Mi hogar, el único que de verdad se sintió como propio.
—¡Chicas! —Carlos llega a nuestro encuentro y me mira atentamente como si me viera por primera vez—se ven hermosas.
—Gracias— murmuro.
—Entremos— nos anima. Fanny y yo lo seguimos.
—Ya estamos todos— anuncia Carlos llegando a un grupo. Me quedo en mi lugar cuando veo a Derek. Va de etiqueta y en realidad el hombre luce muy bien. Sus labios se expanden en una sonrisa que me deja sin aliento.
—Bien —comienza Carlos —Ya tenemos ofertas por los cuadros—aplaudo feliz en mi lugar—La subasta de la cena será después del postre. Los seis subirán al escenario con un número y después se hará la subasta silenciosa.
—¡Perfecto! —habla Fanny a mi lado emocionada con la idea.
—Maddi ya esta por llegar— anuncia de la nada Derek.
— Ella es la encargada de recibir el dinero donado por las personas—anuncia Carlos al grupo.
—Ella es de confianza —dice divertido Derek y evito la punzada de celos. Frunzo el ceño enojada conmigo misma ¿Maddi ese no es el nombre que dijo ayer? Es la madre de los niños
No me jodas.
—Vamos. A mezclarse— recomienda Carlos. Sin esperar, me voy directo hasta los cuadros. Ignoro a algunas personas.
Uno por uno miro con orgullo los cuadros. Están hechos de sueños y esperanzas de mis chicos.
—Te ves hermosa— me sobresalto ante la voz de Derek. Sus ojos azules tienen algo que no he visto en él. Diversión y me regla una sonrisa.
¿Derek sonriéndome dos veces una isma noche? debo esta alucinando.
—¿Sabe? no me había dado cuenta que tienes raíces isleña.
—Griega. Por mi padre —digo y de inmediato me callo— pero eso no es asunto de nadie— murmuro.
—¿Estas molesta?
—¿Por qué lo estaría? Digo, no es como si fuéramos amigos —avanzo hasta el cuadro caricaturista de una mujer con cabello rosa muy al estilo Marilyn Monroe.
—Dime Sweet ¿Qué te molesta? —doy un respingo cuando lo escucho.
¿Como me llamo?
—No deberías decirme de esa manera. No tenemos confianza.
—Podríamos arreglarlo— se encoje de hombros. Prepotente.
—No entiendo tu cambio de actitud— digo avanzando con el pegado a mí.
—Digamos que me canse de solo mirarte y no actuar —murmura.
—No creo que a Maddi le guste encontrarte conmigo— parece sorprendido.
—¿Maddi?
—Si. La madre de tus hijos— murmuro mirándolo de frente.
—Espera— hace un gesto de sorpresa
—¡Derek!
— Miro a un lado y veo a una exuberante rubia con un vestido rojo entallado corte sirena. Tiene los ojos azules y mira a Derek con una enorme sonrisa.
—Llegas algo tarde Maddison— esta pone los ojos en blanco. Posa una mano en el brazo de este en modo de saludo y veo los anillos.
¡Ella es su esposa!
—Permiso —murmuro.
—Espera—Derek me detiene— déjame presentarte a Maddi —mira la mujer —ella es Nerea.
—Hola— dice risueña— Tu eres la que encanto a mi niña.
—Ella le hablo de ti— Derek dice esta vez sonriendo. Asiento incomoda.
¿¡Que le parece gracioso!?
—Es un gusto. Tienen unos hijos preciosos.
—No encontraba aparcamiento—dice una voz desde atrás de Derek.
—Hey. Cuñado— saluda.
—Nerea. Este es mi esposo, Alexander.
El hombre de ojos cafés me tiende la mano y la tomo sin entender nada.
—¿Tu esposo?
—Si Nerea. Maddi es mi hermana—afirma —Los niños de ayer, son mis sobrinos.
¡Metida de pata extrema!
—Pensaste que era la esposa de Derek —abre los ojos como platos antes de arrugar la nariz —No tengo malos gusto— se mofa.
—Gracias por el apoyo —murmura.
—Si me disculpan —me alejo sin prestar atención a los llamados de Derek.
Llego a la barra y pido una copa. Cuando el barman la deja, tomo de un sorbo.
—¿Así que pensabas que Maddison es mi esposa? eso te tenía celosa —Derek llega.
—¡Es absurdo! — respondo mirándolo seria—Hasta ayer no existía para ti y hoy me dices estas cosas.
Se acerca más a mi y me acorrala sutilmente contra la barra
—Siempre has existido para mi Sweet—murmura—Desde que te vi por primera vez.