Tres

1045 Words
Nos apuramos los dos en cruzarlo… sin dirigirnos palabras, pues yo estaba demasiado centrada en admirar nuevamente aquel hermoso paisaje, mientras que mi padre se notaba emocionado por ver a su jefe al cual había trabajado sin conocer por más de 6 años. Nos tomó unos cuantos minutos llegar a la casa vecina y al llegar en ella, realmente me miré sorprendida. La enorme mansión del hombre era demasiado grande, quizás hasta más que la nuestra. Además, en la entrada, había un hermoso jardín lleno de flores color carmesí y que en esa noche, parecían estar saludando a los invitados. Pasé saliva con un poco de temor, aquella mansión era demasiado imponente y además, tenía que actuar de la forma que siempre me había disgustado: hipocresía y amabilidad, dos cosas a las cuales estaba obligada a hacer. Mi padre me ofreció su hombro, para así poder entrar juntos. Caminamos lo que nos faltaba del camino para llegar a las grandes puertas de ese gran palacio el cual estaba justo enfrente de nuestros ojos. Entonces se abrieron las puertas, para dar paso a una increíble sala de estar, en donde ya se podía apreciar la gran cantidad de gente rica que se encontraba en ella. Aquella habitación era mucho más que hermosa. Sus escaleras principales corrían desde el medio y hacían que realmente pareciese un palacio. El acompañamiento del candelabro de cristal y la música del violín, hacían que pareciese algo irreal y además, hacían una vez más que me sorprendiera por tan hermosos detalles que la misma habitación tenía. No pude observar mucho, ya que mi padre había comenzado a caminar hacia donde muchas personas importantes ya estaban reunidas, y como una buena dama y buena hija, le seguí sin protestar. —Señor Taylor… lo estábamos esperando —dijo uno de los hombres que estaban en el grupo. —Patrick, ¿cómo has estado? —murmuró mi padre al reconocerlo, con una gran sonrisa en su rostro. Era gratificante el observar en mi padre una sonrisa de aquella magnitud. Ni yo podía sacarle una tan grande como la que tenía en esos instantes. Él se había dedicado al máximo en esa compañía y además, hoy era el mejor día de su vida, ya que por fin conocería al señor Barton, el cual era su jefe en cuestión. Siguieron platicando de cosas relacionadas con la empresa, productos, encuentros y algunas presentaciones, lo típico que en una reunión de adinerados hacían; presentar a sus hijos para poder sacar beneficencia y así, poder crecer económica y socialmente. Mi hipocresía no podía llegar a más, detestable que mi padre me hiciera sonreír todo el tiempo y platicar sobre cosas que ni siquiera me llamaban la atención. Además de tener que tratar con gente idiota que simplemente tenían puestos sus ojos en mi fortuna. —Lo siento, pero, ¿podrían permitirme unos cuantos minutos en el tocador? —pregunté amablemente, pensando en que así podía aclarar un poco mis ideas y además, descansar un poco de tanta falsedad. —Claro, hija, te espero en la mesa —aceptó mi padre y además con una sonrisa, mientras volvía a la plática con sus compañeros de trabajo. Accedí lentamente, antes de aventurarme en los pasillos. Era increíblemente grande y además, demasiado revuelta. Hasta podría ser benéfico que tuviera en esos momentos un mapa en mis manos. Di varias vueltas, subí escaleras, pase unos cuantos corredores, caminé unos cuantos minutos. La música del violín había quedado atrás y había dejado ahora un silencio pacifico que yo misma había deseado desde que llegamos a la fiesta. Volteé hacia ambos lados. No quería admitir que me había perdido, ya que siempre había tenido muy buen sentido de orientación, pero aquel silencio se convirtió en algo aterrador cuando las luces comenzaron a apagarse y un miedo indescriptible llegó a mi cuerpo, sintiéndome observada desde cualquier ángulo. Caminé un poco más aprisa, tal vez era mejor regresar por los pasos en los cuales había llegado. Volteé hacia atrás y comencé mi caminata por donde había llegado. Tal vez el baño quedaba en otra dirección y además, estaba segura que no se encontraba en el segundo piso. Algo irracional para una casa tan grande. Mientras tanto, mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y el miedo comenzó a dejar mi cuerpo lentamente. Con cuidado bajé una escalera que se encontraba frente de mí, una linda vista se podía apreciar a mitad de las mismas, dando consigo a un lago hermoso que ni yo misma había visto en mi habitación y que además, reflejaba a aquella luna llena que lucía hermosa esa noche. Me quedé ida unos cuantos minutos. Era pacifico y relajante estar ahí en lugar de la fiesta, en donde todos trataban de caerme bien o hasta de coquetearme. Cerré los ojos y suspiré lentamente. Una mano llegó a mis hombros. Giré hacia atrás y entonces grité al ver por primera vez, unas orbes… ¿negras? Sí, eran negras como la misma oscuridad y que además, brillaban ante el reflejo de la luna en ellas. —D-Discúlpeme, fue mi error —le dije, ya después de apreciar el cuerpo del chico frente a mis ojos —Como sea… —me dijo el desconocido, sin prestarme mucha atención y bajando las escaleras—. No deberías de estar entrometiéndote en una casa ajena. No es cortés. —¡Buscaba el baño! —dije cerrando los ojos y totalmente avergonzada. —Si es así, ¡qué mal sentido de orientación tienes! Lo miré, inspeccionándolo. Un joven pálido de cabello oscuro al igual que ojos, era lo que podría apreciar. Además, realmente parecía de la realeza y mucho más con aquel acento detestable de superioridad que utilizaba. Bufé molesta dentro de mi mente. Era verdad que no debía de estar haciendo nada en aquel piso de la casa, pero no tenía que tratarme de esa manera y menos si era una invitada. —Regresa a la reunión —sentenció, cruzándose de brazos. ¿A qué venía tanta superioridad? Por su físico de seguro tenía mi edad. Desapareció de mi vista entre las sombras después de aquella plática no muy agradable y después de unos cuantos minutos, hice lo mismo, terminando de bajar las escaleras. Qué sujeto tan pedante.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD