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—¿Todo esto es necesario?—alegué. —Son órdenes el señor Montero, señorita. —De acuerdo. Muchas gracias—respondí desconcertada ¿Qué se suponía que había dentro? —Espere—exclamo cuando pretendía dar la vuelta e irme de ahí—el señor montero dijo que de aceptar todo esto debia ir con su chofer personal. Perpleja y confundida, mire a su chofer, era el mismo castaño de antes, al parecer era alto. Las veces que lo había visto, de hecho, solo había podido ver su espalda y su cabellera, pero ni su rostro ni su complexión era visibles para mí. El joven asintió confirmando lo que el mensajero decía. — ¿Adónde? —Por favor mire en el interior de la caja— explico. Por suerte en la entrada había una mesa de madera que bien podía pasar como recepción, pero en realidad uno de los antiguos inquilinos