Un baile

1532 Words
Todo es tan raro, tan de cuentos de hadas y princesas, la iluminación, el lugar, incluso las miradas de odio de la bruja malvada y demás, pero, recién me doy cuenta que no he visto al anciano, su padre, pero él se ve tan amable que no quiero romper eso, dar vueltas lentas al compás del piano, mientras él no deja de verme, me hace sentir como ese sueño que muy en el fondo toda mujer desea tener al menos una vez en su vida, y para mí una mujer con tres hijos, un matrimonio es imposible, y tener un matrimonio casi de ensueño, es más de lo que habría imaginado, ahora no se ve tan mal este acuerdo. Yo solo quiero creer que en menos de una semana, o, a más tardar en una semana poder volver con mis hijos, sin demanda, sin dinero, pero sobre todo sin demanda, lo que me hace feliz. Pero este sueño va a terminar, lo sé, pero en este momento puedo imaginar que quien está aquí es Fernando, ¿por qué pienso en él? ─Señor, ya se han ido todos. ─dice Charles, haciendo que ella levante la mirada. ─No sabía que las músicas de piano podían ser tan largas. ─susurra separándose de Edward lo menos avergonzada posible. ─Es todo. ─retrocede un par de pasos atrás. ─lleva a la señora Argento a su lado de la mansión. ─señala en dirección opuesta a la que se va. ─Si señor. ─la guía muy formal. Y, este es el fin de un cuento de hadas, hubiese querido permanecer más tiempo en mis pensamientos, habría sido más fácil para mi. ─¿Sabe por qué no vino el padre del señor Argento? ─pregunta caminando por un largo pasillo ─El señor no lo quería en la boda. ─¿Me puede asegurar, que no vamos hacia una mazmorra en la que me van a atar de pies y manos, y a torturar después? ─se detiene tras él. ─Juzgue usted mismo. ─se adelanta un par de pasos y presiona un botón en la pared. Un deslumbrante e iluminado lugar elegante espera por ella. ─Esto es... ─El señor pensó en su comodidad. Si usted necesita algo... ─toma un control. ─puede tocar el botón verde, y alguien vendrá en su ayuda. Esta área tiene cocina, jardín, habitación, piscina y todo lo que pueda necesitar, además de personal a su servicio mientras esté aquí. ─Lo agradezco, pero me gustaría tener mi equipaje y mis cosas conmigo. Y acceso a Internet. ─dice con cierta timidez. ─Todo está en su habitación. ─señala en una dirección. ─Si necesita algo más, por favor, hágame saber. En la habitación hay un botón blanco junto a la cama, presione si lo necesita. ¿Necesita algo más? ─¿sabe cuándo podré irme? ─pregunta con una sonrisa amable. ─Tengo información limitada, pero le haré saber al respecto en cuanto el señor lo autorice. ─Camina de regreso a la entrada. ─Tenga buena noche. ─la deja cerrada. El terror se aterró de sí cuando vio cerrar esas puerta, un segundo fue exagerado decir que le tomó llegar de nuevo a la puerta y abrirla. El alivio pudo sentirse en ella y escucharse con un gran suspiro, pero los pasos en la oscuridad de Charles la hicieron dar un sobresalto. ─¿Sucede algo? ─pregunta acercándose. ─Es solo que... ─baja la mirada avergonzada. ─Señori... ─carraspea. ─señora Argento, usted no está secuestrada, pero esta es la única área iluminada de la casa, fuera de esto, todo está oscuro allá, es solo precaución para usted. ─y eso... ¿por qué? ─pregunta aún con duda. ─Reglas de la casa, solo esta área de la casa está iluminada. ─advierte. ─¿Y cuando es de día? ─muy curiosa pregunta. ─Aún durante el día, el otro lado de la mansión es únicamente del señor y no está iluminada. No importa la hora. ─advierte. ─si eso es todo... ─Es todo. ─masculló. ─Respecto a su petición... espero quede satisfecha. ─sonríe y voltea, se va dejando la puerta abierta. El miedo a la oscuridad se apodera de ella, más cuando deja de escuchar los pasos de Charles, y decide por decisión propia cerrar la puerta. Siguiendo la recomendación de Charles, va a su habitación, al entrar su sonrisa es enorme, pese a lo mucho que le afectó estar en un país que no es el de ella, ver sus cosas, y una charola con varios tipos de hamburguesas, la hacen vivir una de las mejores "luna de miel", pero realmente, al sentarse sobre la cama, en total silencio y darle un mordisco a la hamburguesa más sencilla, lágrimas brotan de sus ojos. Así de la nada su rostro tiene dos cascadas mientras mastica su hamburguesa. La nostalgia es su dueña, y cada mordisco está lleno de nostalgia y lagrimas de soledad. Extraña el ruido, a sus hijos, las constantes preguntas de su pequeño Jota por su curiosidad del mundo, los constantes abrazos de Sandro, y la frialdad de amor exclusivo de su princesa y primogénita, extraña su mundo tal y como era, y ahora duele no estar con ellos, no importa si el vestido que usa cuesta más dinero de lo que ella ha visto en su vida. Daría lo que fuera por poder compartir con sus hijos todas esas hamburguesas, sobre todo por su hija, ama las frituras y comida chatarra. En la recepción. ─¡¡¿en qué demonios estabas pensando?!! ─entra su padre furioso acompañado de su abogado. ─Señor. ─se acerca Charles, intentando evitar una confrontación. ─Te dije que no lo haría, qué pararía la demanda, ¿por qué demonios te casaste? ─exclama furioso, lanzando ademanes por doquier. Lo que sorprende sobre todo a Charles. Él no lo sabía. ─¿quien te dijo...? ─¿Creíste que al invitar a tu tía abuela y su familia política, yo no me enteraría? ─espeta. ─¿que diablos quieres?, te dije que pararía la estúpida demanda, ¿qué sentido tenía ésta farsa? Edward ve a su padre lanzar reclamos y ademanes a diestra y siniestra, pero no se inmuta en lo absoluto, lo único que puede ver son los guantes de algodón, el calor que sintió al tocar las manos de Ángel. ─¡¿acaso me escuchas?! ─reclama con histeria, no soporta que su hijo lo ignore. ─¡¡habla maldita sea!! ─gritó lanzando un busto al suelo. ─No es una farsa, jamás lo fue. Ella es mi esposa y nada de lo que hagas importa. ─se gira. ─ahora, sal de mi casa, ¿o prefieres que te escolten el personal? ─¿no fue falso? ─pregunta calmandose así mismo. ─No. ─insiste en sacarlo, al señalar la entrada. ─En ese caso... ─mira alrededor. ─¿Dónde está tu esposa?, me gustaría felicitarla. ─insiste mirando por todos lados. ─La señora Argento está en la habitación, por su herida no se siente bien. ─dice Charles al ver como su jefe está paralizado. ─¿Ahora tu lacayo responde por tu esposa? ─pregunta con sarcasmo su padre. ─¿acaso las cosas cambiaron ahora?, ¿o en realidad "la señora Argento" está en el área iluminada de esta gran propiedad en tinieblas? ─provoca a su hijo. ─Mi esposa descansa. ─retoma su postura rígida. ─No voy a sacarla de su habitación para tu deleite. ─dice intentando demostrarle a su padre que no que importa. ─Aún no es tu propiedad, así que tranquilamente tengo... ¿qué?─mira al abogado. ─¿dos, o tres días?, para que todo este circo se haga efectivo... ─No te quiero aquí. ─insiste esta vez molesto. ─Y yo...te advierto que estaré aquí hasta el último segundo, solo para demostrar que lo que has hecho es una farsa. ─dice con cierto aire de superioridad. ─¿realmente crees que puedes engañarme? Ángel ha luchado con todas sus fuerzas para caminar por el pasillo oscuro, pero al darse cuenta de que ahora no estaba Barbara para ayudarle con los botones, y tanta es la tristeza y lo distraída que es, que a olvidado lo que le ha dicho Charles, y siente que no había nadie en el lugar que estaba, para que le ayude con los interminables botones del vestido, que estaban situados de manera estratégica en la espalda, no tuvo más opción que tomar su teléfono e iluminar su camino en busca de ayuda, pero la batería casi se termina por lo que la linterna se apaga justo a unos pasos de la puerta. ─¡Deja de mentir! ─grita el anciano, haciendo que Ángel se detenga antes de salir. ─¿dónde está esa farsante?, ¿o enviaras a tu lacayo por ella?. ─dice dejando esa opción a su hijo, ya que de hacerlo sería demasiado obvio. El terror por la oscuridad parece insignificante en comparación por el pánico a ser descubierta. Ya ha soltado su cabello y está descalza, pero aun conserva el vestido, así que decide improvisar y ruega a Dios que todo salga bien mientras abre las puertas. ─el lugar es hermoso. ─abre las puertas Ángel con su cabello alborotado. ─gracias amor, por dejarme verlo. ─lo abraza con emoción. ─muero por ver nuestra habitación... ─dice y se detiene al ver a su suegro y al abogado.
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