Edward, al escuchar el escándalo que Ana causa mientras forcejea con su madre, porque ésta no la deja ayudar a Ángel, se asoma a la ventana, solo para descubrir que su actual esposa patalea con debilidad en la piscina.
Charles corre por las escaleras, pero en un arrebato de adrenalina, y preso de la desesperación Edward rompe el vidrio y se lanza a la ventana.
Todos se quedan estupefactos al verlo sacarla de la piscina, pero ella no respira, furioso con las personas a su alrededor, se arranca la máscara con tal fiereza y empieza a darle respiración boca a boca.
Presiona su pecho con fuerza, pero ella no reacciona.
─Lo siento, yo intenté ayudar... ─grita Ana soltando por fin de su madre, y acercándose a ellos para ayudar.
─¡Oh, por Dios! ─se acerca la mujer que antes ha sido amable. ─la ambulancia está por llegar. ─se acerca preocupada.
Todos los demás ven como si de un espectáculo se tratase, lo que lo pone aún más furioso. Ni siquiera ha notado como todos esperan ver su cara sin la máscara, ya que esperan ver a un monstruo.
─Charles, ¡¡Expúlsalos de mi casa!! ─grita desesperado. Vuelve a darle respiración boca a boca. ─¡¡Respira, maldita sea!! ─presiona con fuerza su pecho y ella despierta expulsando agua.
Mientras todos esperan ver el rostro de Edward, él solo espera verla abrir sus ojos. Cuando sus ojos se abren él sonríe y la abraza con fuerza.
─Gracias. ─la abraza con fuerza aliviado de saberla viva, pero no puede evitar estar furiosos con las personas a su alrededor.
─Perdóname por dejarte sola. ─susurra a su oído.
Él estaba horrorizado con la idea saberla muerta, ella no había hecho nada malo, no era mala persona, quería salvarla, ella pudo ver el horror en sus ojos, pero él la vio a ella, en sus ojos había vida, alivio, ternura. Ella toca su mejilla y sonríe. No era lógico, nadie puede estar horrorizada con lo que veo, y aún así sonreír como ella lo hacía.
El helicóptero de emergencia llega enseguida al techo de la casa.
Edward la tomó en brazos y la lleva dentro para que los médicos la reciban.
─Creí que sabías nadar, ¿por qué entrar en una piscina si no sabe nada? ─pregunta con indignación.
─Sé nadar, pero cuando lo intenté me dolió el pecho y no pude mover el brazo... ─balbucea avergonzada, a Edward le parece gracioso que se avergüence.
─No entiendo porque se quitó el cabestrillo, el médico dijo que no lo haga. ─la regaña.
─pero no se veía bien con el vestido. ─se lamenta, pero no ha dejado de verlo.
─Pues, los féretros no combinan, ni lucen bien con nada, y era allí donde casi termina. ─insiste en regañarle cual niña pequeña.
Tan pronto cruzan el umbral de la puerta el anciano se acerca enseguida.
─¿Problemas en la luna de miel? ─pregunta el anciano al escucharlos discutir.
─Bájame por favor. ─dice con un tono suave y él lo hace. ─no puedo creer que nadie mas hiciera nada. ─bufa indignada.
─Creía que tú familia no podía ser más miserable, hasta que vieron como mi esposa se estaba ahogando y nadie hizo ¡¡nada!! ─le grita a la cara de su padre frente a todos.
─Estoy muy ebrio para nadar. ─se defendió uno.
─Este abrigo se lava en seco. ─se defendió otro con un tono petulante.
─Apenas habíamos llegado, cuando tú te lanzaste como un loco por la ventana a la piscina. ─se defiende la madre de Ana.
─¿qué cosa? ─abre sus ojos como platos. ─¿De cual ventana? ─pregunta Ángel con asombro.
─Charles. ─dice sin siquiera mirarlos. ─Saca a todos de aquí. La fiesta terminó ─ordena y los hombres de seguridad se acercan.
─Son mis invitados. No puedes sacar a nadie de aquí. ─se enfrenta su padre, al levantar su mano los de seguridad se detienen.
─La fiesta terminó. ─lo fulmina con la mirada.
Uno por unos se retiran antes de ser sacados por seguridad, mientras el médico la revisa.
─Los pulmones se escuchan bien, pero no está demás una revisión más precisa. ─recomienda. ─el que expulsara el agua, no significa que sea toda. ─insiste.
─Deberías cambiarte de ropa, o vas a enfermar. ─lo regaña ella, viendo como Edward se mantiene de pie en la puerta, aún empapado.
─¿va a estar bien? ─pregunta notoriamente muy preocupado.
─Me siento bien. Estoy bien. ─dice mientras el medico termina de revisarla.
─Pero una revisión no está demás. ─insiste Edward.
─Pero...
─Prepara el auto, saldremos enseguida. ─ordena Edward y el medico se retira al igual que el medico y su padre, que se ha quedado como simple espectador, al ver lo serio de la situación.
─Pero mojado no iras a ningún lado. ─le recrimina Ángel levantándose.
─despacio... ─musita corriendo a ella para evitar que caiga. ─no sabes si estas bien o no. ─la regaña evadiendo su mirada. ─me tomará un par de minutos cambiarme de ropa, debes hacer lo mismo.
─¿quieres que me cambie contigo, aquí? ─pregunta con una sonrisa coqueta.
─Si salgo de la habitación sería muy obvio, ¿no crees? ─susurra aun sosteniéndola por la cintura.
Ella puede ver una sombra bajo la puerta. Sabiendo que Charles se fue a preparar el auto, y seguramente el medico ya salio de la propiedad, no le toma mucho darse cuenta que seguramente es el anciano que ha vuelto, solo para espiar a su hijo.
─Bésame. ─susurra, lo que lo hace voltear. Se puede escuchar como abren la puerta.
Apenas alcanza a separar sus labios, cuando ella levanta una de sus manos y lo besa apasionadamente, mientras más lo besa, su pulso se acelera, la respiración es escasa, y él desea besarle cada vez más. Sus manos se aferran a la cintura de ella, con cada latido de su corazón la presiona hacia el con fiereza.
Se escucha como la puerta se cierra, pero ninguno de los dos quieren detenerse, él se aferra a su cintura, y ella a sus ondulados cabellos.