Cambios

1345 Words
Las ventanas están cerradas en la habitación, la única iluminación es la de las pequeñas lámparas, por lo que decide salir. Camina por los pasillos cuando se encuentra a la mujer que antes la ha ayudado. ─Buen dia señora. ─se acerca. ─Buen dia. ─sonríe mirando a todos lados. ─El desayuno será servido. ─hace un ademán. ─él señor ha pedido se sirva en la mesa principal y espera contar con su presencia. ─dice y ella asiente. ─Venga conmigo. ─dice y la guia. ─¿Qué hay de menú hoy? ─pregunta intentando hacer conversación. ─por cierto. ─se voltea. ─¿como se llama? ─pregunta curiosa. ─Ernestina, señora. ─contesta amable, pero con timidez. ─Bueno, Ernestina, soy Ángel, y me agrada mucho conocerte. ─dice mientras vuelven a caminar. ─El desayuno es variado, entre continental y tradicional italiano, así podrá elegir lo que a su paladar le agrade más. ─sonríe al llegar al final del pasillo. Un paso más, y entra en el campo visual de Edward, quien está ya en la mesa, usa guantes de tela y se ve mas serio que de costumbre. ─Bienvenida. ─dice cortante al levantarse. Charles se acerca y abre la silla para ella. ─Gracias. ─se sienta palpando la tensión. Ciertamente como lo ha dicho Ernestina, la mesa está llena de varias platos, así como fruta, pan, café, jugo, té y una que otras carnes. ─¿esperamos a alguien más? ─pregunta mirando la mesa. ─Mi padre se unirá a este desayuno, y será su despedida. ─asintió rígido. ─es todo. ─dice sin siquiera mirarla. Antes de que ella pueda dar su opinión o decir algo, el anciano aparece por uno de los pasillos, no se ve feliz. ─Veo que ya empezaron los problemas en el matrimonio. ─sonríe al ver a Edward, y cómo Ángel lo ve. ─Pueden servir. ─ordena al ver a Charles, y este levanta la mano. Rápidamente entra Ernestina y la asistente del chef, mientras la asistente del chef empieza a servir el desayuno del anciano y Edward, Ernestina se acerca a Angel. ─¿Usted dígame, ¿qué desea servirse? ─dice con una voz suave y discreta, casi como un susurro. Ángel ve a Edward, él simplemente desayuna sin siquiera inmutarse por ella, por el contrario, el anciano la ve y sonríe malicioso. Charles lo ve con disimulo, y no puede evitar sentirse mal por ella. Angel da un largo suspiro, cierra los ojos mientras presiona sus labios con fuerza, sacude su cabeza sutilmente y se levanta. ─Gracias. ─mira a Ernestina. ─es usted muy amable, pero no tengo apetito. ─dice y aparta la silla con sus piernas, causando un estruendo por lo pesado de esta. ─¡Siéntate! ─dice Edward sin siquiera levantar la mirada de su plato. Lo ha dicho de tal manera, que incluso su padre se sorprende y borra su sonrisa. ─No gracias. ─ladea su cabeza y se aparta de la mesa. ─¡¡Siéntate!! ─vuelve a ordenar golpeando la mesa con fuerza. Haciendo que todos los presentes de un sobre salto. Y es esto lo que yo quería evitar. ─pensó mirando al suelo, sintiendo un enorme remolino de emociones creciendo en su estómago. ─Esta es la maldita razón por la que casarme era mala idea, es por esto que amé mi libertad por seis años, al parecer, ni hay alguna manera de meter la mata, siempre seré yo quien busque la manera de hacerlo y en grande. ─se volteó a él. ─Espero tengan un buen dia, y usted. ─mira al anciano. ─un buen viaje. ─sonrie y sale de alli lo mas rapido que puede. Aquel enorme remolino acrecentando en su estómago empieza a subir rápidamente por su garganta, la ira, la impotencia, el miedo, la desesperación lo empujan fuera tan rápido como camina, haciendo que caiga sobre el suelo del baño vomitando. ¡¡Mierda!! ─ahoga un grito haciendo puños con sus manos por la ira, y la decepción por cómo él la ha tratado. Las lágrimas corrieron por sus mejillas por coraje, no podía creer cómo fue tratada. Todas sus cosas estaban en la habitación del piso superior, y para llegar allí el unico camino que ella conocia la obligaba a pasar por la mesa principal, por lo que era imposible ir por sus cosas ahora. Cerró la puerta del baño con seguro y se quedó allí encerrada. Edward por otro lado, después de que Ángel abandonó la mesa, este se fue a la terraza con dos botellas. Charles como de costumbre lo sigue, ya que debe cuidar de él. ─Si dices una maldita palabra, te lanzaré por los aires. ─gruñe abriendo furioso la botella. ─¡¡no la entiendo!! ─grita furioso. ─¡¿qué diablos quiere?! ─grita. ─Le dije que la amo y ella no lo recuerda, la ignoro para que no crea que me importa y se va. ─da un largo y seco sorbo, en su gesto se puede ver lo fuerte que es el licor. ─¡¡Maldición!! ─grita. Charles está por da su opinión, pese al riesgo de ser despedido, pero Edward no le da la oportunidad. ─¡Callate!. ─Lo señala amenazante. ─¡¡no digas nada!!, ¡nada! ─da otro largo y pesado trago. ─Soy un idiota... ─se deja caer sobre el suelo. Esta mañana es muy fría, se puede el vaho emanando de su cuerpo por el frío, sin embargo él parecía no sentirlo. ─sé lo que dirás. ─mira su botella. ─sé que dirás algo que ha dicho mi madre y me harás sentir culpable por lo que acabo de hacer, pero ¿qué creés?. ─lo ve. ─ya me siento culpable. ─da otro sorbo. ─y no quiero escucharte. ─niega con la cabeza levantándose. ─Solo quiero estar lo suficientemente ebrio para no pensar en nada de lo que tenga que ver con ella ahora. ─se para peligrosamente tambaleante a los bordes, por lo que Charles se apresura a estar alerta. ─solo quiero ver al infeliz de mi padre irse. ─dice asomándose lo suficiente. Justo a tiempo para verlo salir. ─Aún después de lo que vio en el desayuno, ¿se va? ─luce bastante sorprendido Charles. ─No hay nada que él pueda hacer. Ya estoy casado, la casa es mía, y si no se iba yo mismo lo sacaría. ─bufa divertido algo ebrio. ─Prepara todas las cosas de mi esposa falsa y haz cada una de las cosas que eran el plan inicial. No subas hasta que todo vuelva a la normalidad. Mí normalidad. ─ordena tajante, y pese a lo mucho que quisiera negarse, no lo hace. Las horas pasan y Ángel sale por fin del baño, más calmada, pero sale con la única intención de tomar sus cosas e irse. No ve a nadie en el pasillo, pero esté está inusualmente más oscuro de lo normal. Afortunadamente tiene su teléfono y puede guiarse con la interna, en cuanto llega a la mesa principal ve que todo está oscuro, vacío y silencioso, aunque para suerte de ella se encuentra con Charles. ─Quiero mis cosas, me voy, no me importa nada, me voy. ─dice cruzándose de brazos. ─Señorita Torres. ─dice y aunque esto le sorprende a ella, no dice nada. ─Hasta que el acta matrimonial sea entregada al señor Argento, usted debe permanecer en la propiedad, y aun faltan mínimo cinco días laborable. ─advierte cortante. ─No me importa nada, no quiero nada, no voy a esperar que nada se haga oficial, solo quiero irme y ya. ─insiste. Charles puede notar sus ojos brilloso, está a punto de llorar. ─No voy a justificar al señor Argento por lo de esta mañana, pero le diré... Solo es cuestion de dias para que este acuerdo termina, no tiene que soportar nada, usted estará en el área iluminada de la casa, como era en un principio, no va a ver al señor Argento, ya que él dejará la propiedad en dos días. Y regresará a tiempo para dar por terminado el acuerdo. ─advierte. ─No quiero verlo ni siquiera ese día. ─dice mirando al suelo. ─Se hará como usted decida ─asiente. ─déjeme guiarla hasta su área. ─dice y la acompaña en absoluto silencio.
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