Cicatrices

1361 Words
Prendida a su brazo, caminan juntos por las escaleras, ella no deja de hablar de lo mucho que disfrutó probando las delicias del chef, de lo divertido que es verlo cocinar, y lo mucho que le gusta el acento italiano, que le parece muy romántico, pero al llegar a la puerta de la habitación ella se queda en silencio absoluto. —¿Estás segura que es lo que quieres? —pregunta una vez más él. Solo están ellos dos, no importa a donde vean, solo están los dos, y ella no sabe a dónde más mirar que no sea él. Ella sonríe y asiente. Él, toma su mano y la guía a la cama, ella solo ve caminar, empieza a dudar, pero quiere hacerlo, sabe que lo desea, pero, por otro lado, el hecho de que él acepte estar con ella, sabiendo que está ebria deja mucho que desear. El contenerse por seis años, últimamente empieza a sentirse tan fina la cuerda, él es sexi, es atractivo. Si tan solo se permitiera ser y sentir, sin tapujos ni prejuicios. De pie, junto a la cama, él toma con ambas manos el rostro de ella, la mira fijamente y la besa de manera frenética, locamente excitado, dejándola sin aliento en solo segundos, con el corazón acelerado a mil por hora. —Te deseo. —susurra tomando aliento, cierra los ojos con mucha fuerza, mientras ondulado y brillante cabello cae por los costados. —Pero, quiero que lo recuerdes. —dice, y se aleja de ella con mucho esfuerzo. Abre el armario, toma un pijama y se lo entrega. —¿Qué? —balbucea con escaso aliento. —dormir con eso será incómodo. —señala el vestido. —ha sido una buena cita, aunque lamento que no la vayas a recordar. Déjame... —Va a cerrar la puerta Ángel, en su afán de provocar a Edward, se quita el vestido, y la ropa interior, quedando únicamente en camiseta, misma que él le ha dado. —Haz que sea inolvidable para mí. —lo abraza por la espalda muy cariñosa. —ven... —la lleva a la cama, ella se acuesta, y él la cubre con una de las sábanas, acostándose él junto a ella sobre la sábana. —Te quiero desnuda. —Dice y la abraza acostado junto a ella. —. ¿Qué flores te gustan?, ¿Te gustan los animales?, o, dime, ¿Cuál es tu autor favorito? —sonríe besando su cabeza. ─dime... ─Me gustan los girasoles, porque parecen pequeños soles, me gustan los perros, pero los gatos son más apapachables, tengo varios autores, y decir que mi autor favorito soy yo sería vanidoso, pero por amor propio diría que yo, pero mi segundo autor favorito es, Rafael Lugo Naranjo, es muy crudo y hasta grotesco, pero ve la vida de una manera que a veces creo que tambien la veo yo. ─Me gusta eso. ─susurra a su lado. ─me gusta hablar contigo, es extraño conocer a alguien tan fascinante y diferente. ─No soy tan fascinante como crees, soy solo una mujer ordinaria de clase baja como los demás... ,susurra. ─Eres más que extraordinaria, ojalá pudieras verte como yo lo hago... dime más de tí. ─insiste. Esto era más que un sueño, y de serlo, era el mejor de todos. El quería saber de ella, saber más allá. —Estoy muy ebria par recordar. —dice dando un bostezo. —mejor dime tú, ¿Porqué estabas tan triste cuando te conocí. —balbucea. Ángel cierra los ojos simulando estar quedándose dormida. —Hace cuatro años perdí lo mejor que la vida me había dado hasta entonces... —deja escapar un largo y nostálgico suspiro. —mi madre, la mujer más hermosa e importante de mi vida... —¿Cómo era? —balbucea adormilada. ─debe haber sido muy bonita... ─suspira acurrucada en su pecho. —ella olía a verano soleado, amaba hacer cualquier cosa con sus manos. Tenía manos mágicas. Ella solía decir muchos refranes que te alegraban el día. Siempre sonreía, era feliz, incluso en los momentos más difíciles lo era. —toma aire presionando sus labios con fuerza para no llorar. —Ojalá la hubieras conocido... —se acurrucó junto a ella. ─ojalá hubieras conocido a Alessandra, mi hermana hubiese sido tu mejor amiga... ella era increible, graciosa, romántica y le gustaba preparar postre, ella me enseñó ha hacer canolis, era una de las recetas favoritas de mi madre... ─sonríe ensimismado. Antes de darse cuenta, se ha ensimismado con buenos recuerdos sobre su madre y su hermana. Es la primera vez después del accidente que él puede recordar todas esas cosas buenas de su madre y su hermana, le costaba tanto hacerlo sin caer en el pozo profundo de culpa por su ausencia. Fue bastante fácil para él dormir junto a ella, pese a que ella estaba un poco más ebria que él. Ella no estaba dormida, aún estaba un poco ebria, pero escucharlo hablar así de su madre, le hizo ver más allá de sólo una cara bonita y dorso sexi. Aprovechando que aún dormía, le quitó los guantes muy despacio, los guantes de cuero mate fueron un poco difícil de quitar, pero cuando lo hizo, aún tenia los de tela. Con nervios y algo de precaución los quitó. Enormes, gruesas y pesadas manos quedaron al descubierto. Tenían varias marcas, cicatrices viejas, unas recientes, unos puntos recién cicatrizando, aún tenía la sutura. No era posible, antes de darse cuenta, ella estaba llorando al ver sus manos. Realmente eran muy suaves, pero estaban tan llenas de cicatrices, que las lágrimas salían solas. Se queda acurrucada en su pecho para dormir, pero no consigue hacerlo. Todo lo que él ha dicho, asumiendo que dormía, la hace darse cuenta de lo mucho que él intentaba abrirse con ella, y a su vez está consciente que ella no se va a quedar. Muchas cosas pasan por su cabeza, el deseo, el interés, le gusta, pero eso no va a durar, pero, ¿y si solo se dedica a vivir el aquí, y el ahora?, ¿Y si solo se permite vivir ese amor el tiempo que dure?, ¿que tan mal puede salir vivir ese amor por dos semanas?, ¿un noviazgo de verano? Las horas pasan y ella no consigue conciliar el sueño, pero ya no importa, casi son las cinco, se levanta con mucho cuidado y se mete al baño. Tras una ducha corta con agua fría, regresa a la habitación, en puntillas, no quiere despertarlo. ─Buenos días. ─balbucea levantándose medio adormilado aún. ─¿estás bien? ─frota su cara con ambas manos, y nota que no tienes los guantes. Inmediatamente la fulminó con la mirada. ─Te veías incómodo, así que los quité... ─se sienta junto a él en la cama. Está por tomar sus manos, pero él la evade. ─No lo hagas... ─lo regaña tomando sus manos. ─¿qué te pasó? ─pregunta. —mirando sus manos. Él se queda pensativo, mirando a la nada, sintiendo que cae a un pozo oscuro y profundo. —No lo hagas. —vuelve a insistir. —como alguien que ha vivido en un constante abismo lo digo. A veces, lo mejor es llenar ese abismo con buenos momentos, no importa si parece poco. —No sé de qué hablas. —dice levantándose de la cama, va al baño y cierra la puerta. Ángel ve los guantes sobre la cama, se siente horrible por haberle quitados los guantes, así que los toma y toca la puerta. —Lo siento. —dice tocando la puerta suavemente. —entiendo si te enojas... —Ayer estabas muy ebria. —sale y toma los guantes, algo evasivo, secando su rostro. —comí algo que parecía ensalada de frutas, pero no lo era, luego... —Yo le serví el vino, y eso no ayudó. —enarca una ceja volteando a verla. —respecto ayer... Ella sabía lo que diría, o al menos lo intentaría, pero, ¿y si todo se ponía feo cuando ella se negara?. Eso la obligó a mentir. —Lo último que recuerdo es haber subido a la terraza, estaba todo muy bonito, por cierto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD