Cambios inesperados.

1508 Words
De haber sabido que el viaje a lo que sería la boda falsa del año, sería tan incómodo, definitivamente habría querido viajar por separado, eso si hubiese tenido opción. Ir a una boda en la que me siento como una invitada, y no precisamente bienvenida, es lo más loco que he hecho en mi vida, pero no pensé que sería así. Pero tampoco me voy a alarmar, no es como si fuese una fiesta, claramente el dijo que sería algo discreto y supongo que para no correr riesgo, solo seremos él y máximo tres personas más. ─El señor Argento no quiere que se sienta incómoda. ─dice al abrir la puerta del auto. ─Debe saber que todo el servicio, incluyéndome está a su disposición. ─dice rompiendo el silencio tan incómodo que se formó desde que ella se subió al auto, y se dejó caer sobre la ventana del auto. ─Solo quiero una sola cosa. ─dice, desde donde está. ─Siempre y cuando el señor Argento lo apruebe, por su puesto. ─Una hamburguesa. Tengo hambre. ─miente con facilidad. Por un segundo lo único que quiso pedir fue ayuda para salir de este gran lío, pero en cuanto escuchó su respuesta, desistió. ─Claro. ─dice muy animado. ─En la cocina estarán más que complacidos por preparar algo diferente para variar. ─dice acomodando su abrigo mientras el auto disminuye su velocidad. Después de años vuelvo a lo mismo, pasé de estar bajo el yugo de un idiota que fingió su amor por mi, a estarlo con un tipo que será mi esposo falso. Esto debe ser irreal, no debería prestarme para una tontería como ésta. Cada vez que pienso en esto, me siento más tonta. Lo único agradable es que, pese a ser noche, el castillo embrujado se ve muy bonito. ─Está por demás decir que desde ahora, debe actuar como una novia. ─mira dentro. ─Pero... ─El señor Argento no es expresivo, así que... eso será sencillo. Discreción, y pocas palabras. ─dice bajando del auto al llegar. ─Sí, señor... ─suelta con ironía. Tanto la diversión como el sentido de humor en la casa Argento es tan precaria o mejor dicho inexistente, que cualquier cosa es divertida, ¿o será que Charles se divierte con las ironías de Ángel? Duda por un par de segundos antes de siquiera sacar su pie fuera del auto, pero es ver un guante de cuero marrón lo que le hace cambiar de opinión. ─Bienvenida. ─dice Edward con un traje muy elegante color azabache mate. ─Creí que... ─balbucea confundida de manera discreta hasta que levanta la mirada mas allá de sus pies. Lo que Ángel puede ver es algo muy por fuera de lo que pensaba. La entrada está llena de personas que no ha visto en su vida, lo cual realmente no lo esperaba, ya que se supone que sería algo discreta. ─Creí que era algo discreto. ─intenta sonreír. ─La falsedad se nota, no sonría. ─coloca su mano sobre la de ella. Siempre es mejor que la tomen por petulante, que como falsa. ─añade. ─No conozco a ninguna persona de las que están aquí. ─susurra rascando su nariz, trata de disimular todo lo que puede. ─Dije que la boda sería privada, y las personas allí son la familia Argento. Solo en sus libros hay millonarios hijos únicos, nietos de hijos únicos. Eso no existe. ─bufó. ─Claro. ─suelta con cierto aire de sarcasmo. Lo que le había dicho, le causó más que asombro, ya que eso significaba que había leído más de uno de sus libros, ya que el libro por el que fue demandada, no hablaba de ningún tema sobre hijos únicos. Los nervios se apoderan de mí, mi presencia y las familias no es lo mio, no soy buena con las tías, abuelas, o cualquier tipo de cadena familiar, no suelo caerles bien. Y ahora no solo estoy aquí, caminando hacia lo que sería la familia Argento, que seguramente dirán muchas cosas horribles, sino que además estoy sola, sin Sabrina, sin Barbara, ni ninguna ayuda colateral. ─Invité a su amiga. ─susurra al estar muy cerca. ─así no se sentirá tan secuestrada. ─bromea, lo que la hace sonreír de manera genuina. ─¿Y qué le voy a decir? ─dice entre dientes. ─Amor a primera vista. Usted es adulta, yo me encerré del mundo, la combinación perfecta. ─suspira. No hay palabras que decir, es absurdo lo que sea que pudo haber dicho, lo dijo de tal manera que incluso la convenció de su gran mentira. Todo se escuchó sencillo hasta que soltó su mano. Ángel no puede decidir entre las mentiras bien elaboradas de su falso prometido, o la cálida recepción con velas que ahuyentan las sombras devolviendo a sus esquinas, lo que se lo hace de ensueño. No le gusta la oscuridad, le aterra hasta cierto punto, pero realmente esperaba algo como un castillo embrujado, y no como un sueño romántico de velas, flores, piano y elegancia gótica. ─No puedo creer que te vayas... ¿a casar? ─brinca desde la parte de atrás de la multitud Barbara. ─Sí. ─asiente mientras presiona sus labios con fuerza y se encoge de hombros. Todas las personas se mantienen al margen, se limitan a ver a Ángel y Barbara convivir haciendo su pequeño escándalo a un costado de la gran y elegante recepción. ─Pero es muy loco, ¿no crees? ─dice sin soltarla, mientras ve a Edward vigilando todo el tiempo. ─¿estás segura? ─la suelta con sutileza. ─Hablé con la directora de la editorial, y si se puede arreglar lo del p**o de la indemnización. ─No sabía que sería así, la verdad, pero desde que estamos juntos todo ha sido mas fácil. ─mantiene su mirada nada sutil en la decoración. ─¿Y de cuanto sería? ─pregunta sorteando su suerte una vez más. ─¿y eso cuando empezó? ─insiste. Barbara, al igual que todos los presentes aún no pueden entender. ─¿cómo es que en menos de un mes se enamoraron?. ─De hecho... ─Agradezco a todos los presentes. ─Se escucha desde lo alto de las escaleras a un Edward hablando por primera vez en publico después de muchos años. ─Wow. ─suelta desde lo mas profundo de sí. ─no puedo... ─La directora dijo que se podría llegar a un acuerdo de la mitad de lo que pidieron, y la empresa te ayudaría con un diez por ciento. ─insiste llamando su atención. ─¿La mitad de tres millones, y la empresa me daría un diez por cierto... ─balbucea embobada con su voz. ─¿En serio te gusta? ─balbucea Barbara sin poder dar crédito de lo que ve. Sus miradas se cruzan por un segundo, en medio de una pequeña recepción elegante y discreta con lo que podría ser la familia Argento, todo parece no tener importancia, más que ella y él. ─Señor... ─carraspea discreto Charles tras su jefe. ─Sean todos bienvenidos. ─asiente tomando aire, desviando su mirada de Ángel. ─Querida. ─tiende su mano en dirección a ella. Si hay algo más incómodo que caerte en cuanto subes al autobús, con una minifalda que se rompe a la mitad al caer, y rodar por todo el pasillo en cuanto esté acelera, dejando ver tu ropa interior a todos los ocupantes, es estar en una reunión elegante, donde yo no soy para nada elegante y todos te ven, es que el pasillo es más elegante, pero en realidad la vergüenza y horror de ser juzgado es igual. Todos los que están aquí, son personas increíblemente hermosas, se ven tan reales, y tan bien cuidados que me siento en una película. Visten elegantes, sus cabellos se ven perfectos, todos usan bolsos, caminan con tanta propiedad, y luego estoy allí, con mi cabello quemado y reseco a medio recoger, mi piel como seguramente ellos describirían como bronceada, y todo esto es demasiado, estoy y me siento tan fuera del lugar, que tengo ganas de correr en dirección contraria. No es real, no es real, no es malditamente real. ─se grita internamente a cada paso, sus piernas tiemblan, y trata con todas sus fuerza de mantenerse firme. Antes de que de un traspiés al subir las escaleras, él baja para encontrarse con ella. ─¿está bien? ─pregunta tomando con delicadeza de ella y colocándolo sobre el brazo de él. ─S..., sí. ─asiente aferrándose a su brazo. Aún bajo todo ese grueso guante de cuero azabache mate, él puede sentir sus manos temblar. ─Esto no tomará más de una hora. ─dice con discreción. ─vamos a firmar. ¡¡Joder!! ¡Esto está pasando! ─puedo tener un minuto a solas. ─balbucea casi sin aire mientras caminan a la mesa, donde está lo que parece un juez de paz. ─No. ─dice a secas. ─Estoy aterrada. ─suelta con escaso aliento El miedo, los nervios, la vergüenza, y un acto desesperado, todo se juntan a la mitad de su estómago, lo que la hace incapaz de dar un paso más. Nada es más apropiado en este momento como la máscara que lleva Edward, ya que de lo contrario podrían ver su furia por lo que ella hace.
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