CAPÍTULO 21: CUESTIONES DE HOY Y AYER

832 Words
El experimento de convivencia continuaba, y aunque Ana y Gabriel estaban haciendo todo lo posible por adaptarse, pequeños detalles seguían poniendo a prueba su paciencia. Durante los días siguientes, las diferencias entre sus estilos de vida comenzaron a resurgir. Sin embargo, esta vez no había explosiones, sino pequeñas fisuras que los hacían cuestionarse internamente. Una tarde, mientras Gabriel estaba en una llamada de trabajo, Ana decidió organizar una parte del apartamento. No era algo que él le hubiera pedido, pero sentía que ayudaría a que el espacio fuera más cómodo para ambos. Cuando Gabriel terminó su llamada y vio que los papeles que había dejado en la mesa habían desaparecido, su reacción fue más intensa de lo que esperaba. “¿Dónde están mis notas?” preguntó con un tono que, aunque no pretendía ser agresivo, sonó más duro de lo que quería. “Estaban todas desordenadas, así que las puse en una carpeta. Están ahí, en la estantería”, respondió Ana con calma. Gabriel exhaló profundamente y tomó la carpeta, pero algo dentro de él lo hizo detenerse. No era solo el hecho de que sus cosas habían sido movidas; era la sensación de que su espacio personal había sido invadido. Sin embargo, no quería convertir eso en una discusión. “Gracias por organizarlas. Supongo que estaba acostumbrado a tenerlas a mi manera”, dijo al fin, intentando suavizar el momento. Ana percibió la tensión en su voz y se preguntó si había cruzado un límite sin querer. Pero antes de que pudiera decir algo, Gabriel cambió de tema. “¿Quieres salir esta noche? Podríamos cenar en ese restaurante del que te hablé.” Ana aceptó, aunque el cambio repentino la dejó reflexionando. Esa noche, mientras cenaban, la conversación fluyó con naturalidad. Gabriel le contaba sobre un proyecto en el que estaba trabajando, mientras Ana hablaba sobre una idea que tenía para su carrera. Parecía que todo estaba bien, pero en el fondo, ambos estaban evitando las pequeñas incomodidades que habían surgido durante el día. Sin embargo, una pregunta inesperada de Gabriel rompió la calma. “¿Alguna vez piensas en cómo eran las cosas antes de la pandemia? No solo para nosotros, sino para todo el mundo.” Ana se quedó pensativa. La pregunta parecía inocente, pero había algo en el tono de Gabriel que la hizo sentir que iba más allá de la nostalgia. “Sí, a veces. Creo que todos cambiamos mucho. Tú y yo no seríamos lo que somos ahora si no hubiéramos pasado por eso. Pero, ¿por qué lo preguntas?” Gabriel hizo una pausa, jugando con el tenedor en su plato antes de responder. “Porque a veces me pregunto si lo que tenemos es producto de las circunstancias. Si la distancia y las videollamadas nos hicieron idealizarnos de alguna manera. Y ahora, al estar juntos, estamos descubriendo cosas que no encajan del todo.” El corazón de Ana dio un vuelco. No esperaba que él fuera tan directo. “¿Crees que lo nuestro no encaja?” preguntó, tratando de mantener la calma. “No, no es eso,” respondió Gabriel rápidamente. “Solo… siento que todavía estamos aprendiendo quiénes somos de verdad. Y no quiero que lo que construimos se derrumbe porque no supimos manejar las diferencias.” Ana lo miró, tratando de descifrar sus palabras. Había algo de razón en lo que decía, pero también había algo más, algo que Gabriel no estaba diciendo del todo. “¿Esto es sobre nosotros o sobre ti?” preguntó finalmente, con un tono más suave. Gabriel suspiró, dejando el tenedor a un lado. “Supongo que un poco de ambos. He estado pensando en cómo era mi vida antes, en las decisiones que tomé, y en si realmente estoy listo para algo tan serio como lo que tenemos.” Ana sintió un nudo en el estómago, pero decidió no reaccionar impulsivamente. En lugar de eso, tomó su mano. “Gabriel, no tienes que tener todas las respuestas ahora. Nadie las tiene. Lo único que podemos hacer es estar aquí, juntos, y averiguar si esto es lo que realmente queremos.” Gabriel asintió, agradecido por su paciencia. Aunque la conversación no resolvió todas sus dudas, marcó un punto de partida para enfrentarlas. Al regresar al apartamento, ambos se sentaron en el sofá, en silencio. Ana sacó su teléfono y puso una canción que siempre los había conectado. Cuando la música llenó la habitación, Gabriel la abrazó, como si intentara encontrar una respuesta en ese momento compartido. “Gracias por no salir corriendo cuando empiezo a cuestionar todo,” dijo con una media sonrisa. “Gracias por ser honesto conmigo, aunque sea difícil,” respondió Ana. Mientras la noche avanzaba, ambos se dieron cuenta de que, aunque el camino era incierto, estaban dispuestos a recorrerlo juntos. Sin embargo, en el fondo, Gabriel seguía cargando una duda que no se atrevía a compartir por completo: ¿Y si el amor no es suficiente?

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