Sentado en el sofá de esta desolada casa, juego con el líquido ambarino dentro del vaso de cristal, mientras veo los minutos pasar. Un día más tachado en el calendario de mi mente, donde me sigo sintiendo igual que hace exactamente un mes atrás. Miserable. Sí, eso es lo que soy; un miserable. Un perro desdichado que se revuelca en su propio vómito, porque prefiere eso a tener que enfrentar la realidad. La realidad de sus actos, la realidad de su imprudencia, la realidad de su maldito corazón lastimado y la realidad de una vida perfecta totalmente destruida. Ese perro soy y no deseo dejar de serlo. Hoy no. Me río sin ganas al recordar ese “hoy no”. No creí entenderlo jamás y aquí estoy, reculando como ella lo hizo. Huyendo de ese golpe de realidad como ella huyó. Elevo el vaso para llev