Ella tomó sus manos, lo vio en medio de las penumbras, confusa, de pronto el recuerdo dulce de Berti vino a su mente.
—¿Berti? ¿Eres tú? ¿Has venido a verme?
Él se quedó perplejo, sintió su cercanía, no, él no era Albert, pero decírselo le dio pavor.
De pronto, sintió sus suaves labios, oprimiéndose contra los suyos, lo besó con dulzura, detuvo el beso, acunó su rostro.
—Nunca vienes a mis sueños, excepto hoy, a veces sueño que bailamos como en el pasado, noches felices, pláticas largas…
—No soy… soy yo…
Esa voz.
Maddie arrugó el gesto, sus ojos se volvieron nublados.
Intentó golpearlo, pero en un movimiento hábil, logró detener su mano. Cayeron sobre la cama, él encima de ella, Maddie olvidó su propio dolor, pudo ver su rostro, en medio de la penumbra, un claro de luna se colaba.
—Yo…
—¡Maldito seas! Te burlas de mi dolor.
Ella escupió a su rostro, él cerró los ojos, aún tenía su mano entre la suya, limpió su cara con su otra mano, abrió los ojos, había furia en su cuerpo, estaba cansado de sus constantes humillaciones.
Sintió la mano de Jackson sobre su cuello, ella lo miró casi con terror, pero su agarre se aligero.
—¡Aléjate de mí, asesino! ¿Me matarás? Los perros siempre vuelven a hacer su suciedad, ¡Hazlo! Sé que eres un asesino.
EL gesto de dolor de Jackson se volvió frustración coraje, su mano subió a su barbilla, tocando su suave piel nívea, sostuvo su barbilla con fuerza, besó sus labios con fiereza, era como si la castigará, mientras ella se retorcía debajo de él, luchando por alejarlo.
Por un instante, se sintió vencida, su lengua se abrió paso por su boca, la acarició suavemente, no pudo hacer nada, mientras ese beso se volvió feroz.
Él se dejó llevar olvidó todo, su pie se erizó ante ese beso voraz, hasta que escuchó un sollozo, cuando pudo volver a la realidad provenía de ella.
Se alejó asustado.
Ella limpió su boca.
—¡Vete antes de que la asesina sea yo!
Jackson corrió sin detenerse, saliendo de prisa, lejos de ahí.
Madison se levantó, cojeando hasta el espejo, miró sus labios, aún hinchados, podía recordar el sabor y la sensación de Jackson sobre ellos.
—¡Malnacido! No quise, Berti, juro que no quise —se sentó en la cama, y lloró por horas.
Jackson bajo a toda prisa, no quería dormir aun, sintiéndose tan fatal.
Caminó por el salón principal y se congeló, asustado, viendo ese cuadro frente a él.
Era Albert Ziegler, nunca lo conoció, murió al instante en que fue atropellado, pero le dolía ver su imagen, que fue tan pública.
«Albert Ziegler, eres mi sombra, el fantasma que suele perseguirme cada noche, cada instante, y mira en donde acabé, besé a tu novia… Me odiarías, lo sé, nunca aprobarías… ¡Que idioteces digo! Ella es mi esposa, pero solo una esposa indomable que quiere vengarse de mí, lo merezco, ya no sé qué merezco»
Birdy tocó su hombro, casi lo hace gritar.
—¿Hablando con un fantasma telepáticamente? —exclamó
Él bajó la mirada.
—No me digas, ¿Chernóbil te odia? ¿Para qué fuiste a ayudarla? Eres demasiado bueno para este mundo, Jack, anda vamos a dormir.
Jackson siguió mirando el cuadro, pero luego fue a la habitación.
Quince días después
Madison se encontraba mejor de salud, estaba en su oficina revisando unos procedimientos, cuando su secretaria Gina tocó la puerta.
—Señorita directora, la busca la señora Diane, la presidenta de la asociación de padres de familia.
—Hazla pasar.
Maddie se levantó y saludó a la mujer.
—Madison, me alegra verte, queremos pedirte, como sabes, mañana es el día de Santa Clara, queremos que se haga una fiesta aquí, ¿Podrías aceptarlo?
Madison se giró, no le era grato celebrar nada, desde hace mucho tiempo, nada para ella era divertido.
—Claro, ¿Cuál es el plan?
—Bueno, queremos adornar el colegio con listones rosados, contar la historia de la Santa Clara, y sus buenas acciones, organizaremos un baile para que todos se diviertan, cena, juegos y esas cosas que gustan, un estilo feria entre los límites del bosque y el patio principal, ¿Te parece?
Ella asintió.
—Bien, hablaré con Sabrina para que los ayude y les dé presupuesto.
—Muchas gracias.
Madison salió de ahí. Observó que se terminaba la jornada, cuando la mayoría de los estudiantes se fueron, ella vio a Jackson seguir con su rutina, luego de dar clases iba a barrer y limpiar el colegio.
Sonrió con malicia, le agradaba verlo padecer, pero no pudo evitar recordarlo aquella noche, su peso sobre su cuerpo, y sus labios sobre los suyos.
Jackson levantó la vista, se encontró con la mirada de ella, que rápido la evadió.
Él bajó la mirada, siguió en lo suyo.
—¡Madison!
Ella se giró, miró a Dante Smith, era preceptor del colegio, y un gran amigo de ella y de Albert.
—¿Qué sucede?
—Ven conmigo, por favor.
Jackson vio a ese par juntos.
Decidió seguirlos, ni siquiera supo porque lo hizo, pero los encontró en una sala de visitas, de todos modos, debía limpiar, así que lo hizo muy cerca de ellos, para poder escuchar.
—¿Qué sucede, Dante? ¿Por qué te ves tan mortificado?
—Escuché algo, a una estudiante de quinto año, la oí decir que, una estudiante del colegio es novia de un profesor.
—¡¿Qué dices?!