Capítulo Once: Un monstruo está suelto

1108 Words
Madison sintió un miedo absurdo, no podía creer algo así. —¡¿Qué dices?! ¡Es imposible! No tengo… ¡p*******s en mis filas de maestros! No puede ser, ¿Quién es? —Cálmate, la alumna no quiso decir más, ahora está en tu despacho, pero ella, tiene mucho miedo, no quiere decir nada, teme a represalias, Madison. Madison se levantó como un resorte, iré a verlo. Jackson tras la puerta estaba tan angustiad como ella, se escondió tras un muro para no ser visto, cuando ella salió. Tampoco podía creer algo tan cruel. ¿Cómo podía un monstruo de esos esconderse ahí? Era como un paraíso para esos depredadores, Jackson conoció en cárcel gente tan mala y cruel como esa, pero ahora de verdad temía por los alumnos, que eran inocentes, y vulnerables a tal maldad. Madison caminó hasta su despacho, entró, y miró a la niña, respiró profundo, aunque dentro estaba explotando. —Hola, Nancy. —¡No hice nada malo, señorita directora! —Cariño, debes decirme lo que sabes, por favor. —Es todo lo que sé, es todo lo que dicen, no me castigue. Madison estaba furiosa, pero Jack entró. —Maddie, directora… Ella lo llevó lejos de ahí. —¿Qué quieres? —Deje en paz a la niña, asustándola no logrará nada. —¿Cómo lo sabes? —Escuché… —¿Me espías? El hundió la mirada —Mire, la niña está asustada, quizás no sepa nada o sí, pero, si la obliga a hablar, ella se pondrá mal. —No necesito de tus consejos, Jackson Lusiak, mejor ve y limpia retretes. Ella entró a su oficina, pero analizó en lo que dijo Jackson, decidió hacer caso, dejó ir a Nancy que estaba llorando, desesperada. Durante la noche, se llevó acabo la fiesta de Santa Clara, Madison quería que pocas personas se enteraran de la situación que era ya de por sí, bochornosa. Sin embargo, Madison pidió a Dante estar alerta. —Avísame sobre cualquier cosa extraña que suceda. Jackson se acercó. —También estaré al pendiente. —No te necesito —dijo rabiosa Él se alejó. La fiesta fue tal como lo esperaban, había juegos de azar, juegos mecánicos, comida, dulces, música y baile. Blake Brown no apartó su mirada de Madison, le recordaba a su esposa, era tan joven y bonita como ella lo era, su obsesión siempre radicaba en eso, tomó un vaso con jugo, y sin que nadie lo viera vertió algo ahí. Estaba por llevárselo, su mirada oscura era penetrante sobre ella, que ni siquiera lo había notado, enfocada en buscar cualquier mala señal. —Profe Brown. El hombre se detuvo. —¿Qué? —Martha está en el patio trasero, dijo que, si pudiera ir, parece que le duele la cabeza, dijo que, si no venía, le dijera que llamaría a la directora. Brown frunció el ceño con rabia, asintió. EL hombre le dio el vaso al niño. —Llévaselo a la directora, dile que lo beba. El alumno asintió. Blake Brown caminó hacia el patio trasero, hasta que encontró a la chica ahí, la miró con ojos severos. —¡¿Qué demonios quieres?! Ella lloraba. —¡No puedes terminarme! Por favor, no me termines, mi amor, seré buena. El hombre se quitó sus manos de su cuello, la rechazó, pero luego la tomó del cuello, poniéndola contra la pared, besándola con lujuria, no era más que una adolescente. Cuando detuvo el beso, miró a un lado, los ojos de Adeline le miraban aterrorizados. La chica corrió tan rápido, sintió que era una presa. —¡Quédate aquí! Y no hables o te mato. La chica se quedó ahí, temerosa. Adeline corrió tanto como pudo, estaba por llegar a la fiesta, hasta que sintió unas fuertes manos arrastrarla hasta el baño de hombres, Blake cerró la puerta con seguro. La llevó hasta el último cubículo. —Vas a callarte la boca. —¡Por favor, no me haga daño! —sollozó El hombre cubrió su boca, y la atacó como si fuera un león devorando a una presa. Madison bebió el refresco, se sintió cansada luego de beber, solo quería ir a casa. Se despidió y pidió a Dante estar alerta. Buscó a Jackson, no lo hallaba. Cuando Adeline despertó, estaba tirada entre el bosque, todo era tan extraño, su mirada nublada, había un dolor en su cuello, tenía el recuerdo ligero sobre esas asquerosas manos, su ropa estaba intacta, sus piernas dolían, arregló su maltrecha ropa, caminó, zigzagueante. —¡Adeline! —Profe Jack, no me siento bien. La chica cayó en sus brazos. Jackson llevaba a la chica, cuando Faith y Marc los encontraron. —¿Qué hace? ¿Por qué está así? —Adeline se sintió mal, chicos, llevémosla a enfermería. —No, mi madre llegó por nosotras, puede llevarla ahí, la llevaré con su madre. —¡Yo puedo llevarla, profesor! —dijo Marc—. Además, la señorita directora lo buscaba con apuro, si no va la hará enojar. Adeline pareció recuperar la conciencia, y sus amigos la llevaron. —¿Y donde está la señorita directora? —En el estacionamiento. Madison zigzagueaba, sintiendo su cuerpo débil, algo no estaba bien, sintió una mano que la tomó, veía borroso, cuando observó a Blake. —No me siento bien. —Tranquila, cariño, te llevaré a casa, ven conmigo. Madison no podía decir nada, era como si no tuviera voluntad. El hombre la dirigía a su coche, la metió al asiento de copiloto, condujo, pero de pronto, Jackson estuvo en su camino. El hombre accionó su claxon. —¡Quítate de mi camino! El hombre se acercó y abrió la puerta sin que él pudiera hacer nada, bajó a Madison sosteniendo su brazo. —¿Qué haces? La llevaré a su casa. —¡Ella viene conmigo! ¿Madison? Ella parecía adormilada. Blake bajó del auto, se enfrentó a él. —¡Aléjate de ella, dámela! ¿Quién te crees que eres? —Soy su esposo, ¿Qué le diste? Parece drogada. —¿Esposo? ¡Imposible! —Aunque lo dudes, y si le hiciste algo, juro que acabaré contigo. Jackson cargó a Madison en sus brazos, la llevó consigo. Ella abrió los ojos, él esperó que lo llamara por ese nombre que dolía en su corazón. —¿Jackson…? Él la miró —Está bien, iremos a casa… —Me siento mal —Tranquila, estoy aquí, te protegeré. Ella se recostó sobre su pecho, la puso en el asiento trasero, condujo a casa, pudo verla por el asiento trasero, era otra Madison, ya no la Chernóbil que lo odiaba.
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