NARRA CLAIRE
Esperé, esperé y esperé, con los nervios de punta. Nunca unos tres putos minutos me habían parecido tan eternos. Bueno, tal vez los tres minutos que esperé con mi primera prueba de embarazo…aquella que me dio a conocer que estaba esperando a Abey.
Ahora, estoy esperando para ver si estoy esperando otro bebé, esta vez de otro papá. Ian. Ya llevo varios meses con él, y aunque hemos estado cuidándonos, desde hace un mes que tengo un retraso, y eso nos alertó.
-¿Ya? – lo escuché a él desde el otro lado de la puerta.
Miré la prueba, que es la más segura del mercado. Negativo. Exhalé aire y sentí una tranquilidad como la que nunca he sentido. Precisamente en estos momentos no me imaginaba esperando un hijo de Ian, no cuando estoy en problemas legales con Zac por la custodia de Abey.
-Solo fue un susto – le dije al rubio, mostrándole la prueba apenas salí del baño – supongo que mi retraso se debe a problemas hormonales.
Ian no dijo nada, supongo que para no hacerme sentir mal, pero sé que internamente estaba celebrando. Él no quiere formar una familia conmigo, no por ahora, eso está claro. Y que no dijera absolutamente nada, me enojó en sobremanera.
-¿¡No vas a decir nada!? ¡Adelante! ¡Di que te alegras de que no esté esperando un engendro tuyo! – le grité.
No, las cosas con Ian no están para nada bien. No desde que supe que me estaba siendo infiel, acostándose con cuanto modelito o actor gay se encontrara en los exclusivos bares neoyorquinos. Él ha cambiado mucho en los últimos meses, y aunque antes no solía llevar una vida de libertinaje y definitivamente no le gustaba acostarse con desconocidos, pues ahora sí lo hace.
Al principio, cuando me vine a vivir con él, todo parecía color de rosa, hasta que empezó a llegar tarde en algunas noches…todo se derrumbó en nuestra relación, o como sea que se llame lo que tengamos. A Ian le siguen gustando los hombres, de eso no hay duda, y solo está conmigo para aparentar llevar una vida sana. Y yo no lo he dejado porque…yo también estoy aparentando ante todos llevar una buena vida, junto a una “pareja estable” que vela por el bienestar mío y de mi hija.
-Por Dios, Claire ¿ya vas a empezar? – replicó Ian, cansado. Tuvo un día duro de trabajo, en donde perdió el partido contra Los Ángeles Galaxy, así que lo último que necesitaba era de mis berrinches.
-Yo…ya no soporto más, me iré con Abey a…no lo sé, a donde mi madre – dije, ya harta de todo.
Ian solo rodó los ojos, respiró hondo y empezó a contar hasta 10. Ian nunca me contesta. No le gusta discutir. Tal vez eso es en lo único que se diferencia de sus hermanas, no le gusta de a mucho el drama.
-Me acostaré a dormir ya, tengo sueño, tuve un día muy duro – dijo el rubio, regresando a la cama, así sin más.
Debo aceptar que Ian fue bien educado por su madre. No se atreve a levantarle la voz a una mujer, hasta el momento no lo ha hecho conmigo, ni mucho menos me ha tocado un solo pelo. Y debo admitir que lo que me molesta no es el hecho de que me sea infiel, porque eso en últimas me importa un bledo; lo que en realidad me duele es el estilo de vida que él está llevando. Antes, él no era capaz de acostarse con nadie que apenas conociera, y ahora tiene un sinnúmero de conquistas masculinas que iban desde futbolistas que no se atreverían nunca a salir del closet, hasta actores y modelos famosos que no temían en hacer alarde de su orientación s****l.
-Te voy a dejar, Ian – le dije cuando él ya estuvo recostado en la cama – creo que sería lo mejor para los dos.
-Mañana hablaremos de eso ¿sí? déjame dormir – dijo, para finalmente caer en los brazos de Morfeo.
No seguí insistiendo. Después de todo, es cierto que Ian tuvo un día duro. No sé lo que está pasando al interior del club, si él está teniendo problemas con el DT o qué, pero le está exigiendo demasiado, y él ya no es el jovencito veinteañero que podía perfectamente echarse todo el equipo encima y marcar los goles de la victoria. No, Ian ya está en sus últimos años de carrera, no tiene el mismo rendimiento de antes.
Me pasé por la habitación de Abey para asegurarme de que ya estaba dormidita tal y como la dejé hace una hora. Sí, lo está. La miré con puro amor. Es tan hermosa, a veces no puedo creer que esta niñita rubita sea mi hija. Le di un besito en la frente y regresé a la habitación que comparto con Ian. Desde que decidí venirme con él, nos estamos quedando en un lujoso apartamento, no muy lejos de donde tiene la mansión en donde vivía con sus hijos, la mamá de sus hijos, y Klay. Él, como buen padre, va todos los días a visitar a sus hijos, se va muy temprano para poder desayunar con ellos, después se va a trabajar, y regresa en la noche para poder estar conmigo y con Abey. Sí, es una rutina un tanto exhaustiva, pero es lo que debe hacer si tiene dos hogares que atender.
Me acosté en la cama, con sumo cuidado de no despertar a Ian. Estaba acostado de lado, dándome la espalda, y por ende pude ver las cintas kinesiológicas que tenía puestas para tratar algunos desgarres que ha tenido. A estas alturas de la temporada, es normal que la mayoría de futbolistas estén que no dan más.
Al día siguiente…
Me desperté temprano, como de costumbre, para hacer el desayuno. Ian se quedó en cama durmiendo como un bebé. No lo quise despertar, pese a que él siempre insistía en que lo despertara para él poder irse a desayunar con sus hijos. Estaba tan cansado anoche, que simplemente no fui capaz de despertarlo, debe recobrar todas las energías perdidas en el partido de ayer.
Y mientras estaba preparando unas tortitas, vi a Ian saliendo de la habitación, con una evidente cara de zombi, aun en boxers, descalzo, y con su celular en la mano. Incluso llegué a preocuparme.
-Mis padres vienen para acá – dijo.
Yo quedé en shock, porque a) no sabía que Jake y Melanie estaban aquí en USA, y b) definitivamente no estamos listos para recibirlos.
-Y… ¿vienen para acá, al apartamento? – pregunté, asombrada. Siempre que los padres de Ian vienen, llegan es a la mansión en donde viven sus adorados nietos, no aquí, en donde Ian vive con su…lo que sea a lo que se llame esto ¿su otra familia? No lo sé. Me siento de todo, menos familia de Ian.
-Sí, así que alístate, y alista a Abey – dijo, para luego regresar a la habitación.
En una rapidez que solo las mamás logran, logré bañar y vestir a Abey, bañarme y vestirme yo, y terminar el desayuno, porque supongo que mis “suegros” vienen ayunados.
NARRA IAN
No, no me gusta que mis padres vengan sin haber avisado con más antelación. Y no puedo creer que ni siquiera me hayan dicho que vendrían al nuevo continente. Si querían darme la sorpresa, pues vaya que lo han hecho.
Pese a que ya estamos a portas del verano y está haciendo un considerable bochorno, me puse una camisa manga larga para ocultar las cintas kinesiológicas que tengo en mis brazos, porque hasta en ellos he sufrido lesiones, pese a que lo que más utilizo en mi trabajo son mis piernas.
Salí de la habitación, y Claire ya estaba lista, dándole su desayuno a Abey. En serio no sé cómo fue que pudo hacerlo todo en un 2x3. Es un don que tienen todas las mamás, supongo.
El timbre del apartamento sonó. Yo me pasé la mano una vez más por el cabello para peinármelo un poco. No tuve tiempo si quiera de arreglármelo con gel, así que tuve que improvisar. Abrí la puerta, y me encontré con mis sonrientes padres.
-Pá, má, qué sorpresa – les dije, abrazándolos a ambos.
- Créeme que para mí también es una sorpresa que estemos aquí – me dijo mi padre, mirando con cierta reprobación a mi madre – alisté mis maletas pensando que iríamos a Francia a comprar el vestido de novia de tu madre, pero te imaginarás mi sorpresa cuando vi el tiquete.
-Cambié de decisión un par de horas antes…quise venir a comprar mi vestido aquí – dijo mi madre, a la vez que entraban al apartamento.
Ellos no habían venido aquí, no al apartamento que comparto con Claire y su hija, ya que ellos las anteriores veces que han venido, llegaban era a mi mansión. Pero este apartamento no era tan desconocido para ellos después de todo, ya que se los mostré por videollamadas.
-¡Claire! ¡Querida! – Saludó mi madre a la pelirroja con alegría, para luego dirigirse a Abey - ¡ay! ¡Pero mírate! ¡Cada día más grandota!
Mi madre está feliz con eso de que yo haya intentado tener algo con una mujer, y que ahora tenga lo más parecido a una familia con una. Pero al que no le ha convencido de a mucho es a mi padre. Detesto admitirlo, pero él me conoce mejor que nadie. Él, con los observador que es, en las veces que nos ha visto a Claire y a mi juntos, sabe que algo no anda bien.
-¿Quieren desayunar? Justo preparé tortitas de más – dijo Claire.
Mis padres no se negaron, después de todo, en las caras se les notaba lo hambrientos que estaban, y los demás efectos del jet-lag. Fue así como todos nos sentamos a desayunar, mientras que Abey estaba en la sala jugando.
-¿Entonces ya todo está listo para la boda? – preguntó Claire.
-Oh, sí, esta vez contraté a una wedding planner para que se hiciera cargo de todo, no quiero volver a estresarme organizando eventos – contestó mi madre, terminando con su té – les puedo dejar su contacto para que ella organice la boda de ustedes.
Justo en ese momento yo estaba bebiendo mi taza de té, y me atraganté, tanto que mi padre tuvo que darme palmaditas en la espalda. En cuanto a Claire, ella se puso roja como un tomate. No, en estos momentos no es bueno que mi madre hable sobre matrimonio, no cuando las cosas entre Claire y yo están tan mal.
-Cariño, llevan apenas unos meses juntos, no los asustes con el asunto del matrimonio – dijo mi padre, y le agradecí con la mirada.
-Oh, sí, lo siento – dijo mi madre, para después sonreírnos y vernos con ternura – es que ustedes dos son la pareja perfecta, me encanta imaginármelos casándose.
Pareja perfecta…si, eso llegué a creer yo, hasta que se me ocurrió echarlo todo a la mierda. Intenté serle fiel a Claire, claro que sí, pero mi deseo por los hombres pudo conmigo. Amo a Claire, por supuesto que lo hago, pero mi deseo s****l por los hombres es mucho más fuerte que eso.
Después del desayuno, mis padres se despidieron de Claire y los llevé a la mansión, que es en donde se quedarán los días que lo requieran, y que por supuesto podrán disfrutar de sus nietos. Apenas ingresamos a la vivienda, mis pequeños corrieron hacia mí, pasando un momento por alto la presencia de sus abuelos.
-Papá, te estañé – dijo Brianna, que con apenas dos añitos ya es capaz de hablar entendiblemente.
-Pero si los vine a ver ayer muy temprano – repliqué.
-¡Abelos! – exclamó Walter, al reparar al fin en la presencia de sus abuelos.
Mientras mis padres se deshacían en muestras de cariño con mis hijos, yo fui a saludar a Megan y Klay. El embarazo de ambos va viento en popa, estando tan solo a inicios de su segundo trimestre, Megan ya tiene una notable panzona. Aun me cuesta creer eso de que mis hijos y los de mi mejor serán hermanos, hermanos de verdad.
-No sabía que tus padres vendrían…- musitó Klay, nada contento de que tuvieran que verlo en pantalón de pijama.
-Yo tampoco lo sabía, fue una sorpresa por parte de ellos – expliqué.
Después de los saludos, mis padres fueron a llevar sus maletas a la habitación de huéspedes, y mientras, yo salí con Klay al patio.
-Entonces… ¿la prueba salió negativa? – preguntó Klay, que como buen mejor amigo que es, sabe todos los pormenores de mi vida privada, y entre eso también lo de la sospecha que Claire y yo teníamos de un embarazo.
-Sí, negativa – dije.
-Y… ¿cómo te sientes?
-Era la única forma que tenía de tal vez arreglar las cosas con ella, un bebé lo podía cambiar todo y…no resultó – dije, decaído.
Sí, yo quería que la prueba de embarazo de anoche diera positivo. Un bebé hubiese sido la excusa perfecta para que Claire no pudiese dejarme, y así, quedarse a mi lado, y para mí, por supuesto, hubiera sido razón suficiente para dejar el estilo de vida que estoy llevando y solo dedicarme a ese nuevo hogar que se hubiera formado. Pero todo eso quedó en la basura, junto a esa prueba de embarazo que dio negativo.
-Ella…va a dejarme, Klay, me lo dijo anoche – le dije a mi amigo, con la voz a punto de quebrárseme.
-No llores ahora, tu padre viene bajando las escaleras – dijo Klay, con lastima.
-¿Y mamá? – le pregunté a mi padre cuando llegó a mí.
-El jet-lag pudo con ella, está tomando una siesta – dijo mi padre, sentándose en uno de los sofás del patio - ¿tienes algo de cerveza? Con este calor se me antojó una.
Saqué dos Coronas del refrigerador y regresé al patio, le di una cerveza a mi padre y me senté a su lado, para yo comenzar a beberme mi cerveza.
-Se supone que tu no deberías estar tomando de esa cerveza – me amonestó mi padre, y es que estando en plena temporada, no debería estar bebiendo.
-Te juro que esta es la única que he bebido en toda la temporada, de resto solo he bebido cervezas sin alcohol – le aseguré, siendo eso verdad.
-Ya…-dijo él, no muy convencido, dándole unos buenos sorbos a la suya, como si se tratara de una botella de agua - ¿cómo van las cosas?
-Van muy bien – mentí.
No, todo en mi vida va mal. Y no me refiero solo a mi vida sentimental. En el club, las cosas van muy mal. Me enteré hace un par de meses que el presidente acosa a los chicos de la cantera, y que a cambio de favores sexuales, les promete hacerlos parte de la plantilla del primer equipo. Me di cuenta cuando uno de esos muchachos, un chico de apenas 15 años, llegó a entrenar con nosotros, cuando no había tenido protagonismo alguno en su equipo; se me ocurrió preguntarle, estando a solas en el vestuario, cómo había logrado llegar allí, y el chico, con miedo y nerviosismo, me lo confesó, como pidiéndome ayuda. Yo por supuesto encaré al presidente, y hasta amenacé con denunciarlo, pero él me ha estado chantajeando con una foto que tomó de la vez que yo me quedé en las duchas con Klay e intenté hacerle una mamada. Sí, es algo muy enfermo que el presidente espíe a sus jugadores cuando están en las duchas, pero es aún más enfermo que le esté pidiendo favores sexuales a los más jóvenes del club. Quiero hacer algo, pero definitivamente no puedo arriesgarme a que ese viejo publique esas fotos tan íntimas con Klay. Mi reputación ya no me importa, pero no puedo poder en juego la de Klay.
-No, sé que todo no va bien en tu vida – replicó mi padre, mirándome seriamente – tal vez puedas engañar a tu madre y a todo el mundo, pero definitivamente no a mí. He visto cómo ha bajado tu rendimiento con el equipo, y sé que no es por cuestión física.
Chasqueé la lengua. Es imposible mentirle a mi padre. No puedo mentirle a alguien que fue espía profesional, entrenado en Rusia. No, definitivamente a él no se le puede mentir.
-Las cosas no andan bien con Claire – le confesé, y tal vez eso sería lo único que le confesaría por ahora. No quiero contarle lo que pasa en el club, porque sé que mataría al presidente.
-Ya eso lo veía venir – dijo él, dándole el ultimo sorbo a su cerveza – te siguen atrayendo más los hombres ¿verdad?
-Es algo incómodo hablar de esto contigo ¿no crees? Lo podía hablar mejor con mamá – dije, sintiéndome achantado. No, no es fácil hablar de hombres con mi padre.
-Pero tu madre está convencida de que tu gusto por los hombres ya quedó atrás, y yo sé que no – dijo él, reacomodándose en el sofá, como si estuviera bronceándose en la playa, de lo más relax – no sigas lastimando a Claire y mejor termina con ella, antes de que las cosas resulten más desastrosas.
-No soy capaz de dejarla.
Mi padre entonces se puso más serio de lo que estaba, y se sentó para poder encararme mejor. Nunca lo había visto tan serio a como está ahora.
-Tu madre y yo no te criamos para que utilizaras a una mujer como un objeto. Sé que estás utilizando a Claire para aparentar estabilidad en tu vida, cuando es evidente que no la tienes, así que déjala, y si quieres hacer trizas tu vida, pues hazlo tu solito, pero no la arrastres a ella.
La cerveza se me revolvió en el estómago. Las palabras de mi padre fueron duras, pero ciertas. Desde el principio estuve con Claire para tratar de tener algo de estabilidad en mi vida, pero solo he tenido todo lo contrario a eso. Y no es justo que yo la esté arrastrando al desastre.
-Sé que has pasado por cosas muy difíciles, hijo – dijo él, refiriéndose claramente a la muerte de Walter y a la muerte de Jace – pero no son peores de las que sabes que yo pasé, y heme aquí, con una familia, y a punto de casarme por segunda vez con tu madre.
-Sí, tienes razón. Lo mío no es nada comparado a lo que pasaste tu – reconocí – ok, terminaré con Claire y…veré cómo seguir con mi vida.
Al día siguiente…
No, no fue fácil terminar con Claire. La amo como nunca he amado a una mujer, pero era necesario terminar con nuestra relación tóxica. Ella, a pesar de que desde hace rato quería dejarme, lloró a mares cuando decidimos continuar por caminos separados, y ahora, está alistando sus maletas y las de Abey. Se irá a Chicago con su madre en la tarde. No le ha dicho nada a Brad, y espero que cuando lo haga, le recalque que esto fue decisión de ambos, y que no se le ocurra decirle que la lastimé como lo hice. No quiero que la amistad con Brad se arruine, y mucho menos que me venga a moler a golpes.
-Ten este cheque…ya lo firmé, el valor lo puedes poner tú, lo que quieras – le dije, y ella, vacilando, me recibió el título valor. Detesta aceptar que no está en una buena situación económica, y que definitivamente no quiere pedirle a Brad.
-No quiero que nada de esto afecte la amistad que teníamos antes – me dijo la pelirroja, acariciándome una mejilla – a lo largo de estos años he pasado muy buenos momentos a tu lado – sonríe melancólicamente – no se me puede olvidar que fuiste el primer hombre del que me enamoré, y que fue el que me hizo cambiar el estilo de vida que llevaba cuando era una adolescente perdida.
Hice todo por no llorar, pero apenas ella cruzó la puerta con sus maletas y con su hija, caí de rodillas en el suelo y solté un doloroso quejido. No, esto no es para nada fácil para mí.
No tuve mucho tiempo para llorar. Debía ir a entrenar. Así que me eché agua en la cara, me colgué al hombro mi bolsa de deporte, bajé al parking, y conduje hacia el campo de entrenamiento. Tuve que pintar una sonrisa falsa en mi rostro al llegar al vestuario y encontrarme con mis compañeros. Nadie tiene por qué saber qué es lo que está pasando en mi vida privada.
-¡Hola, Ian! – Me saludó Archie, el muchacho al que estoy tratando de ayudar por la situación del abuso que le está haciendo el presidente del club – quería preguntarte si después del entrenamiento tienes algún plan.
-Bueno, pensaba ir a almorzar con mis padres ¿por qué?
-Ah, no, solo…olvídalo.
-No, anda, dime.
-Quería…bueno, invitarte a almorzar a mi casa. Les comenté a mis padres que me hablo contigo y están muy emocionados, y mi padre ansía en conocerte, ya sabes…fue hincha del Manchester United por mucho tiempo y ha seguido tu trayectoria – dijo, hablando nerviosamente, como me suelen hablar todos los muchachos de la cantera – pero sé que es algo estúpido invitarte a almorzar a mi casa, sé que dirás que no y…
-Archie, me encantaría ir a almorzar a tu casa y conocer a tus padres – le dije, y el chico se sonrojó adorablemente.
-Ok, entonces le escribiré a mi madre para decirle – dijo Archie, regresando a su taquilla.
Yo por mi parte me senté en mi taquilla para cambiarme, mientras que sentí la mirada de Klay sobre mí. Al voltearlo a mirar, vi que estaba observándome con una evidente reprobación.
-¿Qué? – le pregunté.
-No creas que no escuché todo…- dijo, en un tono de voz bajo para que los demás no escucharan - ¿salir con un puberto? ¡Estás loco! ¿Quieres terminar en la cárcel ahora sí?
-Oye, no veo a Archie con esos ojos…- le dije, y es la verdad. Veo a Archie como un chico que necesita de mi ayuda, nada más. Aunque claro, Klay no sabe eso. Y no, claro que no tengo ojos para muchachitos mucho menores que yo. Bueno, tal vez Jace era una década menor que yo, pero ya era mayor de edad – solo es…como un hermanito menor.
-Ajá, sí, y yo soy Spider-Man, y solo juego fútbol por ganar algo de dinero, porque nadie me paga por salvar a New York del crimen – dijo, mientras se ataba sus botines – ¿sabes? Con quien folles no me interesa, pero sí que me preocupa que te estés volviendo un pedófilo.
-Ay, ya cállate – le dije, dándole un codazo.