En una noche oscura y bastante fría un pequeño niño observa a dos hombres que llevaban palas en sus manos. Las nubes se alejaron de la luna y su luz reveló que el pequeño permanece amarrado de pies y manos, además de que una cuerda gruesa lo ataba a un árbol por la cintura. El pequeño Edward casi podía liberar una mano y pensaba como podría liberarse de aquel árbol. Trataba de moverse lo menos posible y de hacer el menor ruido. Pero algunas hojas de vez en cuando crujían bajó sus pies, por lo que tenía que parar el movimiento. "Apúrate hombre!" "El viejo tacaño no pagará nada por este mocoso, así que no nos sirve para nada." Gritó uno de los asquerosos hombres después de haberle dado un buen trago a su botella de alcohol barato. "Cava más rápido y deja de gritar bueno para nada!"