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Un amor inexplicable

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Blurb

Mía Lewis, una médica de ciudad con una vida meticulosamente planificada, se ve obligada a regresar a su hogar de infancia tras la repentina muerte de su madre. Al reencontrarse con su padrastro, Charles, y conocer a su misterioso hermanastro Jake, Mía se enfrenta a un torbellino de emociones. Mientras intenta superar la pérdida, descubre que su conexión con Jake va más allá de la sangre, desafiando la lógica y desenterrando secretos familiares enterrados.En medio de la melancolía y la nostalgia, Mía se encuentra atrapada en un amor inexplicable por Jake, un mecánico de pueblo con un pasado intrigante. A medida que la relación entre ambos se profundiza, Mía se embarca en un viaje emocional donde los lazos familiares y los sentimientos entrelazados se entremezclan de maneras imprevistas.Sin embargo, la aparición de una misteriosa mujer en la vida de Jake despierta celos y preguntas sin respuesta. Mía se ve obligada a confrontar sus propios sentimientos y enfrentar los secretos del pasado familiar que podrían cambiarlo todo. ¿Podrá el amor entre Mía y Jake resistir las pruebas del tiempo y las revelaciones inesperadas?

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#1 Regreso a casa
Los días eran como un eterno susurro de urgencias y emergencias en el hospital donde ejercía como médica. Mis manos, acostumbradas al tacto frío de instrumental médico, se movían con destreza, pero mi mente siempre estaba a miles de kilómetros de distancia. Hoy, esa distancia se volvía aún más insalvable. La noticia llegó como una ráfaga helada: mi madre había fallecido. A pesar de los años, el nudo en mi garganta apretó con fuerza. Mi madre y yo nos habíamos distanciado cuando ella decidió casarse de nuevo después de la muerte de mi padre. Opté por retirarme a otra ciudad para continuar mis estudios en medicina, y en ese trayecto, el contacto entre nosotras se volvió esporádico. Mi padre falleció cuando tenia diecinueve años, hace casi diez años, su muerte fue el golpe más duro que había tenido en mi vida en ese momento, recuerdo que esa mañana lo encontré desvanecido en medio de la cocina mientras mamá estaba afuera de la casa barriendo la banqueta. Todos mis recuerdos van a ese día, a mis gritos de terror, mi padre falleció de un infarto fulminante y nada se pudo hacer para salvarlo. La llamada de mi padrastro, Charles, fue breve y cargada de una solemnidad sombría. No podía ignorar la realidad que sus palabras insinuaban. Con cada sílaba, mi corazón se sumergía más profundamente en la inevitable tristeza. Mi madre había fallecido, ella estaba enferma de cáncer y nunca me lo dijo, al menos la llamaba cada cumpleaños, una vez al año, tuve que encerrarme en mi consultorio para evitar que las lagrimas de mi pesar me ganarán. —Mamá… —una exhalación salió de mi boca con amargura. No sabía como sentirme, sentía culpa por no haber estado más tiempo con ella, por haberme alejado, pero es que ese dolor que sentía por que tan pronto como papá falleció ella se caso de nuevo, ella había traicionado a nuestra familia, no pude con eso, pero ahora tampoco ya no la tenía a ella. Decidí hacer el viaje de cinco horas hacia la ciudad natal que dejé atrás hace tanto tiempo. El peso del arrepentimiento me acompañaba en cada kilómetro, recordándome que las oportunidades de reconciliación no eran infinitas. Así partí con una pequeña maleta en mi cajuela. … El temor de lo que encontraría en el funeral me atenazaba el alma. Mi relación con Charles siempre fue complicada, marcada por la sombra de la desaprobación mutua. ¿Me reprocharía no haber estado allí cuando mi madre más me necesitaba? La incertidumbre arremetía contra mí como una tormenta en el horizonte. Llevaba clavada en mi mente la pregunta del por que mi madre no me dijo que estaba enferma, hubiera venido a verla. Al llegar al pequeño pueblo donde crecí, la atmósfera estaba teñida de melancolía. El gris del cielo parecía reflejar mi propio estado de ánimo. Antes de entrar a la casa familiar, inhalé profundamente, preparándome para enfrentar el inevitable encuentro. La puerta se abrió lentamente, y allí estaba Charles, su mirada reflejaba la tristeza compartida. Sin decir una palabra, me abrazó con fuerza. El consuelo de ese gesto me sorprendió, y por un instante, la barrera entre nosotros se desvaneció. “Siento yo no haber venido antes” musité con una voz apagada. "Lo importante es que estás aquí ahora, Mía", murmuró, rompiendo el silencio. Su tono no era de reproche, sino de comprensión. Me sentí aliviada por la aceptación inesperada, aunque la tristeza persistiera “Llevaré las cosas a la habitación, estarás cansada, mañana temprano despediremos a tu madre en el campo santo”. Abrí los ojos a unos enormes, era extraño escuchar esa palabra, todo mi cuerpo se estremeció, y los recuerdos en mi mente de la muerte de mi padre aparecieron en mi mente. Al subir las escaleras, noté el suave murmullo de la madera, un pequeño crujido que resonaba en la quietud de la casa. La estructura, como el tiempo que la había acariciado, estaba envejeciendo, y cada rincón parecía llevar la carga de los años transcurridos. Charles, mi padrastro, caminaba a mi lado, guiándome hacia la habitación que alguna vez consideré mi refugio. La puerta, un tanto obstinada por el paso del tiempo, cedió finalmente ante la presión de mis manos. Al entrar, un torrente de recuerdos se desató, inundándome con la esencia de mi infancia. La habitación estaba bañada en una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas desgastadas, creando un ambiente nostálgico. El mobiliario, aunque algo desgastado, aún conservaba la calidez que recordaba. Mi cama, con las sábanas cuidadosamente dobladas, estaba lista para recibirme como si el tiempo no hubiera pasado. Charles depositó las maletas junto a ella, un gesto que resonaba con la atención de un cuidador que conocía bien los rincones de la casa. Miré a mi alrededor, observando los detalles que habían sido testigos de mi crecimiento. Un pequeño escritorio con libros y recuerdos, la lámpara que iluminaba mis noches de lectura, y las fotografías que adornaban las paredes, capturando momentos que ahora se desplegaban ante mis ojos como fragmentos de un pasado preciado. Charles, percibiendo la melancolía en mi mirada, rompió el silencio. "Espero que te sientas cómoda aquí, Mía. Si necesitas algo, estaré en la sala", dijo con una mezcla de cordialidad y respeto. Asentí con gratitud, agradeciendo su gesto de acompañarme hasta este espacio lleno de memorias. Una vez sola, me dejé caer en la cama, sumergiéndome en la familiaridad de las sábanas suaves. El crujir de la madera y el suave zumbido de la casa envolvían mi ser, recordándome que, aunque el tiempo avanzara inexorablemente, este rincón aún guardaba la esencia de quien fui. Por la noche escuché un ruido al exterior de mi recamará, eran dos voces masculinas, me acerqué un poco a la puerta para escuchar mejor, como lo pensé la otra voz era la voz de mi hermanastro Jake, recuerdo que solo lo había visto una vez antes de irme del pueblo, ahora no sabía como sería físicamente, antes, recuerdo, era un joven menudo de cabello y ojos marrones, nada fuera de lo común, él tenía mi edad.

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