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2297 Words
(Narra Annie Rowan) Antes era invisible para la sociedad estudiantil, hoy era el centro de su universo. ― ¿Es ella? ―Está loca, ya está muerta. ― Pobrecito. No sabe con quién se metió. Escuchaba como se referían a mí y... Aguarda, ¡Alguien pensó que era chico! Sus comentarios no ayudaban a otra cosa más que acrecentar mi miedo. Cruce los pasillos y jardines bajo las miradas de todos, como pude llegue a la cafetería, Daniel siempre está ahí a primera hora para comprar su bebida matutina. Lo vi haciendo fila, el me miro y de inmediato salió dando traspiés en mi dirección. ―Annie, ¿Qué pasó? ¿No te hizo nada? Estaba preocupado. ―Ayer me siguió y me amenazo. Pero nada más. ― "Aun no me ha hecho lo peor." Pensé. No quise que Daniel siguiera haciéndome preguntas, avancé hasta una mesa y me senté, por lo visto mi amigo entendió que no quería tocar más del tema. Estábamos hablando de lo lindo cuando sentí que algo caliente me entraba por la espalda. Era café, dos chicos enormes me tomaron por los brazo y colocaron mi cabeza contra la mesa. Estaba inmóvil, dos chicas se acercaron y agregaron jugo y malteada dentro de mi ropa. No podía levantar la cabeza, pero si notaba la cara de espanto de Daniel. Se levantó para tratar de ayudarme, pero uno de los chicos lo tomo por el hombro y lo sentó abruptamente. ― Tu estate quieto, mudo de mierda. ― ¡No lo llames así! ¡Ustedes son unos cobardes! Necesitan de 4 personas para molestar a dos. ― Le grité mientras forcejeaba con todas mis fuerzas. ― Estas mal, cariño. No a dos, solo a uno. El mudo no tiene importancia.― Escuche la fría voz de Melissa. ¿Pero qué hacía ella ahí? ― Mel, ahí viene el director.― Le dijo uno de sus lacayos. Y fue entonces cuando me soltaron. Ahí me di cuenta que las chicas no eras otras que las amigas de Melissa. Una de ella Carolina, odiaba a Carolina. Se alejaron un poco, pero Melissa se plantó frente al director. ― ¿A dónde crees que vas, querida?― La esquelética mano de Carolina evitó que me acercara al director. ―No te conviene, mejor quédate aquí con nosotros. ¿O quieres que Dante se entere de esto? Mel lo solucionara. Sus asquerosas palabras provocaron la risa de sus "amigos", pero muy en el fondo temí lo peor. Melissa le dio una palmadita en el rostro al director, este giro en mi dirección, yo le implore con la mirada. Pero la aparto de inmediato y se fue. ¿Qué significaba eso? ¿Que estaba sola? Melissa regreso a la mesa, hizo una seña y Carolina me levantó para llevarme frente a ella, no me resistí. Tenía miedo, así que las deje hacerme como quisieron. ―Llamare a la... La policía.― Dije con la poca fuerza que tenía y solo conseguí una frase temblorosa, que sonó más a pregunta que a afirmación. ― Green Cold le pertenece a Dante, y ¿Adiva quien es ahora la mano derecha de Dante?― La miré confundida, ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Melissa se comportaba así conmigo? ¿Era ella la “mano derecha de Dante?”. Melissa sonrío triunfante. ― ¡Soy yo! ― Exclamó y me puso un dedo en la cara mientras presionaba con fuerza mi mejilla. Ahora me quedaba claro, estaba sola. Él la había enviado a hacerme esto, Dante ganaría hiciera lo que hiciera. Melissa les hizo una seña con la mano y los dos tipos que venían con ella me arrojaron contra el piso, estaba mojada y temblaba. Y no era por frío. Los vi alejarse y note como Melissa sacaba el teléfono y decía en voz alta “¡Dante, cariño!”, Al parecer eran pareja. Era obvio, ella era la más popular, y solo iba por los premios grandes. Es natural que salga con él. Eso solo me hizo sentir peor, ella me odia y con Dante como novio, puede acabarme. El timbre sonó y todos los mirones que estaban en la cafetería se dispersaron como moscas, sentía que me hervía la sangre. Fui humillada por ese... ¡Ese Junior mafioso y su novia plástica! Levante la vista y me topé con Daniel, se arrodillo y me abrazo. Como ya no había nadie, decidí que estaba bien llorar. Llore como nunca, las lágrimas salían sin esfuerzo, saladas y cristalinas. Daniel no dejo de abrazarme en ningún momento, así que oculte mi rostro en su pecho. Daniel y yo decidimos que no asistiríamos a clases, por lo menos ese día. Me cambie la camiseta por una seca, afortunadamente en mi casillero tenía ropa para las clases de gimnasia. Mi chaleco para el frío estaba empapado, así que Daniel me dio su chaqueta. No me sentía en buenas condiciones, por lo que tuvimos la idea de ir a nuestro lugar secreto. Que solo era un pedazo del jardín de Daniel, el cual se oculta muy bien con los arbustos y las ramas colgantes de un enorme árbol. Nadie nos podría encontrar. Nos arrinconamos entre la maleza y colocamos una enorme manta a cuadros. ― ¿Crees que Melissa comience a hacerte la vida aún más difícil?― pregunto mi amigo. ―Estoy segura que sí. Ya lo sabes, me odia. ― ¿Pero por qué lo hace? Tú no le hiciste nada. ―Quizá lo hice, o quizá no. La cosa es que no lo recuerdo. De un día para otro ella comenzó a molestarme.― Respondí. Y era verdad, no sé cómo paso. Pero recuerdo mis primeros años de escuela. Melissa, por aquel entonces no era "tan popular", tenía un pequeño círculo de amigos. Aunque eso sí, desde siempre fue una niña caprichosa. Yo solía llevarme bien con todos. Y de pronto ella comenzó a robarse a mis amigos, o los que creía mis amigos. Y cuando me quede sola, fui vulnerable. Me convertí en su saco de patatas, fue entonces cuando las burlas, los golpes, las humillaciones y los insultos, se volvieron algo cotidiano, diría yo, que algo normal. Cuando cumplimos 13, ella me fue olvidando poco a poco, me miraba con resentimiento. Pero no me molestaba, o al menos no hasta hoy. ―Annie, vamos a decirle a tus abuelos.― Sugirió Daniel ―No, no, no. Ni hablar. Dante es peligroso, tengo miedo de solo pensar que pueda hacerles algo a ellos.― Observé como la cara de Daniel se ponía roja, rodó los ojos, luego me miro y comenzó a mover las manos agitadamente, para hacer señas rápidas. Estaba molesto. ― ¡Ese Dante, es un perro! ¡Un perro asqueroso!―No lo pude evitar y solté un sonora carcajada. ― ¿De qué te ríes? No le veo el chiste.― Puso su cara seria y se giró enfadado. ―Es solo, que tu gesto me pareció muy… Muy gracioso.― Dije. ―Annie, él es un perro, dime ¿Qué clase de hombre, agrede a una mujer? Y pero aun, cuando esa mujer eres tú. ―Lo sé... Tienes razón.― Daniel estaba en lo correcto, un verdadero hombre jamás toca a una mujer, aunque esta parezca niño. ―Sabes que yo jamás te tocaría.― Daniel me miro a los ojos y una sonrisa se dibujó en mi rostro. ―Sí, lo sé. Por eso te quiero.― Acaricie su mejilla y él sonrió. Era mi mejor amigo. El resto del día nos la pasamos recostados ahí, hasta que se volvió demasiado oscuro y tuve que volver a casa. Daniel insistió en acompañarme a casa, pero yo me negué. Caminaba ensimismada en mis pensamientos, no tuve el cuidado necesario y cuando menos me di cuenta me encontraba sola, cerca de calles sin luz y peor aún, sin gente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y escuche pasos a mis espaldas. Tuve pavor de voltear y comprobar lo que temía. Así que camine más aprisa, pero los pasos aumentaron su ritmo, entonces corrí y los pasos rápidamente me alcanzaron. Sentí un jalón en el brazo y, me topé con el rostro que tanto odiaba. El de Dante Sartuori. ―Necesito que me expliques que mierdas ocurrió en el instituto, conejita. ― ¡No me toques! Y no me llames "conejita."― Su solo tono de voz, era insoportable. ― Yo te llamo como quiero. Ahora respóndeme, ¿Qué mierdas paso? ― ¡Aléjate! Me das asco.― Grité Él se separó un poco y su cara reflejo confusión y después de un rato irá. Estaba furioso conmigo. Yo me intente alejar y eso lo molestó aún más. Me apretó más con sus potentes manos. Solté un gemido de dolor y cuando pensé que todo estaba perdido. Una voz resonó en la oscuridad. ―Dante, suelta a la dama. ¿No la escuchaste? Le das asco.― Mi opresor giró lentamente y me soltó, pero no sin antes dedicarme una última mirada y unas palabras con el movimiento de sus labios, "Esto no ha terminado." ― ¿Qué haces aquí?― Dijo Dante casi escupiendo las palabras. ―No me hables así, hijo.― ¡Lo llamo hijo! Eso significaba que aquel hombre era su padre, el verdadero líder mafioso. Observe al hombre. Era más alto que Dante, más fornido y... Sus ojos eran de un azul verdoso extraño y muy llamativo. Por si un Sartuori no era suficiente, ahora había dos. Dante se movió para dejar paso a su padre. Él se acercó, miro de soslayo a su hijo y luego se fijó en mí. ―Disculpa a la bestia de mi hijo, no tiene modales.― La voz del hombre era tan calmada, amable y delicada, que cualquiera dudaría que él era líder de un grupo criminal. ―No...Yo, bueno el...Lo siento.― Me sentí una tonta, no sabía cómo actuar ante ese hombre y, si reaccionaba de manera violenta cuando algo le molestaba, por muy mínimo que fuera, así como su hijo. ―Tranquila, no pasa nada y no te disculpes. No te lastimaremos.― No sé qué expresión habré puesto, pero al notarlo el hombre intentó calmarme.― Mi nombre es Adolph Sartuori, soy el padre de este idiota.― Y señaló a Dante con un ligero ademán. ― ¡No te metas, Adolph! ¡Es asunto mío y de ella…― De la nada su padre le propinó un golpe en la cara y lo silencio. ―No te atrevas a ser tan despectivo, ¿Eso te he enseñado?― A pesar de que aparentaba estar enojado, el señor Adolph no tuvo ningún cambio en su expresión facial. ― ¿Cuál es tu nombre, querida?― Preguntó. ―Soy Annie, Annie Rowan.―Mire a Dante y este fulminaba con la mirada a su padre. ―Un gusto, Annie. Puedes retirarte. Yo me encargo desde aquí y disculpa a mi hijo. Ahora, tú...― Se dirigió a su hijo y lo tomo por el cuello, para inclinarlo en mi dirección.― Pídele disculpas. Ahora. En un principio, Dante se rehusó, pude notar como se mordía el labio, pero el señor Adolph le apretó con más fuerza el cuello. ―Lo siento.―Masculló molesto. Pero fue suficiente para mí. Di las gracias al Señor Adolph y tan rápido como pude salí de ahí. Sentía la mirada llena de odio por parte de Dante. Estaría en problemas, pero no quería ni pensar en lo que me esperaría mañana. Era increíble que un hombre tan amable, tuviera un hijo tan molesto y malvado como Dante. ¿Estaba loca por pensar que un mafioso era bueno? No lo sé, pero el señor Adolph era muy amable. Esa noche cene como de costumbre, escuche el típico relato nocturno del abuelo Elliot y vi como la abuela intentaba hacerlo callar para que se durmiera. ―Ya deja dormir a Annie, mírala, esta tan cansada. Se le ve en la carita.― Dijo la abuela, pero lo que no sabía era que no estaba cansada, si no que estaba experimentando una oleada de emociones, como furia, temor, tristeza, confusión... ―Está bien mujer, la dejare dormir. Debe estar hasta la coronilla de los relatos de este viejo. ―No abuelo, jamás me hartaría de ellos, los amo.― Confesé. Ambos se despidieron de mí, subieron a su cuarto y yo subí al mío. Apague las luces y me concentre en mis pensamientos. Me acerqué a la ventana y, volví a toparme con la misma figura que había visto anoche. Solo que esta vez, la figura irradiaba ira, parecía estar envuelta en un halo rojo, rojo como la sangre. Agudice la mirada, la sombra se acercó y me dejo ver lo que era. Un lobo. Pelaje blanco y ojos bañados en tono escarlata. Espera, no era escarlata. La curiosidad fue demasiada. Baje a prisa por las escaleras, abrí la puerta principal y me topé con la criatura. Se acercó, me mostró los colmillos, lamió varias veces su hocico y me lanzo una mirada llena de rabia. Pero si ignorabas todo eso, podías ver que los ojos eran de un color poco común en lobos. Eran verdes. No pensé mucho, los recuerdos viajaron por mi mente como barcos en alta mar, estaban por doquier. La leyenda del abuelo, Dan, ojos verdes, El junior mafioso... ― ¿Dan?―Pregunté. El lobo me miró, sus ojos reflejaron confusión. ― ¿Dan eres tú?― Repetí. Pero el lobo me salto encima, me arrojo contra el suelo y mordió mi mano, sentí un dolor punzante y ardiente, gemí de dolor para luego ver la sangre caer al suelo y brillar bajo la luz lunar. Él se alejó a gran velocidad y desapareció entre la espesura del bosque, mientras el lobo se esfumaba, jure haber escuchado un leve gimoteó, algo parecido a un arrepentimiento.
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