—¿Es sabroso el pan? —preguntó uno. —Sí. El pan es bueno. —¿Podría pasarme la sal? —preguntó otro. —Aquí tiene —dijo. —Gracias. Los chamanes salaban su carne y la sostenían para alabar a la diosa antes de comérsela. Mikhail mordió su propio pedazo de carne, tan cargado de sal que le quitó toda la humedad de la lengua. El siguiente chamán probó su conocimiento del lenguaje: —El clima está agradable hoy, ¿cierto? —preguntó el chamán. —Sí. Muy agradable. —¿Cree que va a llover? —No lo sé. No soy un meteorólogo. El chamán lo miró perplejo. Si bien hablaban el mismo idioma, no entendían su tecnología. Las preguntas cambiaron para volverse más personales. ¿Qué comen los Angelicales? ¿Por qué no le crece la barba? ¿Los Angelicales usan un orinal? ¿Es cierto que su canoa espacial cayó