CAPÍTULO ONCE
Cuando quedó claro que el sofá no iba a permitirles moverse como querían, se trasladaron a la habitación. Fue allí, en medio de un revoltijo de sábanas y luz de velas, en donde finalmente comenzaron a hablar de nuevo.
“¿Qué pensará Rose si me mudo a tu casa?”, preguntó Ramírez.
“No lo sé”, dijo Avery. “Hablaré con ella sobre eso. Pero el hecho de que incluso te preocupes por eso me hace querer que te mudes conmigo un poquito más. También me hace pensar que tendremos una segunda ronda antes de irnos a dormir”.
“Tengo que decirlo... sería una dinámica extraña. No solo estaríamos trabajando juntos como compañeros y viviendo juntos, sino que también estaría viviendo con mi jefe si aceptas el puesto de sargento”.
“Bueno, seamos honestos”, dijo, alcanzando por debajo de las sá
