CAPÍTULO QUINCE Rose ya estaba sentada en una mesa con una taza de café cuando Avery llegó. Cuando Rose la miró, Avery vio que había una mezcla de dolor y vergüenza en su rostro. Pero también vio un destello de alivio. Avery se sentó, dándose cuenta una vez más que todavía se sentía un poco fuera de lugar en sitios como este. O tal vez no era el lugar o entorno, tal vez era la sensación de saber que su hija en realidad buscaba su orientación. “¿Cómo estás?”, preguntó Avery. “No muy bien”, dijo Rose. Estaba moviendo su teléfono nerviosamente en sus manos. Era un tic nervioso del que Avery también sufría. Eso la hizo sonreír. “¿Quieres contarme qué pasó?”. “Claro”, dijo Rose. “Por eso te envié el mensaje. Pero... mira, mamá. Esto es enorme. El hecho de que aparecieras. En realidad apar