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—Pero ¿con la Máquina no se podría desplazar la nave a un punto más cercano al planeta, para reducir al máximo el tiempo de viaje? —preguntó el rector, confundido. —Depende. De la teoría que gobierna la Máquina se deduce que solo podemos desplazarnos en saltos discretos cuya longitud depende de la distancia a la que estamos transfiriendo los objetos. McKintock entornó los ojos sin comprender nada, por lo que Drew siguió intentando explicárselo. —Es decir, si apuntamos a un cierto punto, digamos la estrella Vega, que está a una distancia de 25 años luz, y llegamos cerca de ella, y después desde allí encontramos el planeta más vecino, a doscientos veinte millones de kilómetros, podremos acercarnos a él a pasos de cincuenta millones de kilómetros, pero no más ni menos. Así que podríamos ac