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—¡No! ¡Así no! Hay que poner una barrera... —¿Otra vez? —respondió Novak, separando la lengua—. No te preocupes, todo está bien. —Pero... —¡Sssh! —la hizo callar, sujetando las muñecas más fuerte. Maoko permaneció tensa unos segundos y luego se relajó. Para ella no era fácil aceptar un contacto tan íntimo sin usar la protección adecuada. Los microbios eran una amenaza constante según su cultura, y ella observaba escrupulosamente las normas de higiene. Aunque, en vista de la situación, había tenido que resignarse. Novak relajó la sujeción de las muñecas y volvió a pasar su lengua sobre el labio izquierdo. Vio con satisfacción que Maoko ya no se preocupaba, mientras que su vulva se humedecía con el fluido vaginal. Recogió una parte de este con la lengua y lo extendió sobre el labio, hac