Capítulo XXX —¿Solo? —exclamó, sorprendido, el primer ministro Howard—. ¿Solo trescientos millones de libras? Farnsworth jadeó imperceptiblemente, controlándose. Se esperaba una reacción de ese tipo, pero presenciarla de verdad lo había alterado. En el periodo de recortes e injusticias sociales que Howard estaba haciendo vivir a Gran Bretaña, ver que consideraba trescientos millones de libras esterlinas una cantidad pequeña le reconcomía las tripas. Por supuesto, viniendo de alguien que había dilapidado millones en un instante, como regalos puramente demagógicos destinados a los investigadores, ¡a los estudiantes! y a Farnsworth mismo, no se podía uno esperar algo distinto. —Es lo que resulta de la estimación, señor Primer Ministro —confirmó. —Me esperaba mucho más —dijo Howard, con e