Podía sentir la brisa de la lluvia tocar mis mejillas mientras el animal cabalgaba por las colinas atravesando los mismos senderos y caminos que me habían llevado hasta ese lugar en medio de la nada. El respirar del caballo debajo de mis piernas e incluso los sonidos que hacía mi salvador para indicarle a su caballo que se diera más prisa.
Ciertamente, me sentí como una protagonista de una novela clásica, una princesa, quizás, recién rescatada de su tormento, aunque claro el tormento yo misma me lo había buscado, por ser tan descuidada y torpe, eso por supuesto era algo que simplemente no podía evitar. Me gustaba el aire libre, caminar y dar paseos, pero usualmente cortos, puesto que mi torpeza era claramente peligrosa para mí. Lo había confirmado de nuevo, pero en esta ocasión, no me par
