Venecia, 12.00 horas Sonia Casoni estaba realmente en Venecia, no tanto por la audiencia en Tribunales que no existía, sino porque siempre había querido visitar la ciudad lacustre y pensó que así habría tenido la oportunidad. Desde su oficina, se había hecho enviar al hotel los registros de video vigilancia enviados por la Gendarmería del Vaticano. Ciertamente no podía darse cuenta que Wolfgang había hecho llegar el video de las veinticuatro horas antes, modificando la fecha. Como lo imaginaba, entonces, los registros no llevaban a nada, cada cámara enfocaba una monótona miríada de pasillos, habitaciones, salas y lugares del Estado, mostrando solo el ir y venir de los hombres del servicio de seguridad, perfectamente identificables, utilizados para el control del territorio. ¡En verdad imp