Roma, 20.30 horas El restaurante estaba menos concurrido que de costumbre. Sin el uniforme, Wolfgang parecía un distinguido señor en los sesenta con un discreto encanto y un porte austero. Su escolta estaba cuidadosamente ubicada en las mesas circundantes; hombres y mujeres en alegre compañía, para no hacer notar quiénes y cuántos eran. Esa disposición garantizaba la tranquilidad de la cena del Inspector y de su huésped, Santini. La discusión estaba referida al caso, pero también recordaron viejos tiempos pasados con las aventuras y desventuras de cuando eran jóvenes temerarios. Un tiempo en que Wolfgang era un guardia suizo y Santini, si bien de la misma edad, ya un Oficial multicondecorado del entonces Cuerpo de Vigilancia, hoy Gendarmería, de servicio en el exterior, en lugares que nun