Gendarmería Vaticana, en ese mismo instante
El Inspector General Wolfgang había reunido allí a todos sus oficiales de mayor confianza. Gendarmería contaba con más de docientos hombres en la Ciudad del Vaticano y más de dos mil en todo el mundo y desarrollaba el trabajo y las funciones de Policía para la seguridad del Estado, como también de Policía Judicial y Policía de Tránsito. El Cuerpo dependía directamente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y era una de las más organizadas del mundo, dotada de instrumentos de vanguardia y el adiestramiento de sus hombres era de alto perfil militar. Era comandado por el Inspector General Aaron Wolfgang, y en su ausencia, de su Vice Inspector Vicario o Vice Inspector. Era suya entonces la responsabilidad de la disciplina y el buen funcionamiento de Gendarmería, particularmente debía cuidar la atenta ejecución de lo prescrito por las leyes, por reglamentos y disposiciones de las Autoridades Superiores, cuidar la formación técnico profesional y cultural de sus propios miembros, firmar los informes de seguridad pública y de la Policía Judicial en cualquier acto de Oficina. La admisión al rol entre los Agentes ocurría después de un período bienal de prueba y la superación de un examen especial de idoneidad. Las promociones de una titulación a otra de la carrera ejecutiva podían tener lugar de dos formas: después de siete años de servicio efectivo prestado en algún nivel, manteniendo el estatus de óptimo, o en el caso que el individuo fuese distinguido por actos de extraordinaria heroicidad en servicio. Pudiendo considerar un mero porcentaje, se podría afirmar que hay un policía cada cuatro habitantes. Sin embargo, considerando que la Ciudad del Vaticano era frecuentada por centenares de miles de fieles cada día, en situaciones excepcionales tal organización podía revelarse como insuficiente. Por eso el Estado Vaticano había acordado con el Estado Italiano el uso de las Fuerzas de Policía dentro del Vaticano mismo, si bien con tareas limitadas a la protección del patrimonio y el orden público. Pero la jurisdicción para los delitos graves, como homicidio o terrorismo, era una tarea dejada a la Justicia Italiana, es más, con convicción del Vaticano puesto que solo había una prisión en el territorio del Estado, Ubicada en Castel’Sant’Angelo. Por lo tanto no se consideraba raro el hecho que los investigadores italianos, incluidos los Abogados, tuviesen jurisdicción en el caso de los homicidios de los guardianes, debiendo de todos modos someterse a la colaboración de las Fuerzas de Policía Vaticana. También en presencia de hechos tan inquietantes, entonces, el Estado Vaticano no habría permitido demasiada interferencia. Para hacerlo simple, el principio era del tipo: haz toda la investigación que quieras, haz todos los procesos del caso, nosotros colaboraremos contigo para abofetearlos en TUS prisiones, pero quédate en tu casa. Este sacrosanto principio, desde el punto de vista de la Santa Sede, era aceptado también por el Gobierno Italiano que siempre había tolerado y respetado esta clase de filosofía. Santini conocía bien este aspecto, por eso estaba convencido que la linda Magistrada habría completado toda su investigación sentada cómodamente frente a su escritorio y, como máximo, le habría permitido alguna llamada o el intercambio de documentos con el Inspector General Wolfgang vía e-mail o por fax. Con ese convencimiento, Santini había debutado en ese foro. Los presentes, aparte de Wolfgang que desconocían su verdadero rol, lo consideraban una especie de representante de la Comisión Pontificia. Pero nunca lo habían visto y solo el respeto a la autoridad y, sobre todo, el natural reconocimiento del rol de superior que el Inspector General le reservaba, había evitado que alguien le hiciera preguntas respecto a él. Santini y Wolfgang, entonces, informaron a los presentes los hechos ocurridos en la mañana, con lujo de detalles; analizando juntos miles de fotos, documentos y filmaciones transmitidas en doce pantallas que rodeaban la sala de emergencias del Cuartel General. Subrayaron los hechos como habían sido informados a la prensa: los tres homicidios habían sucedido con el gas, dos de ellos en las habitaciones del Bibliotecario y el Prefecto mientras el tercero, el del Vice Prefecto, había sucedido probablemente en otro lugar y después el cuerpo había sido llevado a esa tumba papal. La sospecha de que hubiera un topo o más cómplices, determinaba la necesidad de investigar en aquel sentido. Encontrar, entonces, algún posible rastro de traidores: este era el trabajo de la Gendarmería Vaticana garantizando, al mismo tiempo, amplia colaboración a la Fiscalía Italiana, para que los asesinos no quedasen impunes. Wolfgang dio instrucciones a cada uno de los oficiales. Nada fue dejado al azar: los medios empleados, la organización y los recursos humanos, reflejaban la mejor estrategia investigativa de la más evolucionada fuerza de Policía del mundo. Después de todo, los tres guardianes de la Biblioteca eran personajes de tal lustre internacional además de eminentes autoridades de la Santa Sede, que casi toda la Gendarmería habría estado ocupada en aquel enorme trabajo. Por esa razón fueron llamados más hombres al Vaticano, incluso si estaban en servicio en otras sedes, ese refuerzo destinado a garantizar un estándar normal mínimo de seguridad del Estado. Terminada la reunión, los oficiales fueron despedidos y Wolfgang, quedando solo con Santini, lo invitó a tomar una cerveza y pasear por los jardines internos del Vaticano. Con una cerveza fresca en la mano los dos paseaban por los senderos del majestuoso parque, en completa soledad; porque los pertenecientes a la Santa Sede, eran los únicos autorizados a entrar en el parque, estaban todos concentrados en seguir la conferencia de prensa. A aquella hora del atardecer soplaba una fresca brisa primaveral y las hojas de los árboles seculares producían un murmullo relajante, también en aquella trágica circunstancia. El ruido del tráfico de Roma, siempre incesante, estaba extrañamente calmado y los dos pudieron hablar sin ser molestados.
-Vi que eliminaste todos los registros de las cámaras, como te había pedido, empezó Santini, te agradezco por la confianza, amigo mío.
Wolfgang tomó media cerveza de un solo golpe y dijo:
-No hay de qué, Tom, sabes que tengo la máxima confianza en ti, te debo el lugar que ocupo hoy y siempre te consideré un gran amigo, además de mi maestro de armas, pero dame una mejor explicación que la que te escuché decir en la reunión. Hay demasiadas preguntas que quisiera hacerte, también porque estoy convencido que sabes mucho más de lo que me has dicho hasta ahora.
-Tienes razón, Aaron, contestó el amigo, pero debo pedirte que tengas un poco más de paciencia, será suficiente que pienses que lo que sucedió es mucho más grave que los homicidios mismos, están en juego las bases de la Iglesia universal, el Papa me confió la tarea de ir hasta el fondo de lo acontecido y, hasta entonces, confórmate con mi palabra.
-No te envidio, Tom, dijo el otro, la tuya es una tarea inmensa y te daré todo el apoyo que necesites, pero dime qué viste en los registros de las cámaras, al menos dame un elemento seguro, una pista para seguir.
Santini detuvo al amigo y lo miró largamente antes de contestarle.
-Un comando de seis personas entró a las tres de esta mañana por el oeste, detrás de la oficina de Correos del Vaticano. Mató al guardia, sacándole las llaves de entrada de la puerta trasera de la Biblioteca e introdujeron el gas en las habitaciones del Bibliotecario y el Prefecto en el piso superior, bajó y mató a los dos guardias de la puerta de entrada del archivo. Empezó a caminar y siguió. No sé cómo hicieron para entrar al archivo, la apertura solo se puede hacer desde el interior o desde la Gendarmería, en el video se ve que introdujeron un tubo, imagino que fue con el que pasaron el gas, después se ve que la puerta blindada se abrió, entraron dos con respiradores y tomaron el cuerpo del Vice Prefecto. Tardó poco tiempo en morir, esos malditos deben haber ingresado una espantosa cantidad de gas. El resto lo sabes, llevaron el cuerpo del pobre Monseñor Paolini a la tumba papal en los subterráneos. Las cámaras filmaron todo el trayecto, pero estaban encapuchados y vestían sacos largos y negros. También llevaban zapatos con tacos de diferentes alturas para evitar que se pudiese identificar estatura y tamaño corporal. Eran profesionales malditamente preparados, emplearon menos de cuatro minutos para entrar y otros siete minutos para desaparecer.
-Por qué todo este misterio, dijo Wolfgang, ¿por qué el Papa en persona tiene interés en mantener en secreto este hecho? ¡Esos videos podrían ayudarnos a encontrar los asesinos!
Wolfgang fue bruscamente interrumpido por el amigo.
-Robaron algo, Aaron, casi susurró Santini. Algo que solo nosotros podemos y debemos recuperar. Se corrigió apoyando las manos en los hombros de Wolfgang. Yo debo recuperarlo, aunque sea a costa de mi propia vida. De ello depende toda la existencia de la Iglesia. Ahora entiendes, amigo mío, ¿por qué el Papa me ha pedido recuperar eso y por qué te estoy pidiendo que me ayudes y confíes sin hacer demasiadas preguntas?
Wolfgang no entendía, pero no podía poner en duda las palabras de su amigo, él era el Resolutor, conocía aquel trabajo y el poder que en él había puesto el Papa mismo y reconocía el anillo papal que Santini llevaba en el dedo, lo había visto inmediatamente después del encuentro con el Papa. El poseedor de aquel anillo actuaba por indicación del Papa, en su nombre y estaba apoyado por la bendición del Santo Padre. Todos los servidores de la Iglesia estaban obligados a obedecer a aquel hombre. Y Wolfgang era un convencido servidor de la Iglesia, honrado de formar parte y portador de Fe, claro que no como un sacerdote, pero siempre como un cristiano dedicado. Habría obedecido solo al amigo, ni hablar del encargado del Papa.
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