Cuando Xander despertó, el reloj marcaba las dos de la madrugada. Buscó a Christine, pero esta ya no se encontraba a su lado. Escuchó su llanto y supo dónde estaba. Estaba en el baño y completamente desnuda debajo de la ducha, mientras restregaba su piel con fuerza. —Nena, basta… te puedes hacer daño —dijo acercándose a ella. —Que se quiten, Xander, que se quiten —sollozó. Él sabía a qué se refería: eran aquellos horribles moretones en su cuerpo causados por aquel hijo de puta. Tomó una toalla y la envolvió en ella, luego la tomó en brazos y la llevó en brazos hasta la cama, pero su llanto no cesaba. Tomó sus manos en las suyas y luego depositó un cálido beso en cada una. —Shh… ya pasó, tranquila cariño, no dejaré que nada te pase —susurró en su oído con dulzura. —Siento asco —su