LEILA
Escucho un ruido. Me muevo, aún somnolienta. Esto me hace recordar mi ubicación. Me levanto de un salto y noto que el teléfono de la habitación está sonando. Entonces, eso era lo que generaba tanto ruido.
― ¿Hola? ―Alzo el auricular para responder.
Una mujer me habla al otro lado, informándome sobre mi breve estadía en el hotel. No era necesario que me recordaran que debía desocupar la habitación en menos de una hora. ¿Qué? Me levanto por completo de la cama y me siento en el borde, me froto los ojos para quitarme el sueño. Miro el reloj digital que está en la mesita de noche y verifico la hora. Efectivamente, solo me quedan unos minutos para salir de aquí.
¿Cómo es que pude quedarme dormida?
Aparto las sábanas con unos manotazos y vuelvo a colocar el teléfono en su lugar. Corro hacia el armario y saco mi maleta junto con toda mi ropa y otras pertenencias que había traído conmigo. Qué vergüenza parecerá si me echan a la calle.
Inmediatamente, me pongo a trabajar en mi equipaje, guardo todo sin el mínimo cuidado. Por ahora no importa si algunas prendas se arrugan, como el caro vestido que usé anoche; más adelante me encargaré de llevarlo a la tintorería, si consigo otro trabajo.
Sé que todas mis oportunidades de conseguir empleo como el anterior se han esfumado en cuanto empiece a notarse mi vientre abultado; me rechazarán en cualquier compañía que busque modelos. Claramente, ya no debo buscar trabajos de modelaje; mi sueño se ha esfumado desde que quedé embarazada. Debí haber sido más responsable y haberme cuidado al menos con píldoras, pero me confié, pensé que Paul seguía cuidándose como lo hacía al principio de nuestra relación.
Suspiro mientras cierro mi maleta. Está más llena que cuando llegué aquí, y es que no organicé nada, simplemente metí las cosas de cualquier manera. No hay tiempo para eso. Finalmente, termino y corro hacia el cuarto de baño. Me miro rápidamente en el espejo y me enjuago la cara. No hay tiempo para ducharme o arreglarme, lo único que hago es lavarme los dientes y cambiarme de ropa. Después de eso, salgo con mi maleta en una mano y mi bolso en la otra.
Me dirijo a la recepción para devolver la tarjeta, cuando estoy allí, la mujer que atiende me entrega un papel doblado. Ahora no tengo tiempo para revisarlo, salgo rápidamente del lugar y me acerco a la calle para pedir un taxi. Minutos después de levantar la mano, uno se detiene. Abro la puerta y me acomodo de inmediato en el asiento trasero, le doy la dirección a la que debo ir ahora.
**********
Minutos después, estoy de pie frente al edificio donde vive Paul, mi ex. No sé cuánto tiempo llevo aquí parada. He estado a punto de dar media vuelta e irme, pero eso no es una opción; debo entrar y recuperar mis cosas, o me quedaré únicamente con lo que traigo en mis manos. Había hecho un pequeño equipaje, pues supuestamente iba a pasar toda una semana en aquel hotel. No son muchas cosas; la mayoría de mis pertenencias aún están en el apartamento de Paul. Cuando finalmente decido entrar al edificio, subo al piso correspondiente y me dirijo a la puerta de esa vivienda.
Hogar, es una palabra cuyo significado nunca conoceré. No es porque no haya querido, es que las circunstancias y las malas decisiones que tomé me llevaron a donde estoy ahora parada. No debí haber aceptado huir con mi exnovio; debí haber reflexionado antes de hacer algo impulsivo. Ahora me doy cuenta del error, pero ya es demasiado tarde.
Introduzco la llave en el cerrojo, la puerta se abre de inmediato. Eso significa que Paul aún no ha cambiado la cerradura. Estoy a punto de sonreír, pero me detengo en ese momento. No lo hizo por mí; tal vez se le olvidó o es demasiado pronto para que recuerde que debe hacer muchos cambios en su apartamento para evitar cualquier vínculo conmigo. Si es que todavía siente algún afecto por mí.
No seas tonta, Leila. Él te lo dijo claro, ya no siente nada por ti. Pero sigo sin entender, ¿cómo es posible que alguien deje de quererte de la noche a la mañana? Eso es imposible o quizás nunca…
Sacudo esos pensamientos tormentosos de mi mente y me dispongo a entrar al apartamento. Todo está en orden, como si Paul no hubiera vuelto después de lo que ocurrió en el hotel. Está igual que cuando nos fuimos. Puede que no haya venido a dormir. Eso me hace sentir un dolor agudo en el pecho, pero no debe afectar más.
Camino hacia el dormitorio y me detengo frente a la cama. Ese lugar donde pasamos noches viendo películas, riendo, besándonos y haciendo el amor, todas esas veces. Creo que haber venido aquí fue una mala idea; los recuerdos vienen a mi mente rápidamente. Por más que luche contra ellos, no logro vencerlos. Más o menos como un día estuvimos acostados en ese colchón diciéndonos cuánto nos queríamos y hablando de nuestro futuro juntos.
¿Por qué no tuve el valor de contarle mi estado? ¿Por qué tenía miedo de que se quedara por ese motivo y no porque me seguía amando?
Sí, admito que tenía miedo y la verdad todavía lo tengo. Si ahora mismo lo tuviera aquí enfrente, no sería capaz de decirle que será padre. No pensé en ocultárselo, pues esa noticia se la iba a dar anoche, pero después de lo que dijo, después de echarme de su vida, mi decisión de contarle del bebé cambió en ese instante.
Tomo una de mis maletas y meto todas mis pertenencias, excepto los dos regalos que me hizo. Los dejo en la mesa de su dormitorio. Otra vez no organizo nada, ya que no quiero pasar más tiempo en este lugar y menos cruzarme con él. Cuando termino, salgo rápidamente de la habitación. Antes de irme, le escribo una breve nota, simplemente diciéndole que he venido y me he llevado todas mis cosas, y que no necesita preocuparse por verme de nuevo aquí.
Antes de salir completamente, me tomo unos segundos para observar a mi alrededor por última vez. Luego, abro la puerta y la cierro de nuevo desde el cerrojo, de la misma manera que estoy cerrando este capítulo en mi vida y para así seguir adelante. Solo espero que algún día pueda superar esta ruptura, ya que siempre habrá alguien que me recuerde mi pasado.
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Manhattan, Nueva York
Llego a la ciudad, el lugar al que debí haber venido desde hace tiempo en lugar de desviarme y quedarme en Los Ángeles. No tengo a dónde más ir, ni puedo permitirme seguir gastando dinero en viajes. Posteriormente, me quedé con unos pocos dólares y con eso compré el boleto para llegar hasta aquí. Espero que mi prima no haya cambiado de dirección; la última vez que hablé con ella, me dio estos datos. Yo tengo la culpa, puse distancia con el mi único familiar que me acepta como soy, ya que actualmente mis padres no quieren saber nada de mí.
El taxista me entrega mi equipaje cuando bajo del vehículo. Me dirijo al edificio, que es similar al lugar en el que viví con Paul, con la única diferencia de que está en otra ciudad. Tengo su número de teléfono y he intentado comunicarme con ella antes de abordar el avión, pero no he recibido respuesta; su teléfono va directo al buzón de voz y el otro número que tengo solo suena sin que nadie responda.
― ¿Dónde te has metido, prima? ―murmuro cuando me detengo frente a su puerta.
Miro el número de su apartamento varias veces para asegurarme de no golpear la puerta equivocada. Golpeo ligeramente la puerta y, mientras espero, mis nervios se disparan. Estoy ansiosa y nerviosa, ya que hace tiempo que no hablo con mi prima, pero la conozco lo suficiente como para saber que no me rechazará por haberme distanciado. Cuando vivíamos juntas en Los Ángeles, teníamos una relación muy cercana, a pesar de la diferencia de edad, que es de poco más de cinco años. Siempre me trató como a su hermana pequeña, y yo la veía como una hermana mayor.
Ahora que necesito apoyo, estoy segura de que no me dará la espalda. La conozco bien y ella es alguien que ayuda a las personas que le importan, especialmente si son familiares.
Estoy a punto de golpear la puerta de nuevo cuando se abre de repente. O, más bien, un hombre muy atractivo la abre. Parpadeo sorprendida al darme cuenta de que su camisa está abierta a la mitad. Él se da cuenta y sonríe con descaro.
― ¿Y tú eres? ―dice mientras se apoya en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su torso musculoso. Trago saliva al notar sus músculos bajo la fina camisa que lleva puesta, un poco de piel se le ve en la parte de arriba de su pecho. ― ¿O vas a seguir mirándome de esa manera?
¿Qué manera? Retiro rápidamente la vista de su abdomen bien definido.
―Y-yo, me equivoqué de puerta ―digo con voz temblorosa.
Vuelvo a mirarlo cuando se inclina en el umbral, su camisa se estira y sus músculos se muestran a través de la tela. Por Dios, qué brazos tiene ese hombre. Tal vez son las hormonas del embarazo las que me hacen pensar en cosas inapropiadas. Estoy a punto de darme la vuelta para irme, pero escucho gritos que me detienen.
― ¡Y escúchame bien! ―reconozco la voz de mi prima. Me sacude de mis pensamientos incoherentes y la busco con la mirada. ― ¡No vuelvas aquí si es para sacar esa estupidez de nuevo! ―grita, más bien ladra. Está furiosa.
―Bueno, creo que ha llegado la hora de irme ―el hombre sexy se endereza. ―Un gusto conocerte desconocida, aunque sea en estas circunstancias ―señala la parte de arriba de su torso casi desnudo. Me lanza una última mirada antes de salir apresuradamente.
― ¿Leila? ―alguien pronuncia mi nombre. Reacciono apartando la vista del hombre que se ha ido. Definitivamente, mis hormonas están revolucionadas. ― ¡Qué sorpresa! ―oigo de mi otro lado.
Giro la cabeza y veo a mi prima parada en el lugar donde estaba su visitante anterior.
―Sorpresa, prima ―digo mientras trato de mostrarle una sonrisa amable.
Inmediatamente me rodea con sus brazos y me abraza. No pude esperar menos de ella; Nelly siempre ha sido así conmigo. Hoy me demuestra que nuestra relación sigue igual. Afortunadamente, todavía hay alguien que se alegra de verme.